CARD 1.6.23

“Internet es increíble y cambia cada día”, arranca el vídeo. Y hasta qué punto. El ciberespacio ha supuesto un zarandeo demoledor, especialmente consciente para la generación (más o menos) millenial, la que pasó de hacer trabajos con Enciclopedia Encarta en cedé a sacarse el Bachillerato gracias a El Rincón del Vago. Los que se conectaban jodiendo la llamada de mamá con la abuela, los que escuchaban el “tiro-tiro-rooo” que daba acceso a un mundo de Minijuegos y Messenger, los que descargaron con Emule y vieron un protoYouTube plagado de vídeos caseros. Aquellos que vieron nacer –y morir– el limitado Internet wiki. Para los que Internet se convirtió en desenfreno, tendencia, absurdo, fuente y perdición. Para todos ellos, la canción y vídeos del artista catalán tres eles (alias del periodista, creador audiovisual y agitador cultural, fundador de Lafera.cat, Internet longa-vita brevis Albert Lloreta) resume aquel primer hipermundo plagado de vídeos inocentes y virales antes de que existiese el concepto. 

Una memoria colectiva online y cultura digital sobre la que el mismo Lloreta ha reflexionado algunas veces en lugares como el CCCB de Barcelona y a las que ahora rinde culto en un tema, Netscape, que, más allá de la nostalgia, sirve como review de las dos últimas décadas

Internet es todo

Una memoria colectiva online y cultura digital sobre la que el mismo Lloreta ha reflexionado algunas veces en lugares como el CCCB de Barcelona y a las que ahora rinde culto en un tema, Netscape, que, más allá de la nostalgia, sirve como review de las dos últimas décadas. Una revisión que nos muestra hasta qué punto todo lo que ha emergido del mundo digital ha permeado en la cultura (y viceversa). Precisamente, el collage de Lloreta no sólo se viste de vídeos de perros, cortos bobos, animación futurista, otras tonterías y documental involuntario (qué es sino el Techno Viking), también lo hace de un hiperpop donde todo cabe. Porque en Internet, todo cabe. Desde el conservadurismo más casposo, pasando por el revival eterno, y acabando en el progreso, en la vanguardia. Por ello, el productor –él odiaría el término, pero es lo que es al fin y al cabo, por bedroom que sea la canción– ha construído a base de IDM libre, sonidos paneados, el glitch justo y un sampler del videojuego Zelda (1986, primera entrega). Porque Internet son todas esas cosas, lo vulgar y lo refinado. Lo espontáneo y el turbocapitalismo

El collage de Lloreta no solo se viste de vídeos de perros, cortos bobos, animación futurista, otras tonterías y documental involuntario (qué es sino el Techno Viking), también lo hace de un hiperpop donde todo cabe

Internet es, sobre todo, el vídeo casero con el que termina la pieza: el autor de pequeño, mellado, ante su ordenador antiquísimo. Esa cara de ilusión y desenfreno, la fascinación por descubrir. Y, a la vez, la fineza incómoda de ese teclado manso, ambient, del final: Internet es la suma de Un mundo feliz (1932), el clásico distópico de Aldous Huxley, una droga del día a día, la “bullshit que –dicta el mismo Lloreta– nos llena las siestas”