Foixà (condado de Empúries), 29 de julio de 1396. Hace 626 años. El conde-rey Juan I sufría un misterioso accidente de caza que le causaría la muerte y, acto seguido, se abría la caja de los truenos de la cuestión sucesoria. Juan, casado en dos ocasiones, no tenía descendencia masculina superviviente. Y sus dos hijas, Juana (1375), de su primer matrimonio con Marta de Armagnac, y Violante (1384), de su segundo matrimonio con Violante de Bar, serían ignoradas por su condición de género. En su lugar sería coronado su hermano pequeño Martín. Y María, la esposa de Martín, que no había sido preparada para reinar, se sentaría en el trono y sería una excelente gobernante; enérgica y resolutiva, a las antípodas del perfil y del estilo inseguro de su marido.

Representación de Martí el Vell y Martí el Jove (marido e hijo de Maria). Font MNAC
Representación de Martín el Viejo y Martín el Joven (marido e hijo de María) / Fuente: MNAC

¿Quién era y de dónde venía María de Luna?

María (Pedrola, reino de Aragón, 1353) era la única hija superviviente de la pareja formada por Lope de Luna, de la casa aragonesa de Luna, y por Brianda de Got, de la casa provenzal de Got. Los Luna habían adquirido un protagonismo destacado y una situación privilegiada durante la Guerra de la Unión (1347-1348) que había enfrentado el poder central (representado por la cancillería de Barcelona) con los poderes periféricos (representados por las oligarquías aragonesas). En aquel conflicto, los Luna fueron una de las pocas familias de aquella oligarquía aragonesa que se alineó con la corona y, después de la incontestable victoria de Pedro III en Épila (1348), pasaron a gravitar en la órbita de la familia real y de la cancillería de Barcelona.

¿Cómo llega María a la corte?

Doce años después de Épila (1360), Lope de Luna culminaba su maniobra de acercamiento a la familia real con el compromiso de boda de su única heredera María, que en aquel momento tenía siete años, con Martín, segundo hijo de Pedro III y de su tercera esposa Leonor de Sicilia, segundo, también, en el orden sucesorio al trono de Barcelona, y que en aquel momento tenía cuatro años. El compromiso documentado preveía que María, al cumplir los ocho años (1361), pasaría a residir en la corte de Barcelona y sería educada —personalmente— por su futura suegra. Durante once años (1361-1372) formó parte del séquito de la reina, y el 13 de junio de 1372, poco después de cumplir los dieciocho años, fue casada con su eterno prometido.

Maria de Sicilia i Blanca de Navarra (las dos nueras de Maria). Fuente Wikimedia Commons (1)
María de Sicilia y Blanca de Navarra (las dos nueras de María) / Fuente: Wikimedia Commons

¿Cómo llega María al trono?

Martín y María llegaron al trono de un modo relativamente inesperado. El repentino accidente de Juan (que no había otorgado testamento) puso la cancillería de Barcelona en una situación comprometida. Por una parte, estaban las dos hijas del difunto. Juana, la mayor, estaba casada con el ambicioso y capacitado Mateo de Foix, pero demasiado comprometido con la monarquía francesa. Y Violante, la pequeña, todavía era soltera y había dado muestras de una gran inteligencia política. Pero por razón de edad, requería la regencia de la viuda del cazador, Violante de Bar, también excesivamente comprometida con la monarquía francesa. Con este paisaje, la cancillería impuso la tradición patriarcal del Casal de Barcelona, que no tenía una reina titular desde el siglo XI, y coronó a Martín.

El país que encontró María

El gobierno de Juan (1387-1396) había sido decepcionante. A la víspera de su muerte, el campo catalán (que concentraba las dos terceras partes de la población del país) vivía un clima de preguerra civil provocado por los efectos de la peste negra (1348-1351). Los terratenientes agrarios pretendían compensar la pérdida de rentas causada por el descalabro demográfico (desaparición de fuerza motora de trabajo), con un incremento desorbitado de las cargas sobre el campesinado superviviente. Y en las ciudades, el paisaje social y económico no era mejor: la especulación de alimentos en manos de personajes de la cancillería real se había traducido en un cuadro de miseria que culminaría con los terribles pogromos contra la minoría judía (1391). El trono que heredó María tenía la base llena de clavos.

Maria de Sicilia i Blanca de Navarra (las dos nueras de Maria). Fuente Wikimedia Commons (2)
El Mediterráneo occidental en la época de María de Luna. Fragmento del Atlas Catalán (1375) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

¿Martí, dónde estás?

Cuando Juan se cayó misteriosamente del caballo, Martín estaba en Palermo, oficialmente, asesorando a su hijo Martín el Joven en la gobernación de Sicilia. Martín el Joven era rey consorte de Sicilia desde que se había casado con su prima María de Aragón (1392). Poco después, cuando María de Luna recibió la noticia de que serían coronados, envió un correo real a su marido. Pero Martín el Viejo no entendió o no quiso entender la urgencia y la importancia de su retorno a Barcelona y se excusó en varias ocasiones pretextando que la política siciliana requería decisiones muy meditadas. Esta falta de resolución sería una constante en sus años de reinado (1396-1410), pero en aquel momento María le escribió diciendo: "Mientras los médicos disputan, el paciente se muere".

María, una gobernante excepcional

Martín tardó un año en volver a Barcelona. Pero María no se echó atrás y tomó las riendas del poder. Y con Martín en el trono fue una pieza fundamental. Defendió la redención del campesinado feudal catalán, reducido, prácticamente, a la esclavitud. Defendió la protección a las minorías perseguidas: los moriscos y los judíos aragoneses, saqueados y asesinados al amparo del poder. Y promovió la reglamentación del comercio: durante su reinado se creó la Mesa de Cambio (1401), el primer banco público de la historia. María fue la primera gobernante moderna, en el sentido más amplio del término, del Casal de Barcelona. Pero su prematura muerte (1406) pondría al descubierto las carencias de Martín, que se murió —mientras escuchaba y pensaba— con toda la colada en el lavadero.