Ya lo decían los clásicos, Post-festum, pestum. Pasada la Fiesta de Reyes, llegó la mala noticia para las librerías, donde los tres de Oriente habían ido a proveerse de La casa de foc de Francesc Serés para la hermana o El hijo del chófer de Jordi Amat para el suegro. En aplicación de las restricciones en el comercio derivadas del aumento de casos de covid-19 durante las fiestas, en quién más quién menos había hecho alguna reunión de más, las librerías tienen que cerrar los sábados. A pesar de la consideración de la cultura como bien esencial, el comercio de libros no se considera esencial y por lo tanto se le aplican las mismas reglas que en la zapatería de la esquina, la franquicia de carcasas de móvil o al enésimo establecimiento de la compañía de Amancio Ortega. Además, de acuerdo con las previsiones del Procicat, las librerías de más de 400 metros tienen que bajar la persiana también del lunes al viernes, a diferencia de sus colegas de menos de menor dimensiones.

En Barcelona, establecimientos como la Casa del Libro, la Central del Raval, Alibri, Abacus, Ona o Altaïr llevan cerradas desde el sábado 10 de enero. Algunas de ellas pertenecen a grupos que tienen abiertos otros establecimientos entre semana, pero algunos de ellos son proyectos independientes, que han conseguido desplegar una personalidad propia y una actividad semanal que han conseguido a un público fiel y que ahora se ven en una situación críticos. Hemos hablado con Tatxo Benet y Pep Bernadas, propietarios de Ona y Altaïr respectivamente para hablar de una situación que los ha castigado duramente. Las gestiones del Gremio de Libreros con la Generalitat han sido infructuosas y, de momento, hasta el 25 de enero, tienen que mantener sus establecimientos cerrados. El sector, a través de la Cámara del Libro, también ha mostrado su decepción con el Gobierno.

Joan Safont entrevista a Pep Bernades, propietario de la libreria Altaïr/Pep Antoni Roig

Conversando con Pep Bernadas, fundador y alma de Altaïr/Pep Antoni Roig

Bernades: "Es incongruente que se declare la cultura como bien esencial y, al mismo tiempo, nos obliguen a cerrar"

"La afectación nos viene desde el comienzo del cierre, porque al ser una librería que vincula la cultura al viaje, mucha gente nos considera prescindibles como lo es ahora mismo el turismo", nos explica Bernades, fundador el año 1979 de Altaïr, la emblemática librería y espacio cultural, impulsora de una revista y de una agencia de viajes. A pesar de la bajada de facturación, como explica, los gastos estructurales siguen estando fijos. A todo esto se añade ahora el hecho de tener una superficie de más de 400 metros ha hecho que hayan tenido que cerrar, aunque al estar dividida en dos plantas podrían cerrar a una de ellas y estar dentro de los límites permitidos. "No hemos conseguido que nadie nos diga de manera oficial que podemos hacer este cierre de una planta y abrir", reconoce Bernades, que entiende que paguen justos por pecadores en una situación tan compleja como la actual.

 

"Es incongruente que se declare la cultura como bien esencial y, al mismo tiempo, nos obliguen a cerrar. Tendría que haber alguna manera de poder continuar abiertos", asegura Bernades, que tampoco entiende el cierre los sábados, que considera que lo que está produciendo es una mayor concentración entre semana en las librerías que pueden abrir. "Hay algún razonamiento que se me escapa. Pero entiendo que toca frenar la pandemia y lo que haya que hacer por eso se hace y punto", admite el librero.

Sobre la afectación especial en librerías de grandes dimensiones respecto de proyectos más pequeños, Bernades descarta hacer comparaciones o establecer agravios con establecimientos que sí pueden abrir entre semana: "Todo el mundo del mundo de la cultura está afectado y es posible que las librerías pequeñas que no tienen trabajadores o tienen pocos, puedan estar mejor, pero también las afecta. Me parece un problema común, cada uno según sus características". Sólo espera que se acabe la "pesadilla" de la pandemia y vuelvan los lectores y viajeros para cumplir todos aquellos propósitos pendientes, de que como tantas cosas, empiezan en una librería.

Tacho a Benet: "Tenemos que asumir la normativa y cerrar"

La nueva Ona de Pau Claris es un proyecto que ha vivido sus primeros meses en plena pandemia y que rápidamente se ha convertido en un espacio cultural de referencia a la ciudad. Impulsado por el empresario Tatxo Benet, el espacio de 1000 metros cuadrados, tenía que abrir semanas antes del 25 de mayo, cuando con la entrada a la fase de desconfinamiento levantó la persiana por primera vez. "Lo teníamos todo previsto por abrir el 15 de abril, una semana antes de Sant Jordi," explica Benet, que ha sufrido la covid en propia piel, pero fuimos de los primeros al abrir después del confinamiento y, añadido al hecho de que éramos una librería nueva, insuflamos optimismo en la gente que salía de una situación tan dura como el confinamiento". Desde entonces Ona se había convertido en una espacio imprescindible de la ciudad que, ahora cerrada, mantiene abierta a su histórica hermana pequeña de Gracia y la venta on-line, como mínimo hasta el 25 de mayo.

"En un primer momento pensé que si nos pedían el sacrificio de cerrar a uno o dos sábados no pasaba nada, porque hay gente que lo ha pasado mucho peor que nosotros" asegura al propietario de Ona, pero después vino el cierre total y la imposibilidad de acotar espacios para poder abrir entre semana. Benet está convencido de que Ona cumple con todas las previsiones para evitar las aglomeraciones y mantener la distancia social necesaria: "Tengo muchos argumentos para pensar que Ona tendría que estar abierta, pero imagino que también me podrían dar muchos argumentos para mantenerla cerrada" admite resignado. "Entiendo que no se pueden hacer excepciones en una norma general que se ha hecho por el bien de la comunidad. Somos una parte integrante y muy consciente de esta comunidad. Lo tenemos que asumir y cerrar".

 

"La definición de esencial es muy ambigua" reconoce el periodista y empresario, cuando le preguntamos sobre la declaración de bien esencial de la cultura que hizo a la Generalitat, "si yo me dedicara a la sastrería, también consideraría mi negocio como esencial". El hecho de que haya pasado la Covid hace que Benet entienda las dificultades en gestionar una pandemia de este magnitud y evite los juicios demasiado críticos: "Estoy seguro de que las autoridades sanitarias saben las consecuencias y los motivos de sus decisiones. Después de haber estado cerrados tan de tiempo, de tantas pérdidas y tantos negocios arruinados, creo que tenemos que pasarlo como podamos". Una actitud prudente que resume asegurando que el cierre de estos quince días "es un sacrificio que no está a la altura de lo que han sufrido y siguen sufriendo otros, con esta pandemia."