Barcelona, 1228. Hace 794 años. Aparecía la primera legislación catalana sobre crédito —cuando menos, la más antigua documentada— que evidencia la existencia de una importante actividad bancaria en Catalunya desde la centuria de 1200, y que se consolidaría plenamente durante la etapa de plenitud medieval catalana (siglo XIV). La banca, el comercio marítimo y la expansión militar en el Mediterráneo; serían los tres elementos indisociables de un eje que explica la fuerza y el protagonismo catalán en aquella etapa primigenia de nuestra historia. Pero aquellas empresas financieras no siempre tuvieron una evolución exitosa. Las frecuentes quiebras, que arrastraban a la ruina otros negocios, serían una constante en aquel escenario de crecimiento económico desbocado; con actores tan diversos como la Corona, los fabricantes, o los armadores.

Las primeras estirpes de banqueros

El historiador Gaspar Feliu i Montfort en "Els primers llibres de la Taula de Canvi de Barcelona” (Fundació Noguera, 2016), detalla una extensa nómina de estirpes de banqueros en la Barcelona del siglo XIV, entre las cuales destacan los Banyeres, los des Fonts, los Llull, los Dusay, los Abella, los Espiells o los Ferrer de Vic. Pero aquellas primeras estirpes de banqueros no se dedicaban, exclusivamente, a la actividad financiera; si no que habían llegado desde sus negocios tradicionales. El mismo Feliu i Montfort revela que los primeros banqueros catalanes medievales eran, en origen, fabricantes y mercaderes con una larga experiencia en el comercio marítimo (eso era, principalmente, exportación de trapos e importación de trigo). Aquellos mercaderes exitosos habían acumulado importantes capitales que serían el origen de las primeras bancas catalanas.

Atlas catalán de Abrahán Cresques (1375). Fuente Bibliotheque Nationale de France

Atlas catalán de Abraham Cresques (1375). Fuente Bibliotheque Nationale de France.

La maña de aquellas bancas

Aquellas bancas medievales no eran grandes corporaciones financieras despersonalizadas —como en la actualidad—, sino que eran pequeñas empresas familiares con una cara y unos ojos: las de sus propietarios. Y con una cierta especialización. A finales del siglo XIII, el paisaje bancario catalán ya presentaba tres tipos de banqueros: los cambistas (especializados en el cambio de moneda extranjera); los banqueros-mercaderes (financieros de las empresas marítimas de exportación y de importación); y los banqueros de la Corona (que, por su disponibilidad de capital, eran la élite de aquel mundo financiero; y que, por su proximidad al poder, eran los más influyentes). Pere Ferrer había concedido al conde-rey Jaime I el crédito más voluminoso de la ciudad; y, en contrapartida, había arrancado el compromiso de que la Corona prohibiría la competencia bancaria extranjera en Barcelona.

Los primeros banqueros y los primeros productos bancarios

Aquellos banqueros catalanes fueron pioneros, en Europa y en el mundo, en la utilización de algunos instrumentos financieros que, en ocasiones, han sido superados por el tiempo; y en otros casos son habituales del sistema bancario actual. En el primer caso, encontramos a los cambistas, que tenían que ser auténticos expertos en conocer la composición y el tenor de los metales de todas las monedas que circulaban por el Mediterráneo. Su ganancia estaba en la comisión. Y, en el segundo caso, encontramos los mercaderes-banqueros, que emitían recibos de depósito (equivalentes al actual comprobante de ingreso en la cuenta); o que, en colaboración con los cambistas, emitían letras de cambio que se hacían efectivas a la entrega de la mercancía. Los banqueros catalanes también serían pioneros en la emisión de seguros de flete (de transporte de mercancías a larga distancia por vía marítima).

Representación idealizada de la Casa de la Lonja|Palco en el siglo XIV. Fuente Casa de la Lonja|Palco

Representación idealizada de la Casa de la Llotja en el siglo XIV. Fuente Casa de la Llotja.

Las primeras quiebras

El crecimiento descontrolado del sector mercantil catalán, y, sobre todo, su dependencia del éxito o fracaso de las empresas militares expansivas catalanas (Mallorca, Valencia, Malta, Sicilia, Cerdeña) había colocado a la élite bancaria en una situación de gran exposición. El año 1359, en plena resaca por la crisis de la Peste Negra (1348-1351), cayó en bancarrota la banca de Jaume des Vilar, el principal banquero de Barcelona. Generalmente estas sonadas bancarrotas provocaban una cadena de quiebras que arrastraba a otros banqueros. La quiebra de Vilar provocaría la ruina de otro banquero menor, Francesc Castelló, que al no poder llegar a un acuerdo con sus acreedores, fue decapitado públicamente. Otros financieros en quiebra pagaban sus errores —o su avaricia— con penas de mazmorra a pan y agua o en galeras, hasta que habían satisfecho sus deudas.

Las grandes quiebras

La crisis de la Peste Negra (1348-1351) y de la postpandemia; la Guerra de los Dos Peres (1356-1375) que enfrentó las coronas catalano-aragonesa y castellano-leonesa; y la desgastante pacificación de Cerdeña (1305-1409) que sería el Vietnam catalán medieval; precipitaron la quiebra de la Corona. El año 1380, el conde-rey Pedro III debía a los banqueros Pere des Caus y Andreu de Olivella el equivalente a las rentas reales de unos treinta años. En 1381 se declaró en aquello que contemporáneamente llamamos "suspensión de pagos". Aunque Pedro III consintió que des Caus y de Olivella hicieran lo mismo (de hecho los "protegió" con la concesión de una moratoria legal); la insolvencia de la Corona y de sus dos banqueros principales, acarreó un mínimo de siete banqueros de Barcelona, uno de Girona y uno de Perpinyà a la ruina.

Mapa de Catalunya (siglo XV). Fuente Cartoteca de Catalunya

Mapa de Catalunya (siglo XV). Fuente Cartoteca de Catalunya.

Los depositantes

Las ordenanzas catalanas de los años 1300 y 1301, que intentaban regular la actividad bancaria y garantizar los depósitos de los impositores; habían dictado la obligación de los banqueros de entregar un aval de la respetable cantidad de 1.000 marcos a las cajas del Consell de Cent —de Barcelona— y de la Paería —de Lleida—; en aquel momento las dos principales plazas financieras del país. Pero las investigaciones de nuestros medievalistas revelan que había banqueros que aparecían como setas en tiempo de bonanza y que operaban sin haber depositado estas fianzas. Y también que cuando se producía una derrota como la de Pedro III; estas garantías resultaban insuficientes. Las quiebras de 1357 y de 1380 dilapidaron los ahorros de centenares de familias de la menestralía (pequeños artesanos gremiales) que habían confiado la custodia y el rendimiento de su dinero a los banqueros.

Los pogromos

Los pogromos de 1391 (el asalto y destrucción de las juderías) se enmarcaban en un contexto de crisis y transformación de la sociedad. El mismo profesor Feliu i Montfort explica que detrás de aquella explosión de violencia había un indudable componente de radicalidad religiosa alimentado por el bajo clericato. Pero la razón principal que explicaría aquella brutal oleada de violencia estibaba en la voluntad de destruir la documentación de las deudas. Aunque la comunidad judía de Barcelona había cedido la dirección del sector bancario a grandes inversores cristianos, en el momento en el que se produjeron los pogromos todavía controlaban el negocio minorista, el pequeño préstamo. La destrucción de las juderías sería consecuencia del enorme descrédito social que afectaba a los banqueros; considerados por aquella sociedad, como los principales responsables de las crisis generales y de las ruinas personales y familiares.

Plano medieval de Barcelona. Font Xtec

Plano medieval de Barcelona. Font Xtec.

La Tabla de Cambio

En medio de aquel paisaje de desorden, el Consell de Cent de Barcelona, creó la Tabla de Cambio (1401), el primer banco público y el primer organismo regulador de la actividad bancaria de la historia. Y dictó la obligación de que todos los banqueros de la ciudad (catalanes y extranjeros) operaran en la Sala de Contrataciones de la Casa de la Llotja. Los oficiales de la Tabla de Cambio ejercieron un riguroso control sobre la actividad bancaria y mercantil, penalizando a los banqueros corruptos y evitando su profusión. La Tabla de Cambio enderezaría la actividad financiera de la ciudad y del país; y las grandes empresas militares y comerciales del siglo XV catalán (la pacificación definitiva de Cerdeña, 1409; y la conquista de Nápoles, 1442; o el segundo viaje colombino, 1493); no se explican sin su existencia.

Imagen principal: Representación de los banqueros y comerciantes de Barcelona a la Llotja. Fuente Enciclopedia Británica.