El suyo ha sido, probablemente, el gran debut del cine catalán de 2022. En un año particularmente inspirado en términos creativos, Suro ha irrumpido con tanta fuerza que se ha convertido en una de las películas a más nominadas a los Gaudí de este año, con hasta diez candidaturas. Nuestro hombre también aspira al Goya a Mejor Dirección Novel (con una segunda nominación para Vicky Luengo), y llega a la carrera de premios del primer trimestre del nuevo año con dos galardones en el zurrón en el último Festival de Donosti. Con su ópera prima, Mikel Gurrea (San Sebastián, 1985) sorprendía por su madurez y su dominio del tempo narrativo, la tensión y la atmósfera, revelándose como tremendamente hábil en la transmisión de sensaciones, texturas y sonidos. ¿Cuáles? Los del bosque, convertido en el tercer gran protagonista de Suro, al mismo nivel de Pol López i Vicky Luengo, en un filme que explica la historia de Helena e Ivan, dos arquitectos en la treintena, que deciden un cambio radical de vida cuando heredan una masía en el Empordà y una plantación de encinas, y abandonan la ciudad para instalarse y hacerse cargo de la leva del corcho de los árboles.

"Tienen la posibilidad de hacer una vida soñada, pero la quieren moldear como a ellos les gustaría, con ideas de confort, de estilo, de diseño, de ideales. Y eso es muy ambicioso. Tienen un punto de inocencia, de inconsciencia y de obstinación. Se desconectan de toda sensación de comunidad, tanto de la que podemos intuir que tenían en Barcelona como la que se encuentran en la tierra en la que son recién llegados. En lugar de integrarse y de aprender, ellos quieren hacer las cosas a su manera, que se creen que es la mejor. Y eso los aísla. Y dejan de atender a su relación de pareja...", explica el cineasta, sobre un relato rico en estímulos sensoriales, pero también en reflexiones sobre temas tan desgarradores como la crisis de ideales, el progresismo de fachada, la xenofobia y la lucha de clases. Y por encima de todo, este choque entre lo urbano y lo rural que también ha inspirado Alcarràs y As bestas.

Gurrea nos confiesa que vive esta carrera de premios con una mezcla de alegría desatada y nervios, pero "son nervios buenos, un poco como los que se viven en la Noche de Reyes, cuando piensas si habrá regalo cuándo te despiertes", dice. Ahora me estoy planteando si escribir alguna cosa por si gano, todavía no lo he resuelto, pero sí me lo han aconsejado. Más que nada, es que mi problema no es quedarme mudo, más bien el de hacer una versión extendida. Si tengo que condensar en un minuto todo lo que quiero decir, más vale que lo lleve preparado", dice entre carcajadas. "Esto de los premios es una fiesta, una manera de celebrar, son tus compañeros y compañeras los que te nominan, es la profesión. Y además, todo eso ayuda en la película, se sigue hablando, quizás hay quien ahora se entera de que existe o quien había oído hablar y ahora se anima a irla a ver. Estar aquí con mi primer largometraje es magnífico, estoy encantado de poder estar".

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El cineasta Mikel Gurrea ha debutado de largo con Suro

¿Cómo vives todo lo que está pasando con la peli?
Con sorpresa y con ilusión... y también me pasa que no tengo con que comparar, porque había hecho cortometrajes con los que había viajado, pero los circuitos son diferentes a los de los largos. Tenía el horizonte del Festival de San Sebastián, pero ni idea de qué se abriría después. Y he ido reaccionando sobre la marcha. Y el proceso es bonito y, a veces, dejas escapar cierto control de tu vida, porque tienes que ir con la película allí donde te llaman. En medio de todo eso, sí que he pensado en cuándo podría hacerme una verdura hervida en casa, un bróculi, lo normal en un martes tonto en mi casa. Recuperar cierta normalidad, vaya... Pero por otra parte, acompañando la película, todo lo que recibo es positivo, y eso es un gozo. Si de golpe me voy a un festival en El Cairo y la respuesta que me dan no es positiva, te estaría hablando desde otro lugar, pero es que en todas partes veo que la gente está siendo interpelada por Suro, le genera cosas, y personalmente sales reforzado. La experiencia está siendo tan bonita...

No hace mucho, cineastas como Neus Ballús o Agustí Villaronga hablaban de los rodajes como una experiencia marcada por la soledad o cierto terror a enfrentarse al peso de mandar a todo un equipo. ¿Cómo lo viviste tú?
Lo disfruté muchísimo. Últimamente pienso mucho que yo, que era una criatura cuando de pequeño iba de campamentos, en los rodajes secuestro a una treintena de personas para ir a unas localizaciones y hacer una peli juntos, y me parece uno de los momentos más felices de mi vida. Y cómo es de importante generar, incentivar, un entorno que es responsabilidad nuestra: el disfrute durante el rodaje es posible y no va en detrimento de la exigencia, del rigor, se puede combinar. Esta idea que el sufrimiento genera el gran arte es una construcción. Para mí, el momento de ver aquel primer montaje frankenstein, donde nada fluye, todo está allí, pero dices ostras, qué hemos hecho... Aquel es un momento de "dragonkhan" fuerte. Pero es verdad que después empieza el otro disfrute, que es montar, reescribir, empezar a trabajar eso casi casi como si lo hicieras con las manos. Y después viene cuando lo exhibes: en la cosa esta de verte desnudo cuando proyectas la película, y en la idea de que las pelis se parecen a nosotros. Mi terapeuta tenía muchas ganas de ver Suro (río)... Me ha dicho que le ha gustado mucho y que ya hablaremos.

¿Rodar Suro te ha cambiado de alguna manera?
Creo que todavía me falta un poco de perspectiva para entenderlo. Pero cuando miro hacia dónde quiero ir con un siguiente proyecto, noto que con Suro he cerrado alguna cosa. Hay un aprendizaje cuando ruedas una primera película, yo no tenía este recorrido y ahora sí que lo tengo, y una de las cosas que siento que aprendí es la idea de que no cierras la película hasta que la cierras. Parece una redundancia, pero es verdad que cuando planteas una secuencia, o en el proceso de montaje, estás resiguiendo una corriente y te das cuenta de que cierras cosas. Pero de golpe le pides al espectador que vuelva a abrirlas.

Cuando miro hacia dónde quiero ir con un siguiente proyecto, noto que con Suro he cerrado alguna cosa

Suro parte de una experiencia personal.
Cuando acabé la carrera en Barcelona, acepté la propuesta de los familiares de la que entonces era mi pareja, y fui a trabajar como temporero a la peladura en la quitada del corcho a los bosques del Alt Empordà, con la premisa de ganar un dinero y hacer un trabajo físico de verano. Allí descubrí un mundo que me era totalmente ajeno, muy rico en texturas y sonidos, y que yo intuía muy cinematográfico. Y se encendió em mí el deseo de filmarlo. Empecé a tener las primeras sensaciones contradictorias: yo venía de parte de unos propietarios, pero no lo era; hablaba catalán, pero soy del País Vasco; para mí era un trabajo de verano pero para aquellos hombres, mis compañeros, era su oficio, su vida... De alguna forma, aquel universo, aquellas sensaciones, se me quedaron dentro. Y cuando años más tarde empecé a escribir mi primer largometraje, volví a aquello desde mi presente de entonces, tenía 31 o 32 años, una relación de pareja larga, y nos hacíamos las mismas preguntas que los personajes de la película, y que por otra parte mis padres también me han dicho que se han preguntado toda la vida: si queríamos vivir más en contacto con la naturaleza, si queríamos tener hijos, si queríamos vivir más de acuerdo con la imagen que teníamos de nosotros mismos...

La película toca tantos temas que es imposible que no te resuene. No se te va de la cabeza hasta tiempo después de haberla visto... Supongo que participar en coloquios con el público te lo ha confirmado.
Me gusta mucho notar cómo la gente se hace suya la película, me gusta cómo me hablan desde un lugar íntimo, o cómo tienen una reacción fuerte hacia los personajes, de adhesión, de preferencia o de ir a la contra. Ves cómo la peli les genera cosas, los remueve. Yo hago cine sin ninguna pretensión de hablar de mí mismo, aunque con Suro parto de una experiencia propia, pero en una historia y unos personajes que son completamente ficticios. Pero sin embargo, obviamente, lo que escribo me interpela, me habla, pero no puedes saber si conseguirás que aquello también le hable a la gente. Y cuando ves que pasa... Que una película deje poso, que deje run-run, te da la esperanza de que tenga una vida larga. Es bonito pensar que haces una peli y que dentro de 10 años alguien la podrá ver. O incluso cuándo yo no esté.

Es bonito pensar que haces una peli y que dentro de 10 años alguien la podrá ver

Suro ha coincidido con dos películas tan potentes como Alcarràs y As bestas, que conectan con la mirada hacia la vida rural. Y con respecto a As bestas, las dos plantean el choque con la superioridad moral o la mirada por encima el hombro del urbanita.
Los protagonistas no son representantes de una clase social, por mucho que pertenezcan. La mirada es la de Helena e Ivan, en concreto. La película no tiene ninguna voluntad didáctica, no he querido hacer una disección social, como sí hacían Buñuel o Haneke con la burguesía. Si funciona como tal, bienvenido sea, pero está muy hecha desde la mirada concreta de los dos protagonistas hacia lo que se enfrentan. Y en esta mirada sí está muy presente la cuestión de origen, de género, de clase. Pero de la misma manera que pasa con el espectador cuando se sienta delante de la pantalla: todos tenemos nuestro bagaje y es lo que aportamos a nuestra mirada, como ellos dos cuando conocen a Karim, el capataz o los trabajadores del corcho. O cuando se plantan por primera vez en plena naturaleza. No existe la mirada limpia, todas están mediatizadas por las mochilas de cada uno.

Suro

Hacer cine en catalán es, hoy, casi una postura política. ¿Te lo has planteado?
Suro siempre estuvo planteada en catalán, no hubo ningún cuestionamiento por parte de nadie, eso también dice mucho de mis productoras. El proyecto partía de mi experiencia como traginaire en el corcho... Y ya hablábamos del suro y no del "corcho", porque no estábamos en Andalucía ni en Extremadura, donde también se extrae, sinó en el Empordà. Entonces ya hablábamos de suro, las hachas eran "picasses", toda la terminología, la manera de estar, era en catalán. Y quizás para algún trabajador no lo era, porque hablaban en castellano o en árabe. Y esta mezcla de idiomas es interesante, porque te sitúa con respecto a quién tiene el puesto, quién tiene la comunicación, generaba cosas que yo no era muy consciente que después se tocarían mucho en la película: esta cosa de la pertenencia, de estar desplazado o no... La película pedía ser rodada en catalán, y seguramente habría rechazado ser rodada en otra lengua, aunque en Suro también se ve esta mezcla natural entre el catalán, el castellano y el árabe.

La película pedía ser rodada en catalán, y seguramente habría rechazado ser rodada en otra lengua

Quizás la película pedía ser rodada en catalán, pero no todo el mundo da el paso, y solo hay que ver las cifras de cine rodado en esta lengua.
A mí se me escapa todo eso que se dice de que si ruedas en un idioma o en otro puede pasar que no sé qué. Porque yo no pienso así: me he criado en dos lenguas, el euskera y el castellano. Y cuando he venido aquí, el catalán se ha convertido en la lengua que más hablo en mi vida. No sé qué decirte, más allá que me parece la cosa más natural del mundo hacer películas en el idioma que pide aquello que nos ha inspirado. La naturalidad me parece la mejor respuesta, hacer la peli en catalán es lo que tenía que ser y no tuve nunca la sensación que complicara las cosas, al contrario. Al final, se trata también de no tener ningún  complejo, y que si la historia se tiene que desplegar en catalán que exista la estructura para poder hacerlo y se hará. Ahora mismo la gente ve series turcas o coreanas sin problemas idiomáticos. Y yo, cuando he viajado con Suro a otros países, he visto que el hecho de que esté hablada en catalán no ha supuesto un cuestionamiento de nada en ningún caso.

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Mikel Gurrea está nominado al Premio Gaudí a la mejor dirección novel

Eres amigo de Carla Simón desde que coincidisteis estudiando en Londres. ¿Hablasteis del trabajo con los actores naturales (no profesionales) que, en tu caso, comparten escenas con el Polo y la Vicky?
¡Sí, y tanto! Carla y yo siempre nos pasamos los guiones al principio de los proyectos. Yo le pasé el primer borrador de Suro, y de mis cortos, y ella a mí el de Alcarràs y el de Verano 1993. Somos muy amigos y comentamos mucho los procesos de trabajo. No estás en el día a día de la otra, claro está. Pero sí pasa que, por ejemplo, puedes tener dudas en alguien que encuentras en un cásting, y entonces es muy común pedirnos la opinión, enviarnos aquella prueba de cásting para saber qué piensa el otro. Y eso lo hicimos tanto con Suro como con Alcarràs. Mira, en los tiempos que vivíamos en Londres, y yo hice mi corto de graduación, Carla me hacía de ayudante de dirección y me acompañó al norte de Inglaterra a hacer un cásting de niños pequeños, y me vio hacer un ejercicio físico. Y ahora hace poco me dijo que a veces lo utilizaba cuando trabajaba con los actores. Al final se trata de contar con la mirada de otro, y crear alguna cosa útil y compartir maneras de hacer, que quizás a uno le sirven y al otro no. Y eso lo tengo sobre todo con la Carla por la larga historia de amistad que tenemos, pero es verdad que aquí hemos formado una cierta comunidad con otras directoras y directores.

Este vínculo, esta sensación de comunidad entre directores de tu generación, es una cosa que todas y todos acostumbráis a destacar. Y me recuerda un poco a movimientos cinematográficos tan dispares como la Nouvelle Vague o el cine de la Movida madrileña...
Al final son fotos fijas de un determinado momento, donde encapsulas alguna cosa. Yo me oigo muy feliz sentirse parte de una comunidad, y que al mismo tiempo eso no me confine. Porque a veces las etiquetas pueden ser útiles, pueden ser muy buenas, pero también pueden ser limitadoras. Pertenecer a una comunidad, pero poder hacer aquello que quieres hacer. Cuando tienes un primero o segundo montaje de tu película, cuando todavía dura dos horas y media, entonces haces una proyección íntima e invitas a algunos compañeros y compañeras para escucharlos, y te hablan de la peli. Este es un momento creativo muy delicado, y solo lo puedes hacer con gente con la cual tienes confianza, que sabes que tienen un criterio, una mirada, que son analíticos, pero que también empatizan con el momento que vives, porque también han estado. Y eso me parece que es muy bonito y que, además, funciona. Supongo que pasa en todas las generaciones y todos los ámbitos, pero lo valoramos muchísimo.