Allí en Can Peguera, el barrio de casitas bajas a los pies del Turó de la Peira que marca la frontera entre Nou Barris y Horta —de hecho, entre los vecinos de la zona se conoce esta maravillosa anomalía urbanística (500 habitáculos edificados a inicios del siglo XX para acoger a las familias que llegaban a Barcelona para trabajar en la construcción de la Exposición Internacional de 1929) como las Casas Baratas de Horta—, a inicios de los 80 el nombre de Manuel Vital Velo corría entre los chiquillos con la misma resonancia que la de héroes subversivos como Robin Hood o Billy the Kid.

Entre partidos de fútbol en la plaza evitando los pocos coches que pasaban y meriendas de pan con chocolate en la puerta de casa de la abuela, entre los chiquillos corría la leyenda que un tipo que, por su bigote frondoso y rostros esculpido a golpes de almádena, se parecía a Charles Bronson, había secuestrado un autobús en el paseo Valldaura, donde actualmente está la plaza de Karl Marx, y se lo había llevado hasta Torre Baró. Su objetivo era demostrar que era viable y factible hacer llegar el transporte público metropolitano hasta aquella barriada olvidada de las afueras de la ciudad, habitada, como muchas otras del extrarradio de la capital catalana, por los estratos más modestos de la migración de los años 50, 60 y 70.

Casi cinco décadas después, la epopeya de Vital está siendo llevada al cine por el director Marcel Barrena con un reparto en el que encontramos a Eduard Fernández, a Clara Segura, David Verdaguer o Carlos Cuevas

Casi cinco décadas después, la epopeya de Vital está siendo llevada al cine por el director Marcel Barrena. La película, que estos días se está rodando en el mismo barrio de Torre Baró, lleva por título El 47, y cuenta con un reparto en el que encontramos a Eduard Fernández, Clara Segura, David Verdaguer o Carlos Cuevas. Rodada en catalán y en castellano, El 47 narra, tal como ha anunciado la productora del film, The Mediapro Studio, un acto de "disidencia pacífica y de lucha social". Un relato local sobre "la movilización como origen del cambio, el orgullo por los orígenes, la lucha vecinal y la de la clase obrera como constructora y motor de las ciudades".

De ciudad jardín a suburbio de chabolas

El barrio de Torre Baró recibe su nombre de la antigua casa del Barón de Pinós, situada en un rellano del Puig de les Roquetes, en la carena de Collserola. Un edificio inacabado de inicios del siglo XX, que recordando un castillo feudal, toma las formas del estilo neomedieval. La idea inicial era dar vida a su alrededor una de aquellas idílicas ciudades jardines, el utópico movimiento urbanístico fundado por el británico Ebenezer Howard que defendía sustituir las ciudades industriales por otras más pequeñas rodeadas de tierras agrícolas, mezclando la ciudad con el campo para mejorar los estándares de salud y confort de los trabajadores.

Torre Baró era un arrabal abandonado por las autoridades municipales que durante décadas subsistió sin las infraestructuras más básicas: agua potable, calles pavimentadas, transporte público

Lejos de las teorías de Howard, Torre Baró, uno de los trece barrios que conforman el distrito de Nou Barris, se acabó convirtiendo en un suburbio de chabolas autoconstruidas anárquicamente por los inmigrantes que en aquellos años llegaban a Barcelona buscado un futuro mejor. Un arrabal abandonado por las autoridades municipales que durante décadas subsistió sin las infraestructuras más básicas: agua potable, calles pavimentadas, transporte público... Torre Baró fue el destino de Manuel Vital Velo cuando bajó en la estación de França procedente de su Extremadura natal.

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Estos días se está rodando en Barcelona El 47, película sobre la lucha vecinal de Torre Baró / Foto: Eli Don

Primero llegó el agua

Nacido en Valencia de Alcántara, un pueblo de poco más de 5.000 habitantes de la provincia de Cáceres, el año 1924; Manuel Vital Velo llegó a Torre Baró en 1947. Tenía 24 años. Hijo de represaliado del franquismo: su padre fue asesinado por los falangistas y sus restos descansan en alguna de las muchas fosas comunes que los partidos de derechas todavía se niegan a abrir por aquella falacia de no remover las heridas del pasado; desde bien pequeño arraigó en él una fuerte conciencia y orgullo de clase que lo llevó a militar en organizaciones vecinales, sindicales y políticas. Líder en la clandestinidad de Comisiones Obreras, él fue uno de los impulsores en la lucha para llevar agua potable al barrio. Era el año 1972 y hombres, mujeres, niños y niñas de Torre Baró bajaron masivamente hasta la Avenida Meridiana para cortar una de las principales arterias de entrada y salida a Barcelona. La policía disolvió la manifestación de la única manera que sabían actuar los 'grises', con violencia. Pero pocos meses después, Torre Baró ya disponía de agua potable.

Otra de las demandas históricas de los vecinos y las vecinas de Torre Baró era disponer de transporte municipal que les conectas con el resto de la ciudad

Otra de las demandas históricas de los vecinos y las vecinas de Torre Baró era disponer de transporte municipal que los conectara con el resto de la ciudad. La respuesta del ayuntamiento de Barcelona siempre era la misma: el mal estado de las calles y sus características un poco estrechas, curvadas y empinadas no permitían el paso de autobuses. Manuel Vital no comulgaba con los razonamientos de los estamentos oficiales. Conductor de la compañía de autobuses metropolitanos, sabía que era perfectamente factible alargar la línea 47, justamente la que él conducía haciendo el recorrido entre plaza Catalunya y la Guineueta, hasta Torre Baró.

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Eduard Fernández caracterizado como Manuel Vital en la película El 47 / Foto: Eli Don

Y después llegó el autobús

Hombre de hechos cuando las palabras ya no servían para encontrar soluciones, decidió pasar a la acción el 6 de mayo de 1978. Aquel día realizó su servicio como si nada fuera a pasar. Acabada la segunda de las rondas entre plaza Catalunya y la Guineueta, se dirigió con serenidad a una cabina telefónica y llamó a su casa. "Allá voy", le dijo a su mujer. Colgó el teléfono y secuestró el autobús. Estaba solo. Solo lo acompañaba el cobrador, que no se opuso a la acción. Enfiló la carretera Alta de les Roquetes y en el trayecto hasta Torre Baró se fueron sumando al secuestro vecinas y vecinos del barrio.

Acabada la segunda de las rondas entre Plaza Catalunya y la Guineueta, se dirigió con serenidad a una cabina telefónica y llamó en casa suya. "Allá voy", le dijo a su mujer

Cuando llegó a su destino, soltó al cobrador y le dio 25 pesetas para que pudiera coger un taxi para volver a su casa. Los vecinos también bajaron. Él continuó con el autobús. Una vez demostrado que no había ningún impedimento para alargar la línea, lo devolvería a las cocheras. La policía lo detuvo en la calle Valencia y lo llevó a la comisaría de la calle de Malats en el barrio de Sant Andreu. Menos de 24 horas después, fue juzgado, acusado de secuestro. No lo condenaron. La empresa lo amenazó con despedirlo si volvía a repetir una acción como aquella. No hizo falta, el 17 de noviembre de 1978 la línea 47 de los autobuses de Barcelona llegó a Torre Baró.