Imagen principal: Cartel electoral del Front Català d'Ordre / Fuente: Museo de Reus

Barcelona, 18 de febrero de 1936. La prensa publica los primeros resultados de las terceras elecciones generales de la República. Aquellos comicios se celebraron en un escenario político y social de gran tensión: el gobierno de Catalunya había sido juzgado y condenado a 30 años de prisión por los Fets del Sis d'Octubre de 1934: la proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal española, que abría el camino a la autodeterminación de los pueblos de España. Y la Generalitat —la única institución de autogobierno de un territorio de la República— había sido intervenida. El asunto Catalunya se convirtió en el plato fuerte de una campaña electoral muy agresiva y polarizada. Y los casos de corrupción de la derecha española —que gobernaba desde noviembre de 1933— en un postre amargo que anticipaba el fracaso de sus candidaturas.

El escándalo del Estraperlo

El sistema de reparto de escaños de la ley electoral republicana estimulaba la creación de grandes alianzas que ya se había puesto de manifiesto en las elecciones generales anteriores. En noviembre de 1933, las derechas involucionistas (la CEDA de Gil-Robles, el PRR de Lerroux, y el Partido Agrario de Martínez de Velasco) habían articulado un gran frente que les había permitido gobernar con mano de hierro durante un periodo (1933-1935) que sería denominado el Bienio Negro. Pero en octubre de 1935, saltaba a la palestra el escándalo del Estraperlo: una ruleta manipulable y fraudulenta que, después de sobornar altos cargos gubernamentales, había sido instalada (junio de 1934) en un mínimo de dos casinos (San Sebastián y Mallorca). El Estraperlo reventó en la línea de flotación del PRR de Lerroux, pero también salpicó a su socio principal de gobierno: la CEDA de Gil-Robles.

Retorno del presidente Companys (1936). Fuente Izquierda Republicana de Catalunya

Retorno del presidente Companys (1936) / Fuente: Esquerra Republicana de Catalunya

La derecha y la ruleta fraudulenta

La revelación del escándalo del Estraperlo puso sobre la palestra a Alejandro Lerroux (líder del PRR y entonces ministro de estado, el equivalente a la actual cartera de asuntos exteriores). Según la declaración de Daniel Strauss (el fabricante de las ruletas fraudulentas), Lerroux cobraba un 25% de los beneficios, y otros dirigentes del partido, como Joan Pich i Pon (alcalde de Barcelona impuesto por el gobierno de la República después de los Fets del Sis d'Octubre), Rafael Salazar Alonso (alcalde de Madrid y exministro de Gobernación), José Valdivia y Garci-Borrón (director general de Seguridad), Aurelio Lerroux (hijo adoptivo de Lerroux), Emiliano Iglesias, Sigfrido Blasco-Ibañez, Eduardo Benzo y Miguel Galante se habían repartido sobornos (el equivalente a millones de euros) y algunos cobraban un porcentaje (entre el 5% y el 10%) de los beneficios de la ruleta fraudulenta.

El escándalo Nombela

El 28 de octubre de 1935, Niceto Alcalá-Zamora (presidente de la República) obligaba a Lerroux a dimitir y ordenaba al independiente Joaquín Chapaprieta la formación de un nuevo gobierno hasta nuevas elecciones donde, reveladoramente, los socios minoritarios del bloque de derechas (el Partido Agrario Español y la Lliga Catalana) desplazarían el PRR y la CEDA. Pocos días después, se filtraba a la opinión pública lo que era un open secret entre la clase política: el escándalo Nombela. El 12 de julio de 1935, Lerroux (entonces presidente del gobierno), Gil-Robles (ministro de Guerra) y Luís Lucía (líder de la Derecha Regionalista Valenciana y ministro de Comunicaciones) habían resuelto de forma fraudulenta una indemnización millonaria en la Compañía de África Occidental —propiedad del empresario Antoni Tayà— por el hundimiento accidental de dos barcos en la colonia de la Guinea Ecuatorial.

Cartel electoral del Frente Catalán de Orden. Fuente Universidad de Barcelona

Cartel electoral del Frente Catalán de Orden / Fuente: Universidad de Barcelona

La derecha y los barcos fantasma

Si la revelación de Strauss (el de las ruletas) animado por determinados personajes políticos de la derecha era la constatación de una lucha cainita en aquella bancada, la filtración y el estallido del escándalo Nombela sería la diáfana manifestación de una guerra declaradamente abierta. La prensa de la época (La Vanguardia, ediciones del 30/11/1935 y 08/12/1935), publica que unos de los principales instigadores de aquel conflicto era José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange e hijo del dictador Primo de Rivera (1923-1930). Los dos barcos de Tayà habían —teóricamente— naufragado en 1929 y había sido el dictador, personalmente, quien había denegado la indemnización. En aquel contexto de revanchas entre derechas, cierta prensa presentaría al funcionario colonial Nombela, que se había negado a cumplir las órdenes de Lerroux, Gil-Robles y Lucía como el "Angel Custodio del Tesoro Colonial".

El Estraperlo, el Nombela y los Fets del Sis d'Octubre

Resulta muy revelador observar los tempos de la comisión y estallido de los fraudes Estraperlo y Nombela, y su relación con la brutal represión contra los catalanes que se mantuvieron fieles a la proclama de la Generalitat, y la también brutal sentencia contra el gobierno de Catalunya. Cuando se produjeron los Fets del Sis de Octubre, la Generalitat ya había prohibido la instalación en los casinos catalanes de las ruletas de Strauss. Este detalle es muy importante, porque revela que el gobierno de Catalunya ya tenía conocimiento de la sospechosa relación entre el gobierno de Lerroux, las ruletas de Strauss y la corrupción. La monstruosa condena al Gobierno de Catalunya (06/06/1935), sería, reveladoramente, dictada por el juez Fernando Gasset Lacasaña (destacado miembro del PRR), mientras se gestaba la filtración de los escándalos, y tan sólo cuatro meses antes de que se hicieran públicos.

Los escándalos de corrupción: los proyectiles de una guerra cainita

Esta relación es muy reveladora, porque explica no tan sólo la monstruosa sentencia sino que también esboza los hechos inmediatamente posteriores. Gil-Robles se desentendió de Lerroux. El PRR —que había nacido como una fuerza de izquierdas y que con el transcurso del tiempo había derivado hacia la derecha—, se había convertido en el peor socio de una CEDA que, a pesar de los escándalos de corrupción, quería exhibir en exclusiva su pedigrí conservador e involucionista. La gran coalición de derechas que había ganado los comicios de 1933 no se reeditaría, sencillamente porque la CEDA, a pesar de los escándalos de corrupción, aspiraba a capitalizar el derrumbe del partido de Lerroux y ambicionaba concentrar todo el voto conservador e involucionista. Un detalle que explica que detrás Primo de Rivera estaban los halcones de la CEDA, que nunca habían aceptado el PRR.

Catalunya, arma arrojadiza de las izquierdas españolas

Que la derecha no reeditara la alianza de 1933, no quería decir que la cultura de los bloques (denominada popularmente "frentismo") hubiera desaparecido. Todo lo contrario. La guerra —entonces declaradamente pública y notoria— entre Lerroux y Gil-Robles no haría otra cosa que debilitar los gobiernos sucesivos, hasta que, finalmente, el 7 de enero de 1936, el presidente Alcalá-Zamora, desesperado, disolvía las Cortes y convocaba elecciones. La legislatura no se había agotado, y los partidos de izquierda lo vieron como una gran oportunidad: decidieron —de forma conjunta— lastrar el saco de la corrupción. De la noche a la mañana, el encarcelamiento del gobierno legítimo de Catalunya y la intervención y desmiembre de la Generalitat se convirtieron en elementos protagonistas de la campaña electoral y en un arma arrojadiza de las izquierdas contra las derechas. Españolas, por descontado.

Alcalá Zamora, Lerroux y Gil Robles. Font Viquipedia

Alcalá Zamora, Lerroux y Gil-Robles /Fuente: Wikipedia

Catalunya, personificación del mal de las derechas españolas

Este detalle también es muy importante. El llamado Frente Popular, la alianza de las izquierdas españolas, prometió que si ganaba amnistiaría al Gobierno catalán y restauraría el autogobierno de Catalunya. Ciertas historiografías españolas y catalanas lo han presentado como un acto de justicia y de generosidad. Pero la realidad es que Catalunya, en su tragedia política, no era más que una estrategia oportunista e interesada de las izquierdas españolas, y la personificación del mal de las derechas españolas. El hecho que el ejecutivo en funciones (que ya no tenía ningún miembro del PRR, de la CEDA, ni del Partido Agrario, pero que estaba formado por ministros de formaciones centristas), no se opusiera al hecho a que el presidente Companys (condenado y recluido) encabezara la lista del Front d’Esquerres de Catalunya (que lideraba a Esquerra Republicana), lo corrobora.

La restauración de la Generalitat y el golpe de estado militar del 36

En aquellas elecciones de 1936, el Front d'Esquerres (ERC y sus confluencias) ganó abrumadoramente en Catalunya (37 diputados de un total de 54 escaños en juego y 700.000 votos) y desplazó el Front Català l'Ordre (Lliga Catalana y las derechas reaccionarias) del liderazgo electoral que había ganado en 1933. El president Companys y su gobierno fueron amnistiados y el autogobierno fue restaurado. Sin embargo, la espiral de tensión entre derechas e izquierdas españolas no se detendría. Las derechas presentarían el triunfo del bloque de izquierdas españolas como las "siete plagas" que amenazaban la historia española y la restauración del autogobierno de Catalunya como una soberana traición que amenazaba la unidad de España. Los pretextos perfectos para justificar un golpe de estado y una guerra civil (1936-1939) que se saldaría con centenares de miles de muertos y exiliados.