"Sus días luchando por uno supuesto bien mayor se han acabado", le dicen al superagente secreto Ethan Hunt en un momento de Misión: Imposible. Sentencia mortal, parte 1, la nueva entrega de la mejor saga del actual Hollywood, que hoy llega a las salas de cine.

Quizás, en realidad no importa mucho, la sentencia (mortal) tenga algún sentido en medio de la trepidante narración, pero es también un guiño juguetón si extrapolamos la frase y la contextualizamos en la trayectoria de Tom Cruise. Su misión, quizás imposible, como actor y productor no busca nada más que defender, con uñas, dientes y saltos kamikazes, una manera de entender el cine que parece tocada de muerte. El bien mayor, salvar el mundo en la ficción, salvar el cine en el mundo real.

La misión, quizás imposible, de Tom Cruise como actor y productor no busca nada más que defender, con uñas, dientes y saltos kamikazes, una manera de entender el cine que parece tocada de muerte

En otro momento del film, Luther (Ving Rhames), su inseparable compañero de aventuras inverosímiles, le lanza: "Ethan, estás jugando al ajedrez de cuatro dimensiones contra un algoritmo". Otra línea de diálogo perfectamente aplicable a lo que sucede detrás de las cámaras. Si la trama de Misión: Imposible. Sentencia mortal, parte 1 presenta a un enemigo todopoderoso en la forma de una inteligencia artificial pomposamente denominada la Entidad (era mucho más simpática la Mrs. Davis de la serie de HBOMax), el argumento de Tom Cruise para seguir haciendo películas radica en un desafío constante a una industria que ha tomado un camino sin retorno, entregada a la dictadura de los algoritmos, las plataformas y la holgazanería de un público que parece haber abandonado la experiencia compartida a las salas.

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Misión: Imposible. Sentencia mortal, parte 1, a Tom Cruise lo ha vuelto a hacer

El argumento de Tom Cruise para seguir haciendo películas radica en un desafío constante a una industria que ha tomado un camino sin retorno, entregada a la dictadura de los algoritmos, las plataformas y la holgazanería del público

No hay dudas sobre el papel que M:I ha jugado las últimas tres décadas en Hollywood. Nacida para resucitar una vieja serie televisiva de los años 60, la saga ha sabido reinventarse constantemente, con una ambición artística paralela a sus afanes de cara a la taquilla. Si con las primeras cuatro entregas, el Cruise productor entregó su juguete a cineastas que aportaban visión y personalidad (Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams y Brad Bird), a partir de la quinta abandonó el poliamor profesional para establecer una afortunadísima relación monógama con Christopher McQuarrie.

A la séptima no va la vencida

Es posible, cuestión de gustos (y ya decía Clint Eastwood aka Harry el Sucio que las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo), que el díptico Nación secreta y Fallout fuera insuperable en el equilibrio entre la espectacularidad circense, el potente hilo argumental (el Sindicato daba mucho de juego y Solomon Lane era uno villano fabuloso) y el espíritu travieso marca de la casa. Por lo tanto, todo hacía pensar que esta séptima peripecia imposible potenciaría una colaboración que ha dado tantos buenos frutos. Pero la primera parte de Sentencia mortal rompe la armonía en su firme apuesta para depurar la acción abandonando la narrativa.

A ratos, Misión: Imposible 7 parece no haber pasado por la mesa de montaje

Y es que, a ratos, Misión: Imposible 7 parece no haber pasado por la mesa de montaje. De alguna manera lastrada por su condición de película inacabada (el rompecabezas no se completará hasta el verano de 2024), sus 163 minutos se explican en un insólito desarrollo de sus espectaculares y larguísimas set-pieces: acción per se, pura adrenalina infinita, sin mucho sentido narrativo pero extraordinariamente satisfactoria, magníficamente rodada por un Christopher McQuarrie capaz de superar con nota cualquier reto.

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Misión: Imposible. Sentencia mortal, parte 1, pura adrenalina infinita, sin mucho sentido narrativo pero extraordinariamente satisfactoria

Hablamos de la huida a caballo sobre la arena del desierto de Arabia hasta llegar al escondite donde se protege Ilsa Faust (Rebecca Ferguson, vieja conocida de la saga); de la traviesa secuencia en el aeropuerto de Abu Dhabi; de la divertidísima persecución por las calles de Roma en un Fiat Cinquecento; del baile de máscaras en Venecia con acoso y peleas por los callejones entre los canales, o del salto en motocicleta por un precipicio de un Hunt que tiene que abrir el paracaídas y aterrizar encima del Orient Express, abriéndose a un larguísimo clímax final que guiña el ojo a la primera Misión: Imposible, también, incluso, a la icónica La aventura de Poseidón (1972).

Tom Cruise vuelve a correr a toda velocidad como un campeón olímpico de los 100 metros, y desafiar las leyes de la física, de la relatividad, de la probabilidad, también la de Murphy

Tom Cruise vuelve a correr a toda velocidad como un campeón olímpico de los 100 metros, y desafiar las leyes de la física, de la relatividad, de la probabilidad, también la de Murphy. Es lo que esperamos de la última estrella capaz de arrastrar espectadores a las salas con la única garantía de su nombre y su prestigio. Se entrega a fondo y confirma el pacto con el diablo que hace inconcebible la edad que consta a su DNI.

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Misión: Imposible. Sentencia mortal, parte 1 llega hoy a las salas de cine

En cuanto a sus compañeros de viaje, aparte de los habituales contrapuntos cómicos (Ving Rhames, Simon Pegg), de una desaprovechada Rebecca Ferguson (qué demonios pretendían con su arco argumental?) y del simpático retorno de Henry Czerny (desaparecido después de aquella explosión de un acuario en un restaurante de Praga en la primera Misión), las incorporaciones van desde la carterista amoral reconvertida en espía que interpreta con solvencia Hayley Atwell (la Peggy Carter de Capitán América) hasta la explosividad de Pom Klementieff (la Mantis de Guardianas de la Galaxia, aquí una terrorífica máquina de matar). Otra cosa es la personificación del malvado humano al servicio de la Entidad, un Esai Morales (sí, el de La Bamba) sin el carisma necesario: ¡cómo echamos de menos a Philip Seymour Hoffman y su pata de conejo de la tercera Misión!

Tan cierto como que Sentencia mortal, parte 1 deja cierta sensación de decepción, recordando de dónde veníamos, lo es que la película supone una inyección de adrenalina para el público fiel, y le regala casi tres horas de pura diversión

Tan cierto como que Sentencia mortal, parte 1 deja cierta sensación de decepción, recordando de dónde veníamos, lo es que la película supone una inyección de adrenalina para el público fiel, y le regala casi tres horas de pura diversión. De nuevo, Tom Cruise es una apuesta segura y, a la espera del veredicto de las recaudaciones en un contexto de vacas flacas, se puede afirmar sin temor que nuestro hombre vuelve a hacer posible el imposible.