Barcelona, 11 de septiembre de 1714. Hace 307 años. Después de 412 días de asedio y bombardeos, a las cuatro y media de la madrugada, las tropas borbónicas franco-castellanas conseguían saltar algunos puntos de la muralla, pero fueron parados en las primeras y segundas líneas defensivas, situadas sobre la trama urbana de la ciudad. El 11 de septiembre no fue el día de la derrota. Fue el día en que aquel conflicto -en su última fase denominada Guerra de los Catalanes (1713-1714)-, se trasladó al interior de Barcelona. Sobre el barrio de la Ribera se combatió calle a calle, plaza a plaza, y casa a casa. Pero a mediodía se detuvieron los combates, y se iniciaron las conversaciones que, dos días más tarde (13/09/1714), culminarían con la capitulación negociada. ¿Como vivieron los barceloneses y barcelonesas del momento aquella tensa incertidumbre?

Grabado moderno que representa las conversaciones entre contendientes, obra de Joaquim Furno (siglo XIX). Fuente Archivo Historic de BarcelonaGrabado moderno que representa las conversaciones entre contendientes, obra de Joaquim Furno (siglo XIX) / Fuente: Archivo Histórico de Barcelona

La falsa compasión de Borbón

Durante años la historiografía nacionalista española ha divulgado un falso mito para explicar aquella tregua: la voluntad de perdón y el sentimiento de compasión de Felipe V -el primer Borbón hispánico- hacia sus súbditos catalanes, que se le habían rebelado mezquina y traidoramente en 1705. Pero las fuentes documentales y la investigación moderna no tan solo desmienten esta versión, sino que prueban que la auténtica voluntad de Felipe V -y de su círculo más inmediato de gobernantes- era destruir para siempre a los catalanes. Desde que las tropas borbónicas habían puesto sitio en Barcelona (25/07/1713), Felipe V no previó otra opción que la rendición incondicional de los catalanes. Básicamente por todo lo que significaba "rendición incondicional": aplicar, como quedaría sobradamente patente en el Decreto de Nueva Planta (1717), el "justo derecho de conquista".

¿Por qué se detuvieron los combates?

Las mismas fuentes documentales y la misma investigación moderna han puesto de relieve que Berwick -el máximo mando borbónico en Catalunya- no tan solo se avino a parlamentar, sino que promovió la rendición pactada. ¿Por qué? Pues porque desde que había empezado el asedio (trece meses y medio antes) las tropas borbónicas habían perdido 15.000 efectivos, que representaban un 75% de las fuerzas inicialmente destinadas a aquella operación. Eso, que a nuestros ojos representa una auténtica carnicería, para Felipe V no era más que una anécdota y para Berwick un contratiempo. Lo que realmente preocupaba a Berwick era la remota (o no tanto) posibilidad de ser derrotado a última hora por un ejército formado por civiles. Eso habría arruinado, para siempre, su carrera y su prestigio. Por lo tanto, en aquel pantanoso escenario, tenía poco que ganar y mucho que perder.

Grabado que representa los combates en la muralla de Barcelona (circa 11 09 1714), obra de Jacques Rigaud (1732). Fuente Cartoteca de CatalunyaGrabado que representa los combates en la muralla de Barcelona (circa 11-09-1714), obra de Jacques Rigaud (1732) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Qué pasó durante la tarde del 11 y la jornada del 12?

Tampoco es cierta aquella cita de la historiografía romántica catalana (del siglo XIX), que afirma que a primera hora del día 12 se reabrieron las tiendas de la ciudad, que habían sido cerradas durante los combates del día anterior. Barcelona había sufrido un asedio devastador que la investigación moderna estima en unas 6.000 víctimas mortales, que representarían entre un 10% y un 12% de la población total (residentes y refugiados). Y sufrió, también, la destrucción total de una tercera parte de su parque inmobiliario, y parcial de otra tercera parte. A todo eso tenemos que añadir que aquella tregua era un "alto al fuego"; por lo tanto, la población barcelonesa continuaba encuadrada en la Coronela (el ejército municipal formado por mandos profesionales y tropa civil); armada y dispuesta a reanudar los combates. Insistimos, el día 11 no se certificó ningún tipo de derrota.

¿Qué más pasó durante la tarde del 11 y la jornada del 12?

Pero la situación de los defensores no invitaba a grandes expectativas. Si bien es cierto que las fuentes documentales relatan que la moral de la tropa catalana era muy alta (como lo demuestra la energía y la efectividad de sus movimientos en los episodios de guerra urbana del día 11) también lo es que la ciudad hacía meses que sufría escasez de alimentos y de agua, que las reservas de munición estaban permanente en riesgo y que en algunos barrios se había detectado la existencia de focos infecciosos causados por el difícil escenario que había impuesto aquel asedio. Todas estas circunstancias tuvieron un peso determinante en las conversaciones. Sin embargo, lo que más sorprende es que en aquellas circunstancias extremas los representantes políticos catalanes tuvieron la habilidad de poner los miedos ocultos de Berwick sobre la mesa y llevar las conversaciones hacia una salida negociada.

Berwick pasa del Borbón

Eso le ahorró a Barcelona la consumación de una tragedia que habría podido significar la desaparición de la ciudad. Felipe V no quería capitular la rendición porque, en el contexto de la época, la toma de la ciudad o la rendición incondicional iba asociada al terrible derecho de saca que se otorgaban los ocupantes: el saqueo de los patrimonios y el asesinato indiscriminado de la población civil. Ya había avisado la difunta reina Luisa Gabriela (primera esposa de Felipe V), cuando proclamó que antes que perdonar a los catalanes era capaz de tirar a sus hijos por el balcón. Sin embargo, a pesar de este clima de venganza que imperaba en los cenáculos de poder de Madrid, fundamentado sobre una cultura punitiva que remontaba a la Guerra de Separación (1640-1652), Berwick, más por una cuestión de praxis que por un tema de conciencia, pasó totalmente del Borbón.

Grabado que representa los combates en el Born (11 09 1714), obra de Jacques Rigaud (1732). Fuente Cartoteca de CatalunyaGrabado que representa los combates en el Born (11-09-1714), obra de Jacques Rigaud (1732) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

La venganza borbónica

Efectivamente, Berwick y las autoridades políticas catalanas pactaron la entrega ordenada de todas las fortalezas de la ciudad. Y la garantía de respeto a las vidas y a los bienes de todos los combatientes. Cuando menos, de los civiles. Estas capitulaciones se firmaron a primera hora del día 13. Pero el régimen borbónico estaba tan contrariado y resentido por el resultado de aquella guerra (sobre todo por las pérdidas territoriales a favor de las potencias austriacistas), y tan sediento de venganza (para justificar su ideología autoritarista y despótica), que no tardó ni una semana en revertir la situación. Aunque Berwick había sido autorizado plenipotenciariamente a actuar en nombre de Felipe V, su relevo, el sanguinario Jean-François de Bette et de la Croix, convirtió Barcelona, y por extensión Catalunya, en un macabro castillo del terror borbónico.

Imagen principal: Grabado que representa Barcelona antes del asedio de 1714, obra de Johann Stridbeck (1740) / Fuente: Cartoteca de Catalunya