Miquel Milá (Barcelona, 1931) se presenta como un conservador progresista. "El progreso de mucha gente en realidad consiste en destrozarlo a pesar de volver a empezar. A mí me interesa el contrario: aprovechar todo aquello que está bien". Otras veces se ha descrito como un diseñador preindustrial. Ciertamente, siempre ha sido un artesano. Lo más adecuado, sin embargo, a pesar de que quizás contradictorio, o no, porque sus creaciones siempre han partido del gusto por la tradición para acabar convirtiéndose en clásicos (porque clásico es aquello que ya no se puede mejorar), sería nombrarlo como el padre del diseño moderno en nuestro país.

Poniendo luz a la oscuridad

En la década de los 50, en Catalunya no había diseñadores industriales. De hecho, no había diseñadores de ningún tipo. Había arquitectos que diseñaban cosas. Uno de ellos era Alfons Milá. Miquel trabajaba como interiorista en el despacho de arquitectura de su hermano. En una época de penurias, los años más duros de la posguerra, sus primeros diseños ya dejaban patente su gusto por, aquello que decíamos al principio, reaprovechar más que no  volver a empezar. Innovar desde aquello que ya existía. Ser imaginativo desde la tradición. Con un cóctel de ideas agitándose en su interior, Miquel Milà, también miembro fundador del ADI-FAD (Fomento de las Artes y el Diseño), junto con André Ricard, Antoni de Moragas, Oriol Bohigas, Manuel Cases, Alexandre Cirici Pellicer y Rafael Marquina; no tardó en independizarse. Tramo (Trabajos Molestos) fue la compañía, su propia empresa, donde su talento eclosionó, aflorando diseños que se erigirían en piezas esenciales del diseño catalán e internacional. Especialmente destacables son sus lámparas, objetos que darían luz a unos años de oscuridad.

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Miquel Milá con su lámpara TMC de 1961

No hay monográfico de la historia del diseño que sea completo del todo, si no incluye entre sus referencias creaciones como la TMC de 1958, la TMM de 1961 o la icónica Cesta de 1962 (y todas sus posteriores derivaciones), en su origen materializada a partir de una estructura de mimbre (ahora se hace con madera de cerezo) y un globo de plástico. "En aquella época trabajaba en el despacho de mi hermano Alfonso, que era arquitecto, junto con Federico Correa. Nos faltaban elementos para dar en los espacios una estética más actualizada. Un día encontré este globo –se refiere a la pantalla– y me gustó. No fue una cosa dibujada por mí, sino que ya existía. Entonces intenté encontrarle una aplicación y fue esta: meterlo en una cesta para poder transportarlo de un lugar a otro. Enseguida hice la versión pequeña, pero de esta sí que tuve que hacer yo el globo". Pero no todos los diseños de Miquel Milá nos aportan luminosidad.

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Modelo original de la luz Cesta de Miquel Milá

Haciendo bonito aquello tan feo

El año 1900 el inventor estadounidense Robert R. Montgomery patentó el matamoscas: una vara metálica o de plástico coronada por una reja de plástico rectangular con que dar muerte a moscas cojoneras. Una creación tan útil como "tan fea que hay que mantenerla fuera de la vista", como la describió el año 1941 la revista Popular Science. María Valcárcel, mujer de Miquel Milá era de la misma opinión que la publicación norteamericana. Por eso, cada vez que su marido sacaba aquel trasto horroroso para escabechar los insectos que les fastidiaban en sus tardes al sol en el jardín de su casa, volvía hacia dentro del hogar. Cansado de quedarse solo al fresco las veladas de verano, nuestro diseñador ideó un objeto que cumpliera con dos funciones: pelar moscas y gustar a María.

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El espantamoscas de Miquel Milà / Foto: Salva López / Isist Atelier

Así nació el espantamoscas Milá. Fundamentalmente, una readaptación de la creación de Robert R. Montgomery pero sustituyendo el mango de metal por uno de madera y cambiando la reja de plástico por una pieza de cuero. Miquel Milà volvía a aprovechar todo aquello que estaba bien para convertirlo en un objeto sublime. Una pieza que encapsula toda la esencia creativa de su forjador que desde hace un par de años se puede encontrar en el catálogo de Isist Atelier, firma barcelonesa especializada en la elaboración de objetos de cuero. Es la misma compañía que ha recuperado otros objetos fundamentales del diseño catalán como la silla BFK de Antoni Bonet, Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, la butaca infantil Delta y la silla Tiracord de Jordi Vilanova o el 'Leñero' de Josep Antoni Coderch. Ya hablaremos de todas ellos, hoy nos hemos distraído con las moscas.