El antropólogo Marc Augé ha sido director de la École d'Hautes Études Sciences Sociales, una de las más prestigiosas instituciones académicas francesas en el ámbito de las ciencias sociales. Ha sido un firme defensor de la aplicación de la antropología en el estudio de las sociedades occidentales contemporáneas, con libros como El viajero subterráneo: un etnólogo en el Metro. Ahora ha publicado, en Ático de los Libros, Las pequeñas alegrías. La felicidad del instante, un libro en que ensalza los pequeños momentos de felicidad del individuo.

Antes se podía hablar de una realidad local, ahora la globalización llega a todas partes

Los antropólogos tradicionalmente buscaban como objeto de estudio a un grupo de "indígenas". Últimamente prefieren buscar a tribus urbanas o colectivos marginales. ¿Cómo es que usted escoge un tema como "la antropología de la felicidad"?

Cuando empecé a trabajar como antropólogo me dediqué a grupos africanos, durante muchos años, pero progresivamente he pasado de una etnografía de estos grupos a una antropología más general. Las etnias con las que yo había trabajado habían ido evolucionando, de una forma general. Además, yo viajaba y me iba preguntado sobre mí mismo y sobre el medio al que pertenecía. Por otra parte, hemos pasado del periodo de la colonización al de la descolonización. Antes se podía hablar de una realidad local, ahora la globalización llega a todas partes. Eso me ha llevado a interrogarme sobre realidades más próximas.

En Las pequeñas alegrías usted hace de antropólogo y, al mismo tiempo, de indígena. ¿Cómo se hace eso?

Con los otros uno tiene tendencia a tomar todo lo que ellos dicen como realidades, tiendes a pensar que ellos dicen la verdad, que ofrecen conocimientos... Nos lo solemos tomar como hechos... Esta dificultad se resuelve cuando te das cuenta de que hacen relatos sobre ellos mismos, como nosotros. El relato vincula lo que hacen los otros con lo que hacemos aquí. Interrogar a los otros me ha permitido interrogarme sobre mí mismo. Todos vivimos, en cierta medida, en un mundo de ficción...

¿Qué puede aportar la antropología al estudio de la felicidad?

La antropología globalmente, no lo sé, pero yo me he interrogado sobre los pequeños momentos de felicidad, de bienestar. La felicidad está de moda, incluso en la ONU se ha creado una división que se encarga de ella, y las empresas crean secciones de felicidades para atender a sus empleados... Yo he intentado escapar a esta moda no preocupándome por la felicidad en general, sino porlos instantes de felicidad, de bienestar... Y me he interesado sobre todo por los que están marcados por un momento compartido. No hay otra identidad que la compartida. Cada uno es a través de sus relaciones con los otros. Y los momentos de bienestar se enmarcan en esta dialéctica.

No se trata de dar recetas de felicidad, eso le corresponde a cada uno

¿Qué diferencia hay entre este libro y otro escrito por un experto en autoayuda?

Yo no digo qué tienes que hacer para ser feliz. Yo observo cosas que creo que son compartidas por todo el mundo, que son modestas pero intensas y que aportan bienestar. No se trata de dar recetas de felicidad, eso le corresponde a cada uno... Yo intento medir la importancia antropológica de estas cosas. De forma básica: son las sensaciones, incluso las físicas, las que nos dan estos momentos de felicidad. Y no puede haber bienestar si no hay otro...

La felicidad no puede ser la misma para unos y para otros: unos pueden tener su satisfacción de triunfar en la sociedad de consumo, pero los otros son excluidos de ella

¿Qué es esta cosa, la felicidad, que el hombre moderno persigue desesperadamente?

Todo el mundo, siempre, ha buscado la felicidad. No es nada nuevo. Pero creo que hoy en día con la globalización ha cambiado alguna cosa. Por una parte hay una definición del hombre genérico, y el modelo de felicidad va acercándose a nivel mundial. Pero por otra parte las diferencias entre los pobres y los ricos se incrementan. Aunque el mundo parece unificarse, nunca ha habido tanta diferencia por las desigualdades sociales. El mundo se unifica, pero hay grandes diferencias, tanto en el ámbito económico como en el del conocimiento. La felicidad no puede ser la misma para los unos y para los otros: unos pueden tener su satisfacción de triunfar a la sociedad de consumo, pero los otros están excluidos de ella. Yo he buscado momentos de felicidad más modestos, más concretos, que llevan esperanzas, que están al alcance de todos y que pueden expresar la humanidad genérica.

¿Los momentos de felicidad que usted describe, tienden a crecer, o se acaban?

Yo soy optimista. Podríamos hablar de las desgracias del mundo, y la lista sería muy larga. Pero el día en que los hombres tomen conciencia de qué es lo que hace su pequeño bienestar y lo reconozcan en los otros, quizás habrá una mejora global. Es lo que yo puedo esperar... Es, en el fondo una especie de ideal. Con este libro, también, como antropólogo, expreso mis deseos de cara al futuro.

¿Las pequeñas alegrías están cambiando?

Pienso que hay pequeñas alegrías constantes a lo largo del tiempo, pero los contextos cambian. Es diferente lo que provoca placer a alguien que ha tenido que emigrar a lo que le provoca placer a alguien que ha vivido siempre en el mismo lugar. Yo creo que los pequeños instantes de felicidad tienen una gran variedad de un individuo al otro y de un contexto al otro, pero que no hay cambios en su base constitutiva.

Reivindica el recuerdo, como fuente de felicidad. Pero por otra parte reconoce que la memoria es muy manipuladora...

La memoria puede transformar el pasado. Pero hay muchos momentos que sabes que los recordarás. Cuando los pasas, sabes que tendrás un recuerdo de ellos. Tienes conciencia de eso en el mismo instante en que están pasando. Y eso no supone que la memoria no los manipule. Pero también hay otros momentos que cuando los vives te pasan desapercibidos, y que te vuelven de golpe cuando tienes alguna sensación.

No tiene el mismo sentido la amistad en las redes que la tradicional

Apunta a la amistad como a base de placeres, también. ¿Se refiere a las amistades tradicionales, o a las virtuales?

Hay muchas cosas que escapan a la definición tradicional de la amistad. Hoy, con las redes, Obama puede decir que tiene 3.000.000 de amigos... La gente en Facebook está clasificada por el número de amigos. Con los medias llegamos a pensar que conocemos a nuestro presentador favorito de la tele. Pero estas son relaciones simbólicas, diferentes de las reales. La amistad es otra cosa. No tiene el mismo sentido la amistad en las redes que la tradicional. Es un problema de la tecnología. La tecnología tiene una gran fuerza, y podría ayudar a aproximar a la gente si se usara de otra forma. O para la educación. Si se usaran estos programas prodigiosos para conseguir que todos los hombres tuvieran información, quizás se conseguiría mejorar la humanidad. Pero eso es un esfuerzo colosal. Es todavía una utopía.

En un libro anterior había hecho todo un Elogio del Bistrot, del bar...

Creo que el bistrot es fantástico. Es un lugar donde hay diferente tipo de clientela pero donde la gente se encuentra por la mañana e intercambia algunas palabras, que no son necesariamente importantes... Y esto ayuda a conjurar la soledad.

¿La religión no produce "pequeñas alegrías"? Porque usted parece ser muy crítica con ella...

La religión produce bienestar pero lo proyecta en la contemplación de Dios y esta es una visión que desde joven yo he encontrado chocante. Y no he cambiado de opinión respecto a esto en toda mi vida. Seguro que hay gente que encuentra el bienestar en la práctica de la religión, pero la religión monoteísta quiere convencer a los otros, y esta dinámica puede llevar a la violencia. Y si uno se pierde en la contemplación de dios no se puede ocupar de los otros. Y es en la relación entre los hombres donde se puede encontrar alguna cosa que se parezca a la felicidad.

La edad juega el rol de gafas, te amplía algunas cosas que valen la pena

¿Las pequeñas alegrías es un libro condicionado por la edad? ¿Habría escrito un libro así con 30 años?

Con la edad se presta atención a la relación con los otros de forma diferente. Y te das cuenta de la importancia de ciertas relaciones, de ciertos encuentros. La edad juega el rol de gafas, te amplía algunas cosas que valen la pena.

Dicen a menudo que las personas mayores son pesimistas. Usted dice justamente lo contrario y en este libro se muestra muy optimista...

Yo soy optimista. Hoy en día hay una forma de dandismo que consiste en decir que los valores se pierden, pero por mi parte puede haber una interpretación contraria. Las cosas progresan, en el ámbito de los derechos del hombre y en otros aspectos, a pesar de que de forma todavía insatisfactoria... Pero creo firmemente que la ciencia y el saber progresan. Me parece que si los saberes progresan, eso tendrá que conducir a una mejora de la humanidad, pero eso tiene una dimensión histórica, y en una dimensión histórica, dos o tres siglos no son nada... Eso tomará mucho tiempo.

Si los saberes progresan, eso tendrá que conducir a una mejora de la humanidad

¿Como experto en identidades? ¿Qué piensa del conflicto catalán?

Mi abuelo era catalán, de Reus... Pero es una cuestión en la que me cuesta definirme. Me parece que las identidades culturales son interesantes en general, porque llevan al contacto entre la gente. Pero yo creo sobre todo en el individuo, porque es el individuo el que nos lleva al hombre genérico. Hay toda una identidad catalana, sí... ¿Pero la solución es un repliegue sobre una fórmula política? No lo creo.