Madrid, 14 de febrero de 1714. Hace 308 años. María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa del rey Felipe V (primer Borbón en el trono hispánico) moría a la edad de veinticinco años, oficialmente, a causa de la tuberculosis. Pero antes de exhalar protagonizó (o mejor dicho, coprotagonizó con su marido) varios escándalos que fueron el hazmerreír y el horror, alternativamente, de todas las cancillerías de Europa. María Luisa de Saboya agonizó, murió y estuvo de cuerpo presente literalmente cubierta por sus propios excrementos. Durante los días previos y posteriores al luctuoso suceso, Felipe de Borbón no tan sólo prohibió que la limpiaran, sino que mantuvo relaciones sexuales con ella, que algunas fuentes relatan como la fornicación de un poseso endemoniado. Mientras la reina agonizaba y esputaba sangre y, también, cuando ya era un frío e inerte cadáver.

Retratos de Luis XIV y la princesa de los Ursins. Fuente Museo de Prado Madrid i Museu Condé Pariera
Retratos de Luis XIV y la princesa de los Ursinos / Fuente: Museo del Prado y Museo Condé 

¿De dónde venía Luisa de Saboya?

Luisa de Saboya había nacido en Turín en 1688 y era hija de Víctor Amadeo II, duque independiente de Saboya, y de Ana María de Orleans, nieta del rey Luis XIII de Francia y sobrina del rey Luis XIV de Francia. Por lo tanto, Luisa era prima del que sería su futuro marido Felipe V de España. Días después de la muerte de Carlos II de las Españas (1 de noviembre de 1700) —el último Habsburgo hispánico— estuvo prometida en matrimonio. En aquel momento, Luisa tenía tan sólo doce años y en Versalles era, todavía, una candidata invisible. Pero el rápido desenlace de Madrid encendió todas las alarmas y las prisas se apoderaron de Luis XIV, tanto que no hubo tiempo de abrir el álbum de la realeza europea. Felipe salió disparado hacia Madrid y, meses después, fueron casados en unas "bodas exprés" en Figueres (2 de noviembre de 1701).

¿Cuál fue el primer contacto de Luisa con los catalanes?

Después de las bodas de Figueres, Felipe y Luisa ya no se movieron de Catalunya durante meses. El nuevo rey estaba negociando con las Cortes catalanas (la representación política del país) el acuerdo preceptivo que lo tenía que proclamar conde de Barcelona. Y aquella negociación, que la cancillería de Madrid había previsto terminar en cuatro semanas, se alargó cuatro meses a causa de múltiples interrupciones. Los Dietaris de la Generalitat, que relataban toda la actividad pública de las instituciones del país, serían la primera crónica que delataba —cuando menos, lo apuntaba— que el Borbón sufría algún tipo de afectación mental que lo incapacitaba, temporalmente, para el ejercicio del poder. Y serían, también, la primera crónica que revelaba las malas pulgas de una niña que los Dietaris no se privan de mostrar como una reina fría, soberbia, distante y desconfiada.

Retratos de Felipe V, Luis I y Fernando VI (espós e hijos de Lluisa). Fuente Museo del Prado. Madrid
Retratos de Felipe V, Luis I y Fernando VI (esposo e hijos de Luisa) / Fuente: Museo del Prado, Madrid

¿Qué primera impresión tuvo Luisa de los catalanes?

No conocemos con precisión la opinión de Luisa con respecto a los catalanes. Sin embargo, a la vista de todo lo que durante aquellas semanas sucedió en aquellas Cortes, es muy probable que Luisa acabara sintiendo un profundo desprecio por los catalanes. Luisa sólo había conocido una cancillería lujosa y de ideología absolutista (la de Turín), claramente contrapuesta al perfil sencillo y práctico de las instituciones y de la clase política catalanas, que no tenían más etiqueta que la tradición que se remontaba los tiempos de las glorias medievales. Pero con una ideología pactista —de origen feudal— que no tan sólo habían conservado, sino que habían adaptado a la modernidad de la época. En Barcelona, los reyes no tenían la misma autoridad que en París o en Turín, sino que su poder quedaba fiscalizado por las Constituciones del país y las contribuciones las tenían que pedir a la representación del país.

El papel higiénico

En abril de 1702, y con la cuestión catalana resuelta (el cronista Feliu de la Penya escribiría que había sido la negociación más beneficiosa para Catalunya desde los tiempos de Fernando el Católico), el Borbón se fue a la península italiana a guerrear contra Carlos de Habsburgo, que ya le disputaba el trono de Madrid. Y dejó a Luisa —que sólo tenía catorce años— como regente del reino, y a la princesa de los Ursinos (la "mamporrera" de la real pareja, obsequio de Luis XIV) como gobernadora de facto. De nuevo, los Dietaris de la Generalitat revelan que la crisis Catalunya-monarquía hispánica que precipitaría la adhesión del Principado a la alianza internacional austriacista (junio, 1705) se fabricó durante la regencia de Luisa, que convirtió en papel higiénico (sucio, por supuesto) las Cortes que el Borbón y los catalanes habían negociado y firmado (marzo, 1702).

Vista de Barcelona a principios del siglo XVIII. Fuente Cartoteca de Catalunya
Vista de Barcelona a principios del siglo XVIII / Fuente: Cartoteca de Catalunya

Lanzar a sus hijos por el balcón de palacio

Luisa fue el apoyo más importante de Felipe V durante la Guerra de Sucesión. Y en este punto es fácil deducir que detrás de las masacres borbónicas estaba la sombra siniestra de la reina. Pero la auténtica medida del odio que sentía por los catalanes la daría en abril de 1713. Después de doce años de guerra, los contendientes —agotados financieramente— se reunían en Utrecht (Países Bajos) para negociar la paz. Y los ingleses —que tenían un compromiso firmado con los catalanes (Génova, 1705)— propusieron una solución salomónica: Catalunya reconocía, de nuevo, a Felipe V, y el Borbón los perdonaba y prometía respetar las Constituciones catalanas. En aquel momento apareció Luisa y proclamó que "era capaz de lanzar a sus hijos por el balcón de palacio, antes que perdonar a los catalanes". Lisa y llanamente: continuar la guerra y carbonizar Catalunya.

Vista de Turín (principios del siglo XVIII). Fuente Wikimedia Commons
Vista de Turín (principios del siglo XVIII) / Fuente: Wikimedia Commons

Luisa y el fin que le había reservado el destino

La proclama de Luisa provocó el enfado de Luis XIV (que ya no tenía ni un franco en el cajón para continuar la guerra). Y el Borbón francés decidió que la monarquía hispánica pagaría la estupidez de Luisa —y de Felipe— con compensaciones (territoriales y económicas) que resultarían ruinosas para el reino español, pero que evitaron que los pequeños Borbones acabaran con la cabeza abierta bajo el balcón de palacio. Curiosamente, el destino anticipó la muerte de Luisa, siete meses antes de acabar el conflicto, cubierta hasta arriba de mierda y sin poder ver la culminación de la destrucción de Catalunya. Y los hijos que la sobrevivieron siguieron su estela. Luis murió sin descendencia (1724), oficialmente a causa de la viruela, y extraoficialmente consumido por unas venéreas. Y Fernando también murió sin descendencia (1759), enloquecido, recluido y literalmente cubierto de excrementos.