Hay preguntas que, de tan retóricas como son, hace incluso vergüenza hacerlas. El amigo que pregunta si alguien quiere una birra cuándo en una calçotada abre la nevera de camping llena de quintos, el culé que se queda mudo cuando alguien le pregunta si añora el Barça de Guardiola o el periodista que en un artículo del suplemento de verano pregunta a los lectores si desearían ir de vacaciones a Roma. Pues como este último caso es el que nos ocupa, tengo una buena noticia para vosotros: este verano en el que el coronavirus nos impedirá viajar como querríamos, hay una forma brutalmente económica de escaparse a Roma. No, no se trata de ninguna oferta de una compañía aérea ni de una empresa de tours turísticos sobre la antigua capital del Imperio, sino de una cosa mucho más sencilla: El último verano en Roma (Tusquets, 2020), la novela publicada hace más de cuatro décadas y desenterrada del olvido en este verano sin turismo.

La odisea editorial de un autor desconocido

Que el mercado editorial es feroz lo sabe todo el mundo. Que la cantidad de grandes libros sepultados al olvido por culpa del alud de novedades es inmensa, también. Lo que no es tan normal, sin embargo, es que un libro que se convierte en un éxito de ventas en el momento de su publicación desaparezca de las librerías de sopetón durante más de veinticinco años. Eso es lo que pasó con El último verano en Roma cuando el año 1973, después de vender en un solo verano los 17.000 ejemplares de la primera edición, esta primera obra de un desconocido Gianfranco Calligarich cayó en el olvido editorial para siempre, por eso es muy probable que hasta hace escasos minutos la única referencia mental que tuvierais en la cabeza con la palabra "Callighari" fuera el mítico grupo de rock madrileño de los ochenta liderado por Jaime Urrutia, y no un escritor italiano a quien no le ponemos cara.

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Gianfranco Calligarich, en una imagen reciente

Gianfranco Calligarich (Asmara, 1947) tampoco era conocido por nadie en su país el año 1973, cuando una editorial tras otra rechazaron la publicación del manuscrito de esta novela que, si fuéramos lectores de una editorial y tuviéramos que hacer un informe del manuscrito, podríamos definir como: novela iniciática y con altas dosis de idealismo juvenil protagonizada por Leo Gazzara, un joven aprendiz de periodista nacido en Milán que se va a Roma para buscarse la vida; en la inhóspita, monumental, mágica y laberíntica ciudad romana, sin embargo, el Ulises de esta peculiar odisea contemporánea acabará perdiéndose dentro de su propio laberinto, dejando escapar amistades, trabajos y oportunidades mientras busca encontrar el rumbo de su vida. Con estos elementos, fue Natalia Ginzburg la única personalidad literaria italiana que vio talento en el libro que un iluso Calligarich le había enviado; fue la autora de La ciudad y la casa quien envió el manuscrito a la editorial Garzanti, que tardó tan poco a decidir publicarlo como a cancelar la publicación: pocos días después de recibir el manuscrito, Ginzburg fichó por Mondatori, Garzanti se olvidó de aquella novelita sobre Roma y Calligarich no tuvo más remedio que gastar la última bala que le quedaba: presentar la obra bajo seudónimo al Premio Inedito, llevándose el premio y ahora sí, por fin, asegurándose la edición del libro con Garzanti.

Un libro clandestino

¿Qué tiene El último verano en Roma para conseguir vender 17.000 ejemplares en tres meses y después desaparecer de todas las librerías de Italia sin que nadie olvidara un libro convertido en best-seller el año 1973? Contiene, más que la historia de un perdedor, el relato de alguien perdido. El testigo de un joven que gandulea sin rumbo por la ciudad durante un verano entero, bebiendo sin freno, desdibujando los límites entre lo que quiere hacer y lo que tendría que hacer, y sobre todo fundiéndose en las calles de una Roma que no hace acto de presencia gracias a descripciones abarrocadas y precisas, sino a partir de las sensaciones y sentimientos que siente el protagonista cuando camina por las calles de la ciudad. Una Roma, pues, más sensorial que wiquipédica donde la ciudad glamurosa de la dolce vita no está al alcance del joven Leo, convertido en el peor enemigo de él mismo incluso cuando|cuándo se enamora locamente de Arianna.

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El verano de los dos protagonistas no es la historia de amor soñada por todos cuando pensamos en un verano en Roma, como tampoco la novela lo ha tenido fácil para resistir durante más de treinta y cinco años a la sombra: superviviente sólo en librerías de segunda mano, se convirtió en un libro de culto hasta que el año 2010 otra editorial, Aragno, decidió volver a publicarla y, por segunda vez, la edición se agotó en un tiempo a récord. Por segunda vez, sin embargo, también esta vez no hubo segunda edición del libro, por lo tanto no fue hasta el año 2016 cuando Bompiani la publicó por tercera vez y ahora sí, por fin, unos cuantos años más tarde varios editores internacionales se sintieron atraídos para averiguar qué se escondía detrás de un libro que por una parte parecía estar maldito y de la otra, en cambio, demostraba en cada nueva edición ser un reclamo feroz para miles de lectores. Casi cincuenta años más tarde que Natalia Ginzburg reconociera a primera vista la seducción de El último verano en Roma, ahora somos nosotros quienes tenemos la oportunidad de hacer una escapada a Italia viajando a través de las páginas de un libro que, como definió la misma Ginzburg, "ilumina con desesperada claridad la relación entre el hombre y la ciudad, es decir, entre la multitud y la soledad".

Una buena forma de hacer frente al primer verano sin poder ir a la ciudad eterna. O, visto de otra forma, el último antes de poder volver a vivir un verano en Roma.