Tordesillas (Corona castellano-leonesa), 7 de junio de 1494. Fernando II, rey de la Corona catalanoaragonesa, Isabel I, reina de la Corona castellanoleonesa y Juan II, rey de la Corona portuguesa, firmaban el Tratado de Tordesillas, que dividía el mundo en dos zonas de expansión. La línea que, por primera vez en la historia, dividía el planeta en dos bloques fue trazada por un árbitro catalán: el comerciante, navegante y cosmógrafo Jaume Ferrer (Vidreres, 1445 – Blanes, 1523). Ferrer fue reclamado por su prestigio pero, también, por sus vínculos familiares y profesionales: era uno de los representantes más destacados del funcionariado al servicio de la aristocracia catalana, la que durante el siglo XV había mantenido una posición ambivalente con las estirpes que se disputaban el trono de Barcelona: los Urgell catalanes, los Trastámara castellanos, y los Avis portugueses.

Lisboa (siglo XVI). Fuente Universidad Cardenal CervantesLisboa (siglo XVI) / Fuente: Universidad Cardenal Cervantes

¿Quién era Jaume Ferrer?

Las fuentes documentales revelan que Jaume Ferrer tuvo una vida intensa y muy viajada. Nacido y criado en una época de gran convulsión en Catalunya (Guerra Civil catalana, Revolución Remença, conflicto de la Biga y la Busca), formaría parte de una generación que se vería obligada a seguir a sus patrones en el exilio. Jaume Ferrer, particularmente, siguió los pasos de los poderosos vizcondes de Cabrera que, históricamente, habían tenido una relación muy tensa con los Trastámara de Barcelona. Especialmente durante el conflicto de la Guerra Civil catalana (1462-1472), que había enfrentado la corona, enredada en imponer -a la fuerza- un modelo político autoritario (oportunamente maquillado de rampante modernidad), y la nobleza, agarrada al apolillado y decrépito sistema feudal que blindaba sus privilegios (la defensa del pactismo solo era un pretexto).

¿Por qué en Nápoles?

La ciudad y reino de Nápoles habían estado, definitivamente, incorporados al edificio político catalano-aragonés en tiempo de Alfonso el Magnánimo (1442). Era una de las promesas "electorales" de Fernando de Trastámara al Compromiso de Caspe (1412): promover grandes empresas militares para recuperar el liderazgo mercantil catalán y valenciano en el Mediterráneo. Pero Alfonso -que murió sin descendencia legítima (1458)- dividió sus estados entre su hermano pequeño Joan (que heredó los dominios peninsulares, las Mallorcas, Sicilia, y Cerdeña), y su hijo natural Ferrante, que había engendrado con la cortesana Giraldona Carlino (que heredó el reino de Nápoles). A partir del hecho, la capital partenopea, que ya estaba llena de catalanes (funcionarios, comerciantes), se convertiría en el principal punto de destino del exilio nobiliario catalán.

Napols (siglo XVI). Font WikipediaNápoles (siglo XVI) / Fuente: Wikipedia

Jaume Ferrer, comerciante y navegante

El exilio de Jaume Ferrer (siguiendo a sus patrones) lo pondría en contacto con un dinámico grupo de navegantes catalanes que, estratégicamente situados en el puerto de Nápoles, dominaban las rutas comerciales entre los dos extremos del Mediterráneo (este y oeste) e, incluso, más allá del estrecho de Gibraltar. Esta relación impulsaría el segundo paso decisivo de su vida: sin abandonar las funciones que ejercía en la oficina de sus patrones (era tesorero de la matriarca Anna de Cabrera), se especializó en el complejo comercio de joyas que requería grandes conocimientos de gemología y, también, por razones obvias de seguridad, de náutica y de cosmología. Jaume Ferrer formaría parte de un selecto grupo de navegantes catalanes, mallorquines, valencianos y napolitanos que -antes que Colom- ya aventuraban que era posible llegar a Extremo Oriente atravesando el Atlántico.

Catalunya, capital Nápoles

Después de la Peste Negra (1348-1351) y de los Pogromos (1391), el liderazgo mediterráneo de Barcelona había quedado muy comprometido. La construcción de la Casa de la Llotja (segunda mitad del siglo XIV) y la constitución de la Taula de Canvi (1401) se explican en un contexto de crisis y, también, de clara voluntad de restauración del poder barcelonés y catalán. Pero a pesar de todo aquel paisaje permanentemente convulso no ayudaba. Las fuentes documentales revelan que durante aquel siglo, las clases mercantiles catalanas no habían perdido su dinamismo tradicional, pero sí que buscaron el abrigaño de los puertos de Valencia y, sobre todo, de Nápoles. No tanto durante el reinado de Alfonso el Magnánimo -en el tiempo desplazó el gobierno efectivo de sus estados a Nápoles-, sino que fue a la conclusión de la Guerra Civil catalana (1472) y de la implantación de la Inquisición hispánica en Catalunya (1483).

Barcelona (siglo XVI). Fuente Cartoteca de CatalunyaBarcelona (siglo XVI) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

La Inquisición hispánica

Cuando Fernando el Católico inoculó la Inquisición hispánica en Catalunya (1483), todavía faltaban nueve años para el Decreto de la Alhambra (1492), que significaría la expulsión de los judíos y el inicio de la persecución de los conversos. Y todavía faltaban treinta y cuatro años (1517) para que Martín Lutero proclamara lo que sería, oficialmente, el punto de partida del protestantismo. Sin embargo, en cambio, desde un primer momento, la Inquisición -en Barcelona- organizó docenas de juicios contra personajes como Joana Vilella -de los mercaderes Vilella-, el mercader Creixell, las familia de los coraleros Vinyes y Amich, la familia del jubonero Pere Llinars, Violant Benet -de la familia naviera Benet-, el corredor de oreja Ferreres o Francina Benedit -esposa de Martí Benedit, nombrado "procurador de los miserables".

Ferrer y Colón

Inicialmente, Jaume Ferrer no parece que forme parte de este grupo de disidentes -políticos y religiosos- del régimen hispánico. Su participación, en calidad de asesor, en los preparativos del primer viaje colombino (1486-1492) y en las negociaciones de Tordesillas (1494) -como árbitro reconocido por todas las partes en conflicto- disipa las sospechas. Pero conviene no olvidar dos hechos importantes que desvían la trayectoria profesional y vital de Ferrer. La expulsión del napolitano -y probablemente de origen catalán- Joan Cabot del proyecto colombino (1489) incrementó su presencia y su influencia en aquella empresa. Sin embargo, en cambio y posteriormente, a partir del momento en que Bernat Boïl y Pere Bertran Margarit, tripulantes del segundo viaje colombino (1493), inician la injuriosa campaña contra los Colón (1494), Ferrer desaparece, totalmente, de la escena pública.

Londres (siglo XVI). Fuente Universidad Cardenal CervantesLondres (siglo XVI) / Fuente: Universidad Cardenal Cervantes

Ferrer y Cabot

Jaume Ferrer murió plácidamente en Blanes a la avanzada edad -para la época- de setenta y ocho años (1523), dedicado a la explotación de sus viñas, totalmente marginado de la escena política. Sería el último testimonio de una generación de comerciantes catalanes, valencianos, mallorquines y napolitanos comprometidos en la primera empresa hispánica de América, la de Fernando el Católico y la del banquero Santàngel. Una generación que desaparece misteriosamente, a excepción del mencionado Joan Cabot, que reaparece en Inglaterra (1496) liderando un proyecto americano propio. Joan Cabot -viejo conocido de Ferrer, de Colón, de Santàngel, del papa Borja y de Fernando el Católico- sería el pionero de la colonización inglesa de América, y el primer "catalán" (y quién sabe si el único o no) que pisó las costas de los actuales Estados Unidos.

 

Imagen principal: Mapa mundi anónimo con el meridiano de Tordesillas (1502). Fuente Biblioteca Universitaria de Módena