Lima (virreinato hispánico del Perú), 12 de octubre de 1761. Hace 260 años. Manuel d'Amat i de Junyent (Vacarisses -Vallès Occidental-, 1704 – Barcelona, 1782) llegaba a Lima para tomar posesión del cargo de virrey del Perú, uno de los virreinatos más estratégicos de la América colonial hispánica: el de las minas de plata de Potosí (una de las principales fuentes de ingresos del tesoro real español en la época). Amat, precedido de una fama de hombre autoritario, despótico, huraño e incorruptible, había sido nombrado personalmente por el rey Carlos III y su ministro plenipotenciario Squillace con la misión de poner fin a la corruptela colonial que afectaba a las remesas de plata. Amat, soltero, mujeriego y quincuagenari; nada más poner los pies en Lima, iniciaría una relación con la actriz Micaela Vargas que resultaría explosiva.

Gravat del Paseo de las Aguas y de la casa de la Vargas (finales del siglo XVIII). Fuente Pontificia Universidad de LimaGrabado del Paseo de las Aguas y de la casa de Vargas (finales del siglo XVIII) / Fuente: Pontificia Universidad de Lima

¿Quién era Micaela Vargas?

Micaela Vargas Hurtado era una actriz de teatro que, en el momento en que Amat desembarcó en Lima (1761), ya era muy popular. Sólo tenía quince años, pero las fuentes documentales relatan que tenía buenas dotes interpretativas y, sobre todo, un impactante atractivo físico. Hija de una familia criolla (americanos descendientes de europeos), había sido educada en los ambientes socialmente conservadores y confesionalmente católicos de la provinciana sociedad colonial de Lima. Sin embargo, en el transcurso su vida, rompería todos los esquemas de la época. Al lado del virrey Amat, se convertiría en la protagonista de los escándalos a más chalados de Lima, en la gran urbanista de la capital colonial, en la mujer más poderosa del virreinato del Perú, y en la primera mujer empresaria teatral de la historia americana.

Los escándalos

Amat y Vargas tenían muy pocas cosas en común. Posiblemente la única eran sus temperamentos explosivos. En aquella Lima colonial y beata de finales del siglo XVIII, su relación fue duramente criticada por las oligarquías locales. No tanto por la diferencia de edad -él podía ser, perfectamente, su abuelo-, sino por qué cohabitaran maritalmente sin haber pasado, previamente, por la vicaría. Pero lo que, definitivamente, elevaría aquella relación a la categoría de escándalo, serían sus discusiones y peleas en público. En los palcos de la plaza de toros o del teatro, en las bancadas de la catedral o en las lujosas fiestas privadas de las oligarquías locales, Amat y Villegas llegaron a las manos en varias ocasiones y, según las fuentes, en aquellas reyertas se imponía el nervio de la juventud, y eso quería decir que quien acababa herido, generalmente, era el virrey.

Retrato de Manuel d'Amat i de Junyent. Fuente Museu Nacional d'Art de Catalunya

Retrato de Manuel d'Amat i de Junyent / Fuente: Museu Nacional d'Art de Catalunya

La Perricholi

Amat era el prototipo del catalán colaboracionista que había escalado social y políticamente a partir de la ocupación borbónico del país (1714): pretendidamente ilustrado pero escasamente cultivado. Sorprendentemente, Amat había alcanzado la categoría de virrey sin saber hablar castellano. Cuando menos, con fluidez. Y, sobre todo, con una dicción ridícula. Precisamente estos déficits le harían una jugarreta que quedaría alojada para siempre en la cultura popular. Como una especie de Chiquito de la Calzada con peluca y medias de seda, en una de las múltiples peleas en público, Amat quiso agredir  ala Villegas con el recurrente insulto "perra chola"; que, en aquel contexto social y cultural clasista y racista, equivalía, más o menos, a un "puta india muerta de hambre". Pero en su dicción imposible le acabaría saliendo un "perricholi" que haría fortuna.

Vargas, virreina

Tanto es así, que a partir del hecho, Vargas pasó a ser denominada popularmente la Perricholi. En los cenáculos oligárquicos, en los lavaderos populares, e, incluso, en los libelos anónimos que editaban los enemigos políticos del virrey, es decir, la trama de corrupción criolla a quien había declarado la guerra. Y no obstante, Villegas no tan sólo se prodigó con la misma frecuencia, sino que asumió un rol político. Al lado de Amat sería la impulsora del primer pulmón urbano de la historia de la ciudad y del continente americano: el Parque de las Aguas, inspirado en el grandes espacios europeos de estas características, como las Tejerías de París, por ejemplo. También es importante destacar que Villegas sería una de las principales beneficiarias de aquel proyecto: en el tramo inicial de aquel paseo, Amat ordenaría construir el palacio privativo de su amante.

Vista de Lima (finales del siglo XVIII). Font Museo Naval de MadridVista de Lima (finales del siglo XVIII) / Fuente: Museo Naval de Madrid

El fin del tándem Amat-Villegas

Manuel y Micaela formaron un tándem poderoso, temido y odiado. Pero el año 1776, Amat desprestigiado socialmente y carbonizado políticamente, sería relevado y, sorprendentemente, retornaría en solitario a Barcelona. Sus viejos amigos le arreglaron un matrimonio con una joven novicia que tuvieron que sacar del convento con fórceps. Micaela, en cambio, se quedó en Lima, y se convirtió en una empresaria teatral de éxito, pionera en su género en América. El hijo de aquella relación, también Manuel, fue reconocido por el virrey, pero a pesar de ser su único descendiente, no lo tendría en cuenta en su testamento. Medio siglo después (1824), Manuel d'Amat i Villegas, sería uno de los héroes de la independencia del Perú. Con el descendiente de judíos conversos mallorquines Bartomeu Salom, sería el libertador del puerto del Callao, la última plaza colonial española en Sudamérica.

 

Imagen principal: Retrato de Micaela Vargas / Fuente: Archivo de ElNacional