Miguel Milà, diseñador (pre) industrial es una exposición que celebra la trayectoria de un joven de buena familia que triunfó durante el franquismo y más adelante, con la transición y la posterior democracia. Milà recibió la Medalla de Barcelona el año de su muerte, en 2024, el último de muchos reconocimientos que recibió en vida. La exposición, que puede verse en el Museu del Disseny hasta el 28 de septiembre, es una muestra de 200 piezas, prototipos, planos y obras. El título de “pre (industrial)” hace referencia a la España en la que creció Milà, devastada por la guerra civil. Milà creció con lo que él mismo llamaba “una voluntad de servicio”, algo irónico si pensamos que Miguel Milà debió de tener servicio toda su vida.

Miguel Milá i el seu pare.
Miguel Milá y su padre. Museu del Disseny. 

Un nepobaby del franquismo

La primera parte de la exposición es un álbum de familia de los Milà y Sagnier, una familia numerosa y acomodada. Eran nueve hermanos. Nacido en los años treinta, su padre era el conde del Montseny, José María Milà i Camps, un monárquico cercano a Primo de Rivera. En el año 1936, con los revolucionarios en Barcelona, el padre tuvo que pasar una temporada en Montjuïc, pero salvó la vida. Con el ascenso de Franco, el miedo a la guerra civil se desvaneció y la familia Milà Sagnier disfrutó de un notable bienestar.

Desde muy pequeño, Miguel Milà mostró interés por reparar lo que encontraba por casa. El carpintero de la familia, Cintet, le contagió el amor por la artesanía y por el oficio de inventar y reparar cosas. La pasión por buscar soluciones a problemas técnicos era un juego que, cuando era niño, Miguel Milà bautizó como Tramo ("Trabajos molestos"); ya de adulto, Tramo se convirtió en una marca de éxito.

Tramo mIGUEL mILÁ.
Tramo. Miguel Milá.1957. Museu del Disseny. 

Vemos a Miguel Milà sobre una moto Montesa en 1949, el primer modelo; luego lo veremos en un coche BMW Isetta: daba una vuelta por Europa con su primo. Solo alguien muy privilegiado podía permitirse eso en aquella época. También se pueden ver caricaturas que hizo sobre unos papeles amarillentos de la Mancomunitat de Catalunya. Durante la etapa de Primo de Rivera, su padre José María había presidido la "Junta liquidadora" de la Mancomunitat de Catalunya, y por tanto no sorprende que el joven Miguel se encontrara con esas páginas por casa y dibujara sobre ellas.

Durante su etapa de estudiante, abandonó arquitectura porque no le gustaban las matemáticas, y se centró en el interiorismo. El arquitecto José Antonio Coderch le enseñó a encontrar soluciones funcionales para responder a necesidades concretas.

¿Cuándo diseño? Siempre. Voy por la calle y digo: “¡Ostras, qué mal lo han hecho esto!” Y pienso en cómo se podría hacer bien

Miguel Milà solo podía ser un diseñador preindustrial porque en los años 50 toda la industria española estaba arrasada. Lo oímos decir que en la posguerra todo era cursi, no había catálogos de muebles y la gente no tenía dinero para gastar. El minimalismo era más una necesidad que una elección, y sus primeros encargos se los hicieron amigos de la familia: el hotel de los Coderch en Palma de Mallorca, una casa particular...

Pronto empezó a diseñar y patentar productos: las lámparas TN, TMC y TMM, modelos que se adaptan a las necesidades del usuario; lámparas de pie con un interruptor siempre al alcance de la mano; la lámpara en forma de cesta, ideal para colocar en el suelo; una chimenea esquinera A14. La exposición está llena de objetos que Milà diseñó a lo largo de su larga trayectoria profesional, algunos de los cuales siguen en el mercado aún hoy, 60 años después de su invención.

Al fondo de la sala, vemos a Milà hablando en vídeo durante un buen rato. Lo entrevistan distintas personas: periodistas culturales, Òscar Dalmau, un vendedor de la tienda de muebles Vinçon. Confiesa que lo mejor que ha diseñado fueron encargos para sí mismo, “autoencargos”, necesidades surgidas de su vida cotidiana. Por ejemplo, un mayordomo ligero, todo de madera: necesitaba un lugar donde dejar la chaqueta, y lo creó.

“¿Cuándo diseño? Siempre. Voy por la calle y digo: ‘¡Ostras, qué mal lo han hecho esto!’ Y pienso en cómo se podría hacer bien [...] Nunca me ha preocupado ser innovador: diseña a partir de necesidades reales y ya serás innovador.”

CLUB NAUTIC MASNOU
Club Náutico del Masnou diseñado por Miguel Milá. 

Diseño clásico al servicio de la evolución (y no de la revolución)

Es cierto que el buen diseño no envejece, al menos los muebles y la concepción detrás de los muebles diseñados por Miguel Milà aún no lo han hecho. Si pudiera, me los llevaría a casa. Son funcionales como los de Ikea —el diseño siempre es funcional—, pero con más clase, y además no tendría que montarlos. El propio Milà admite en el vídeo que con el tiempo ha mejorado la exigencia del público (español), y que probablemente IKEA ha contribuido a ello. Somos menos cursis, buscamos más el confort y la utilidad de los objetos; en definitiva, nos hemos acostumbrado a las prestaciones funcionales del diseño.

Es fácil darse cuenta de que Miguel Milà nació con suerte, en un entorno muy propicio para desarrollar su talento. Una familia con dinero y contactos, bien relacionada con el régimen y con otras figuras de poder. Al entrar en la exposición, tuve que reprimir muchos suspiros. Comprobé que Miguel Milà era un nepobaby del franquismo, un burgués catalán de los de verdad, de los que tienen tanto dinero que hablan castellano en casa. 

LÀMPARA tmc
Lámpara TMC. Miguel Milá. Museu del Disseny. 

Pensaba en mi familia y la comparaba con la suya, con la fantasía de recorrer Europa en coche en los años en que mis abuelos luchaban por hacerse un lugar. Escucharlo hablar en el vídeo aligeró un poco ese resentimiento. Dice cosas bastante inteligentes. Defiende la artesanía como el derecho del ser humano a participar en los procesos de las cosas, en memoria de lo que había visto hacer al carpintero Cintet. Reivindica el hecho de dibujar a mano (¿qué diría hoy de la inteligencia artificial? No lo podremos saber). “Doy mucha importancia a la economía y a la estética”, reconoce, porque venía de un entorno propicio, pero la posguerra no eran tiempos de abundancia, y había que ser práctico.

Y también: "Clásico es aquello que no se puede hacer mejor". Miguel Milà fue un nepobaby de Primo de Rivera y de Franco, venía de la familia privilegiada que venía y me parece fundamental contarlo. Pero eso no está reñido ni es incompatible con el talento.

Los diseños de Milà no son manifiestos para cambiar el mundo, sino artefactos para mejorar la experiencia del usuario. No están al servicio de la revolución, sino de la evolución

Visto el vídeo de Milà, que incluye entrevistas realizadas también hacia el final de su vida, accedemos a la parte en la que el diseñador amplió su campo de actuación y se dedicó también al urbanismo. En 1961 se incorporó a la escuela Elisava, donde dio clases hasta los años setenta; después enseñó en la escuela Eina, ambas grandes referentes del diseño en la ciudad.

Diseñó bancos y tumbonas de madera —una hilera de chaise longues que incluso pueden verse en Nueva York. También fue el responsable de los asientos del metro de Barcelona —serie 2000, aunque yo no sabía que los asientos del metro también se numeraban por series. Junto a la foto de las chaise longues de Milà en Nueva York, leí una cita del historiador Oriol Pibernat que me pareció más acertada que ninguna otra:

"Los diseños de Milà no son manifiestos para cambiar el mundo, sino artefactos para mejorar la experiencia del usuario y las formas que significan los paisajes de la cotidianidad. No están al servicio de la revolución, sino de la evolución."

En cuanto a poner el foco en la experiencia de los usuarios y en la evolución de las formas, y no en la revolución de las formas, creo que Miguel Milà tenía una mentalidad muy propia de nuestros tiempos: ahora tampoco estamos para revoluciones.