El Museu d'Història de Catalunya (MHC) presenta una exposición sobre las modistas en el siglo XX, que quiere hacer visible la tarea de estas mujeres que vistieron a buena parte de la población: Moda y modistas. Colección Antoni de Montpalau. Esta exposición es posible gracias a una colaboración con la Fundación Antoni de Montpalau, que ha ofrecido 125 vestidos, de los cuales 123 hechos por modistas. La exposición, que se podrá ver hasta el 13 de octubre, ha sido comisariada por Josep Casamartina.

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Foto: Museo de Historia de Catalunya.

Salida laboral femenina

Muchísimas mujeres trabajaron en el mundo de la costura. La exposición muestra que el mundo laboral de las modistas era muy complejo: había desde las modistas que conseguían triunfar y poner un taller propio con clientas de alta burguesía, hasta las que se pasaban años y años trabajando de pasantes para grandes empresas. Era un trabajo altamente jerarquizado, organizado en categorías: aprendizas, medias oficiales, oficiales... Algunas mujeres sólo trabajarían una pequeña parte de su vida, y lo harían para completar los ingresos familiares. Otras pasarían en el taller buena parte de su vida laboral, siendo explotadas o enriqueciéndose. La diversidad de experiencias femeninas se muestra en un audiovisual que recoge testimonios muy diferentes de mujeres que se habían dedicado a esta profesión.

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Trabajadoras que asisten a las clases de corte y confección de l"Academia Municipal de Corte" con su profesora Sra. Teresa Rocabruna. Sabadell, 1930. Autor: Francesc Casañas Riera / Archivo Histórico de Sabadell.

A la sombra de los sastres

Los historiadores afirman que siempre hubo mujeres que cosieron. Pero nunca tuvieron gremio propio: el gremio de sastres se oponía al reconocimiento de su tarea. Sólo en el siglo XVIII se reconoció oficialmente el trabajo de las modistas Pero la atomización del sector hacía que el peso de las modistas dentro del movimiento obrero fuera nulo. En realidad, estaban aisladas en su taller, y sólo solían encontrarse el 13 de diciembre, día de Santa Lucía, en que organizaban una gran fiesta en el centro de Barcelona. Ese día las modistas, que como mujeres y como trabajadoras solían tener un papel subordinado en la sociedad, tomaban la iniciativa y se dedicaban al galanteo.

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Fiesta de las modistas de Santa Lucía. ANC.

Más que cuatro cortes

El comisario de la exposición explica que la tarea de modista era muy complicada. Hacía falta mucho arte para tomar medidas y preparar patrones, y Casamartina lo compara con la ingeniería y la arquitectura. Además, la tela era extremadamente cara y se tenía que saber cómo cortarla para evitar malbaratarla o estropearla. El mundo de las modistas era más un mundo de adaptación que de grandes renovaciones: adaptaban lo que hacía la alta costura a los cuerpos y a los gustos de sus clientes. Las grandes modistas incluso solían visitar París, para ponerse al día en el mundo de la moda, y más allá de trabajar en un taller donde se recibían las clientes, podían abrir una "boutique". De hecho, los primeros Salones de la Moda catalanes, a partir de 1920, fueron organizados conjuntamente por los fabricantes de alta costura y por las modistas.

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Foto: Francesc Morelló Nart. Archivo Fotográfico del Centro Excursionista de Catalunya.

Al servicio de la industria de la moda

La exposición explica que las modistas, aunque trabajaban por su cuenta, a menudo estaban al servicio de las grandes casas de alta costura. Estas vendían a menudo a las modistas los patrones y las glasetas que servirían para fabricar las imitaciones de los vestidos de moda. Algunas también vendían a las modistas las telas. E incluso había que repartían etiquetas para que las compradoras supieran que el vestido se había hecho con las telas originales y no con copias. Santamarina concluye que "probablemente Santa Eulàlia, emblema de la alta costura catalana, ganaba mucho más con las ventas a las modistas que con lo que era estrictamente alta costura". A menudo a los fabricantes de alta costura no les hacía falta ni siquiera hacer propaganda de sus productos: las revistas del corazón lo hacían por ellos. Este tipo de publicaciones no solían faltar en los talleres de costura, donde eran usados como referencia profesional.

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Taller de modista en Canet, ca. 1920. Foto: Carles Fargas i Bonell. Archivo Fotográfico del Centre Excursionista de Catalunya.

En la tercera va la vencida

La Fundación Antoni de Montpalau ya había organizado anteriormente dos exposiciones, una sobre el prêt-à-porter y la otra sobre la alta costura. Esta tercera, sobre las modistas, cierra el ciclo. Según Josep Casamartina, a él le hubiera gustado que esta exposición fuera la primera, ya que en el siglo XX fue mucho más común la ropa de las modistas que la de la alta costura o la del prêt-à-porter, pero tuvieron que postponerla, porque "esta era la exposición más difícil". Esta muestra hubiera sido del todo imposible sin la participación de la Fundación Antoni de Montpalau, que desde 2004 recopila vestidos antiguos, con la intención de crear una amplia colección que refleje aquello que llevaba la gente. Ya tienen 14.000 vestidos (incluso muchos de alta costura) gracias a la gente que ha ido ofreciendo donaciones.

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Glasetas que muestran el proceso de confección del vestido. Foto: MHC.

El vestido, protagonista

La exposición incluye algunas obras de arte sobre el tema, que constituyen más un atrezzo que realmente el fondo de la obra. Tiene mucho más interés para el discurso museográfico el conjunto de instrumentos y materiales usados en los talleres: patrones, glassetes, herramientas, manuales de "corte y confección", revistas de moda, libretas de medidas... Pero los indudables protagonistas de la exposición son los vestidos. Hay muchos modelos, de estilos diferentes, de modistas muy diversas y hechos en diferentes puntos del territorio catalán. Casamartina reconoce que han exhibido piezas bonitas de la colección Montpalau. Valen la pena y son, sin duda, el elemento más sólido de una exposición densa, que quiere explicar muchas cosas que son difíciles de relatar con objetos.