Si vienes de una familia religiosa y mínimamente practicante, hay una serie de episodios que normalizas en primera instancia pero no adquieren su verdadera dimensión hasta que aprendes a razonar por ti mismo. Es aquella enigmática pulsión que te empuja a hacer caso de los adultos y entrar en un templo en el que realmente no quieres estar. Es participar en una liturgia que se te hace tan extraña como inquietante, y oír apelaciones a un ser invisible pero que parece pervivir en todos los rincones. Es el miedo al castigo por incumplimiento de unas normas no escritas (hay que están escritas, pero alguien se encarga de interpretar para ti) o la promesa de otra vida que nunca te acabas de creer.

Todo configura una atmósfera que, de una manera u otra, te impregna. Te define, en el fondo, aunque sea porque acabas alejándote tanto como puedes. Un sentimiento, este, que oscila entre el rechazo, el desconcierto y también el respeto, porque al fin y al cabo te zambulliste de la mano de alguien que amabas. De alguien que formaba parte de este pilar aparentemente inalterable, pero más frágil de lo que nunca te habrías imaginado, que es la familia. De todo eso, y mucho más, habla La Mesías, que junto con Veneno es la mejor obra de los Javis —Javier Calvo y Javier Ambrossi— y la constatación que estos autores encuentran su mejor cara cuando exploran lo que hay de terrorífico, singular, tragicómico e imprevisible en las realidades más próximas. En este caso a propósito del monstruo que más miedo hace: el que tenemos dentro de casa.

Foto La Mesias 2

La serie, estrenada en Movistar, apuesta por los saltos temporales para mostrarnos la historia de dos hermanos que huyeron de la garganta del lobo pero siguen pagando el precio de lo que dejaron atrás. El detonante de la trama es un contraste tan curioso como elocuente: vienen de una realidad opresiva en que las creencias podían más que la razón y los espacios domésticos parecían haber perdido su color, pero resulta ser el vídeo viral de un grupo femenino de pop cristiano lo que despierta a sus demonios interiores. Él, Enric —Roger Casamajor—, ve cómo el grupo musical le evoca la bestia y la vuelve epidérmica y dolorosa; ella, Irene —Macarena García—, representa la huida adelante que nunca acaba de cerrar las heridas. En medio de los dos, una madre, Montserrat, que se hace igual de memorable en todos sus rostros y que merece figurar en la antología de progenitoras fanáticas que encabeza la sensacional Piper Laurie de Carrie.

Una de aquellas series que te crecen dentro de la cabeza y que, a la larga, acabas citando como una de las imprescindibles

La Mesías propone, pues, una radiografía de los monstruos que crea la religión, y también una expresión narrativa, tan arriesgada como fascinante, de las aplicaciones cotidianas del fanatismo. Los Javis vuelven a demostrar que tienen un don a la hora de sumar géneros aparentemente irreconciliables, construyendo personajes que se hacen creíbles desde la hipérbole y, al contrario, que se subliman a partir de una desarmante sencillez. Es terrorífica y angustiante en algunos pasajes, morbosa y juguetona en otros; es divertida, chocante, delirante y costumbrista. Una de aquellas series que te crecen dentro de la cabeza y que, a la larga, acabas citando como una de las imprescindibles.