Tortosa, 16 de febrero de 1836. Hace 183 años. La Primera Guerra Carlista (1833-1840) ya había estallado. El capitán general de Catalunya, el isabelino Francisco Espoz y Mina firmaba la orden de fusilamiento de Anna Maria Grinyó, la madre del general carlista Ramon Cabrera, denominado "el Tigre del Maestrat". Espoz y Mina había actuado por recomendación del también isabelino general Nogueras Pitarque, que sería quien ejecutaría la orden. El fusilamiento de Anna Maria Grinyó, una persona que no tenía ninguna implicación en aquel conflicto, y que fue asesinada por el simple hecho de ser la madre del principal general carlista en Catalunya, pondría al descubierto los intestinos y las entrañas de una guerra que iba más allá de las diferencias ideológicas. El fusilamiento de Anna Maria Grinyó marcaría un antes y un después que explica el perfil y la figura del Tigre del Maestrat.

Litografía del fusilamiento de la madre de Cabrera, obra de Fernando Miranda. Fuente Wikimedia Commons

Litografía del fusilamiento de la madre de Cabrera, obra de Fernando Miranda / Fuente: Wikimedia Commons

¿Quién era Ramon Cabrera?

Ramon Cabrera había nacido en Tortosa el año 1806, en una familia de ideología tradicionalista dedicada al tráfico fluvial de mercancías. Napoleón todavía no había ocupado la península Ibérica ni había incorporado Catalunya al Primer Imperio Francés. Pero las brisas de la primavera revolucionaria francesa (1789-1793) ya se habían extendido por el país. Este detalle es muy importante, porque explica que el conflicto entre isabelinos y carlistas, es decir, entre liberales y absolutistas, tenía un origen que remontaba mucho antes de la muerte de Fernando VII (1833) y el estallido de la guerra. Cuando nació Ramon Cabrera, la sociedad catalana ya estaba claramente dividida en dos bloques ideológicos y sociológicos, y la Primera Guerra Carlista no sería más que la consecuencia final de aquella división. Por lo tanto, se puede decir que el Tigre del Maestrat sería un producto de su tiempo.

¿De dónde venía Ramon Cabrera?

Cuando en el año 1833 estalló el conflicto bélico (el conflicto social ya hacía años que había estallado), Cabrera tenía 26 años y pico y era estudiante del seminario de Tortosa. Este dato es muy revelador, porque indica que Cabrera habría ingresado en la carrera eclesiástica en una etapa de su vida relativamente tardía. Muy probablemente aquella decisión estaría influida por dos factores determinantes: el primero, la tradición ideológica familiar; y el segundo —el que más y mejor explicaría el perfil de Cabrera— impulsado por el escenario social general. Durante los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, conocidos como la Década Ominosa (1823-1833), el régimen absolutista y represor de Fernando VII (1823-1833) no había hecho nada más que radicalizar los dos bloques. La muerte del monarca fabricante de aquella espiral de violencia no haría más que precipitar la guerra.

¿Quiénes eran los carlistas catalanes?

A menudo se ha explicado la historia de aquel conflicto reduciéndolo a un enfrentamiento entre partidarios de la reina Isabel II y los del pretendiente Carles Maria Isidre. Es decir, entre liberales y tradicionalistas. Pero en Catalunya (como en el País Valencià y en Aragón) tenía un componente foralista muy potente que, rápidamente, se convertiría en el nervio ideológico del movimiento. Lisa y llanamente, los carlistas catalanes (y los valencianos y los aragoneses), postulaban la recuperación del régimen foral anterior a 1714. No obstante, no hay que olvidar que el movimiento carlista se manifestó, siempre, como el enemigo del estado burgués, es decir, de la progresión política de las clases mercantiles de Barcelona y de Reus. El carlismo ideológico creció sociológicamente, y alimentó el odio a la figura del burgués urbano acusado de provocar las crisis que, en varias ocasiones, habían arruinado el campo catalán.

Grabado de Tortosa (1824), obra de G. Engelmann. Fuente Cartoteca de Catalunya

Grabado de Tortosa (1824), obra de G. Engelmann / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Por qué el Tigre del Maestrat?

La historia del general Cabrera es el paradigma del líder militar carlista. Cuando estalla el conflicto bélico, Cabrera hace buena la cita "echarse al monte". Durante un tiempo lideró partidas de combatientes muy atrevidos en la comarca del Maestrat valenciano y aragonés, que actuaban motivados por una mezcla de valor, radicalidad y destino sagrado. Aquel tipo de talibanes del Maestrat supieron "sacar petróleo" de situaciones y escenarios impensables. De aquí le venía el sobrenombre. Pero Cabrera acabaría dirigiendo el ejército carlista de Catalunya por una extraña conjunción de acontecimientos: los liberales, desde un buen principio, habían convertido aquella guerra en una brutal venganza a la represión de Fernando VII. Y todos los generales carlistas que capturaban los fusilaban sin juicio.

Grabado|Gravado del general Cabrera (1845), obra de Buenaventura de Córdoba. Fuente Wikimedia Commons

Grabado del general Cabrera (1845), obra de Buenaventura de Córdoba / Fuente: Wikimedia Commons

El Tigre del Maestrat en Catalunya.

Cuando el general Carnicer fue capturado y fusilado por los liberales (6 de abril de 1935), Cabrera quedó, prácticamente, como el único oficial carlista de rango al ejército del este (Catalunya, País Valencià, Aragón). En aquel contexto, el resultado de la guerra ya se empezaba a inclinar hacia el bando isabelino. Sin embargo, Cabrera tuvo el control de una buena parte del territorio catalán durante cuatro años largos. Y sería el último general carlista en abandonar el combate: resistiría hasta la Batalla de Berga (4 de julio de 1840) —la última de aquella guerra— casi un año desprendido de la firma del Convenio de Bergara, que tenía que poner fin al conflicto. Este detalle es muy importante, porque revela que el carlismo sociológico tenía una base de apoyo muy importante en Catalunya.

El Tigre del Maestrat, ¿catalán o español?

La relación del general Cabrera con el resto de oficiales del ejército carlista es muy reveladora. En las campañas militares de La Mancha y de La Rioja, sus compañeros de armas prefirieron perderlo de vista antes que contar con sus inestimables fuerzas que habrían podido hacer cambiar el curso de los acontecimientos. Incluso lo acusaron falsamente de beneficiar a los combatientes catalanes en perjuicio de los aragoneses. Pero aquellas "batallas de campanario" tenían más componente personal que nacional. El general Cabrera no había pasado nunca por una academia militar. Pero, en cambio, era muy superior —tácticamente y estratégicamente— a la mayoría de los oficiales carlistas que procedían de la carrera militar. Se puede decir que a Cabrera le pasó como s el vasco Zumalacárregui: que, para neutralizar aquellas calumnias, siempre tuvieron que demostrar su españolidad.

Cabrera se despide de sus soldados y oficiales después de la Batalla de Berga. Grabado de Francisco Saiz. Fuente Museo Zumalacárregui. Diputación Foral de Guipúzcoa

Cabrera se despide de sus soldados y oficiales después de la Batalla de Berga. Grabado de Francisco Saiz / Fuente: Museo Zumalacárregui. Diputación Foral de Guipúzcoa

Cabrera, ¿de tigre a gatito?

Después de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), Cabrera se exiliaría en Francia. Y cuando estalló la réplica de aquel conflicto (1846) no se incorporó al combate hasta tarde (1848) y después de que Carles de Borbó i Bragança (el hijo del Pretendiente) se lo pidiera casi de rodillas. Y en la Tercera Guerra (1875), ni siquiera participaría. Durante aquellos años, el pensamiento ideológico de Cabrera evolucionó hacia postulados más liberales. No obstante, conservaría el nervio de su ideología, y desde su exilio de Inglaterra (1850-1877) se manifestó partidario de recuperar el estado foral —la arquitectura hispánica anterior a 1714— como el instrumento que tenía que enterrar definitivamente el conflicto. El fracaso de la propuesta de Cabrera sería, también, uno más de esta fábrica secular de fracasos denominada España.