Indika (actualmente Ullastret, Baix Empordà), siglo III a.C. Uno de los múltiples enfrentamientos entre las naciones noribéricas asentadas a caballo entre los Pirineos orientales o, incluso, algún tipo de conflicto interno, se saldó con un mínimo de quince víctimas mortales. Los cadáveres fueron decapitados y las cabezas fueron clavadas en la fachada de las casas de los vencedores. Trofeos de guerra que explican una macabra práctica en un contexto de tensiones intertribales y de violencia generalizada. La fisonomía del "chico de Indika" reconstruida con la tecnología 4D a partir de los restos óseos del cráneo de la víctima, también nos revela que la apariencia de aquellos primeros catalanes —de hace 2.500 años— no era nada diferente a la nuestra.

Mapa de los pueblos pre romanos. Fuente Indo European Languages, Culturas & Peoples

Mapa de los pueblos prerromanos / Fuente: Indo European Languages, Culturas & Peoples

¿Quién era el chico de Indika?

El chico de Indika era un joven entre 16 y 18 años que, en aquella época y en aquel contexto, ya tenía la consideración de adulto y, por lo tanto, ya podía tomar parte en las operaciones bélicas. La reconstrucción facial revela que tenía una estatura en torno a 1,60 metros, era de complexión magra, tenía la piel curtida, los ojos verdes o grises, el pelo castaño claro y... sufría desnutrición. Este último detalle lo convierte en un fenómeno singular. No tanto porque pone de relieve un hecho incuestionable (las profundas desigualdades en aquellas sociedades), sino porque, en el mundo noribérico, la actividad guerrera estaba reservada a las élites dominantes (políticas, sociales y económicas), que eran, precisamente, las que no sufrían problemas de infraalimentación.

¿Qué le pasó al chico de Indika?

Hasta ahora no es posible explicar las causas que lo sitúan en aquella reyerta mortal. Ni siquiera situar sobre el terreno el escenario bélico donde encontró la muerte. Pero las posibles explicaciones no pueden ser más que tres. O bien había sido excepcionalmente "militarizado" por su patrón (el oligarca de quien su familia dependía política y económicamente); o bien se había alistado voluntariamente con la promesa de obtener parte de un hipotético botín; o bien formaba parte de algún grupo disidente que, por alguna causa de tipo social o económico, se habría rebelado contra el poder local. Lo que sí que es seguro es que el oligarca de Indika que lo mató clavaría su cráneo en la fachada de su casa como una demostración de fuerza y, probablemente, con un propósito de escarmiento.

Mapa de los pueblos norte ibéricos. Fuente Archivo ElNacional

Mapa de los pueblos noribéricos

¿Qué era Indika?

Indika era uno de las grandes ciudades del mundo noribérico. Estaba situada sobre el paraje actualmente denominado Puig de Sant Andreu, en el municipio de Ullastret, y era la capital de los indigetes, una de las doce naciones noribéricas que ocupaban el arco mediterráneo entre la desembocadura del Ródano, en el norte, y la del Túria, en el sur. Según la investigación arqueológica, en el momento de su plenitud (que coincidiría con la muerte del chico de Indika y la exhibición de sus restos) llegó a concentrar una población de unos 6.000 habitantes. En aquel mundo noribérico, sólo la Iltirta —de Indíbil y de Mandonio—, con 10.000 habitantes, la superaba en fuerza demográfica y económica.

¿Quiénes eran los guerreros de Indika?

Los indigetes eran una de las naciones noribéricas que tenía una relación más estrecha con los pueblos del Mediterráneo central y oriental. Pero su organización política y social no era demasiado diferente con respecto a otros pueblos noribéricos de los valles bajos del Ebro y del Segre, más orientados hacia los vecinos celtas del interior de la Península y protovascos de los Pirineos. Los estratos superiores de la pirámide social estaban ocupados por una minoritaria casta que tenía el monopolio absoluto del poder (económico, político y militar). Es decir, propietarios latifundistas que —al mismo tiempo— eran comerciantes, gobernantes y guerreros. En cambio, los estratos inferiores estaban ocupados por una amplia mayoría social formada por pequeños agricultores empobrecidos y jornaleros míseros.

Reconstrucción virtual de Indika. Fuente Generalitat de Catalunya

Reconstrucción virtual de Indika / Fuente: Generalitat de Catalunya

¿Con quién tenían conflictos los indigetes?

El dibujo de aquellas sociedades apunta claramente a graves conflictos internos. De hecho, coincidiendo con la época del chico de Indika, los arqueólogos fechan el abandono repentino —por incendio o por destrucción— de varias poblaciones del territorio noribérico. Principalmente en los valles bajos del Segre y del Ebro, donde aquellas oligarquías, muy reveladoramente, se fortificaban en el interior de ciudades-palacio amuralladas. Pero las tensiones territoriales y los intereses comerciales también eran motivo de conflicto. La unidad cultural no se tradujo nunca en una unidad política. El mundo noribérico siempre fue un rompecabezas de pequeños principados independientes con intereses y alianzas contrapuestas: unos gravitaban en torno a la órbita romana y otros en torno a la cartaginesa.

Reconstrucción virtual de una ciudad palacio norte ibérica. Los Vilars d'Arbeca. Fuente Museo de Historia de Catalunya

Reconstrucción virtual de una ciudad-palacio noribérica. Els Vilars d'Arbeca / Fuente: Museu d'Història de Catalunya

La loba capitolina

La causa que explicaría por qué un chico de extracción humilde murió en aquellas circunstancias es un misterio. Pero el ritual de su verdugo pone de manifiesto que, antes de que los romanos iniciaran la conquista de la Península (218 a.C.), el mundo noribérico ya estaba sumido en un estado de descomposición. El cráneo del chico de Indika preparado a propósito para su exhibición (separado del cuerpo, trapanado en la frente y en la nuca para ser atravesado por un clavo y clavado en una fachada como un trofeo de guerra) delata que aquellas castas dominantes se sentían gravemente amenazadas. Interna o externamente. El chico de Indika es el testimonio de un estado reactivo de terror fabricado por unas castas que, con la sacralización de la represión y de la muerte, pretendían evitar aquello que, finalmente, sería inevitable.

 

Imagen principal: Reconstrucción facial del chico de Indika