Hubo un hombre que el año 1872, después de un largo viaje por el norte de Francia, volvió a su casa y decidió aventurarse a elaborar el primer vino espumoso según el método tradicional, lo que aquellos tiempos se conocía como methode champegnoise. El hombre se llamaba Josep Raventós Fatjó, era de Sant Sadurní d'Anoia y se sirvió de las variedades autóctonas Xarel·lo, Macabeo y Parellada para alcanzar su misión: elaborar un vino espumoso que compitiera con los vinos más prestigiosos del mundo. Aquello que creó, que popularmente hemos acabado conociendo como cava, cambió la historia de Sant Sadurní d'Anoia y del Penedès, pero también la de su familia.

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De esta manera, con esta historia, empieza la visita privada a la bodega Raventós i Blanc que ayer los socios del Club El Nacional tuvieron el privilegio de visitar. Quien lo explica es Pepe Raventós -que nos da la bienvenida en la finca-, descendiente de Josep Raventós Fatjó y 21ª generación de esta estirpe de viticultores establecida en el corazón del Penedès desde 1497. "Josep M. Raventós i Blanc, el abuelo de Pepe Raventós, fue el heredero de la finca Raventós y de Can Codorniu, creó la D.O. Cava y trabajó incansablemente para hacer que el cava alcanzara el prestigio que se merece, por eso hace treinta años fundó su propia bodega para conseguirlo: Raventós i Blanc.", detalla Arnau Vivó, enólogo de Raventós i Blanc.

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Dicen que el vino es la historia transformada en líquido, y en Raventós i Blanc esta expresión es de una certeza absoluta. La bodega, ubicada en la cuenca del río Anoia, consta de 90 hectáreas de viña unidas en una sola finca de 44 parcelas únicas y singulares, como lo demuestran sus suelos en los cuales todavía se pueden apreciar fósiles marinos. Como una cicatriz con millones de años, los suelos arcilosos y calcáreos de Raventós i Blanc permiten observar el poder de la sedimentación del río y el rastro de cuando todo este terreno, hace más de 16 millones de años, era mar. De aquella herencia del Mioceno deriva, precisamente, la salinidad y la mineralitad que Raventós i Blanc transmite en cada botella de vino espumoso elaborado única y exclusivamente con uvas surgidas de la finca.

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Antes de llegar a la cava y mientras el cielo nos sigue engañando, medio soleado y medio nubloso, uno de los puntos culminantes de la visita es la granja. "Estos animales, junto con los pájaros, las plantas y la luna, son quien dota de sentido todo lo que hacemos", comenta Arnau justo antes de explicarnos que la finca funciona mediante los parámetros de la viticultura biodinámica, o sea, que la bodega es un organismo vivo y autosuficiente que sitúa la relación entre el hombre y la naturaleza en el centro de su filosofía de elaboración: plantas, animales y personas trabajan conjuntamente en una misma unidad agrícola. Así pues, la apuesta es la de mantener una finca sostenible y autosuficiente que permita fortalecer la esencia del terruño para crear vinos únicos. "Trabajan como cincuenta años hacia atrás", le dice una socia del Club a su marido al escucharlo. Y justo aquí radica el quid de la cuestión, remacha el guía de la visita: recuperar los métodos agrícolas ancestrales para elaborar vinos singulares y personales, creados desde la atención y el detallismo.

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En el cementerio de la cava, en un espacio impresionante, solemne y poético en el cual descansan las botellas que están haciendo la crianza, se encara el tramo final de la visita. Aquí es donde la paciencia y el paso del tiempo dotan de personalidad y afinan todo aquello que previamente se ha explicado; aquí, también, es dónde el duro trabajo de la vendimia, la vinificación parcela a parcela, el battonage después de la fermentación y la mezcla selectiva con variedades autóctonas se transforman en largas crianzas que se convertirán en vinos espumosos como el Textures de Pedra, Blanc de Blancs, De la Finca o De nit. ¿"¡Qué cacao!, pero esto bebemos es Cava, Corpinnat, Clássic Penedès o Champán"?, pregunta un socio del Club al probarlos durante la degustación final. La respuesta es sencilla: "Nada de lo que dice. Esto es Conca del Ríu Anoia", responde Arnau, el nombre propio de los vinos de Raventós i Blanc. La reivindicación de un terruño único e incomparable hecha vino espumoso. O dicho de otra forma: millones de años de historia traducidos en una botella repleta de finas burbujas llenas de personalidad.

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La visita fue la penúltima actividad organizada por el Club El Nacional este 2019, antes de la conferencia de José Antich el próximo lunes 16 en Girona. El Club El Nacional es un espacio de confluencia de todos aquellos que confían en nosotros, nos estimulan con sus elogios y las suyas críticas y con quienes compartimos una visión de Catalunya. Si todavía no eres socio/a, puedes apuntarte aquí.