Nápoles, 2 de junio de 1442. El ejército catalán del rey Alfonso el Magnánimo entraba en la ciudad de Nápoles y culminaba una larga y costosa empresa militar iniciada siete años antes (1435). La conquista de la ciudad y reino de Nápoles (el tercio sur de la península italiana) representaría la plenitud del imperio catalán del Mediterráneo. El rey Alfonso convertiría Nápoles en la capital política del edificio político catalanoaragonés y se produciría en un cualitativo desembarque de funcionarios valencianos y un goteo constante de mercaderes catalanes que trasplantarían la lengua catalana en la Campania. La empresa catalana de Nápoles explica la culminación de un proyecto imperial; y explica, también, el inicio de una caída que se saldaría, tres siglos más tarde, con la desaparición del catalán como la lengua de lo que había sido el imperio cuatribarrado.

Fragmento del Atlas Catalán de Abrahán Crezcas (1375). La península italiana. Fuente Bibliothèque Narionale de France
Representación de Nápoles (siglo XV) / Fuente: Museo Nazionale San Martino.

Alfonso el Magnánimo, un rey políglota

Alfonso II de Cerdeña, III de València, IV de Barcelona y V de Aragón (y que sería el I de Nápoles), modernamente identificado como "el Magnánimo" por razones de ahorro de espacio, era un rey políglota. El profesor Abel Soler, de la Universitat de València, que es un especialista en la figura y en la obra política de Alfonso, revela que aquel rey era castellanohablante de lengua materna, porque nació en Castilla (1396). Pero cuando su padre Fernando de Trastámara ganó el trono de Barcelona (Caspe, 1412), Alfonso aprendió la lengua del país que, años más tarde, acabaría gobernando. Por otra parte, la educación caballeresca de la primera juventud lo había familiarizado con el francés. Y, después de la conquista de Nápoles (1442), también se familiarizaría con el napolitano misto, la forma culta de la lengua propia del territorio que utilizaban las élites locales.

El catalán en la corte napolitana

Este carácter políglota del monarca se proyectó hacia la nueva cancillería napolitana de Alfonso. Pero con un clarísimo predominio de la lengua catalana. El profesor Soler, de nuevo, afirma que el catalán fue la lengua de gobierno, de administración y de cortesía. La investigación de Soler calcula que el 82% del personal de la cancillería (cancilleres, tesoreros, escribanos, juristas) eran catalanohablantes, con un predominio de valencianos, frente a un 18% de aragoneses de habla castellana o de castellanos de la parentela del rey. El profesor Sabatino Moscati, de la Universidad de Roma, dejó escrito que en la administración del estado napolitano de Alfonso predominaba "l'elemento catalano". Y en el grupo de los criados del rey las cosas no eran diferentes, porque el pueblo napolitano se refería a este colectivo con el apelativo genérico "creati catalani" (criados catalanes).

Representación de Fernando I de Nápoles (siglo XV). Fuente Biblioteca Real de los Países Bajos
Representación de Fernando I de Nápoles (siglo XV) / Fuente: Biblioteca Real de los Países Bajos

Alfonso, el valenciano

Alfonso alcanzó el trono mucho antes de lo que estaba previsto. Fernando I murió inesperada y repentinamente el 2 de abril de 1416, muy probablemente envenenado. Alfonso fue coronado con carácter de urgencia, pero las Cortes preceptivas no se hicieron esperar. El 22 de septiembre del mismo año, abría las Cortes catalanas en el Convento de Sant Domènec —en Barcelona— y pronunciaba el discurso en castellano. Aquel hecho provocó un fuerte malestar, que Alfonso, inteligente como era, enmendó oportunamente: en las siguientes Cortes, que se abrieron en Sant Cugat el 4 de mayo de 1419, pronunció su discurso en catalán. Ahora bien, el profesor Soler destaca que la larga estancia de Alfonso en València, incluso cuando ya era rey y en un momento que las diferencias dialectales de la lengua catalana ya estaban formadas, modeló su catalán hacia la variante valenciana.

El catalán en la ciudad de Nápoles

A pesar del desplazamiento de la capitalidad en Nápoles, el grupo nacional catalán que se estableció nunca representó un colectivo cuantitativamente importante; como había pasado en las colonizaciones del este de Sicilia (Mesina, Catania, Siracusa) o de Cerdeña (Cagliari, Oristán, L'Alguer) de los siglos XIII y XIV, respectivamente. El profesor Soler calcula que el grupo formado por el personal de la cancillería, básicamente valenciano, no sumaría nunca más de cuatrocientos individuos. Y que el de los comerciantes —catalanes, valencianos y mallorquines— reuniría la cifra nada despreciable de tres mil personas, pero nunca representarían más del 5% de los 60.000 habitantes de Nápoles. Ahora bien, por las razones expuestas sí que podemos asegurar que ostentaban una posición cualitativamente muy destacada. Y la lengua catalana también, como el vehículo mayoritario de expresión de aquella élite dirigente.

Representación de Fernando I de Nápoles (siglo XV). Fuente Biblioteca Real de los Países Bajos
Representación de Fernando I de Nápoles (siglo XV) / Fuente: Biblioteca Real de los Países Bajos

'Catalani, ragonesi et spagnoli'

Durante los primeros compases de la dominación, la población napolitana no hizo distinción: todos los recién llegados, el rey incluido, eran, genéricamente, "catalani". Y el profesor Alan Ryder, de la Universidad de Galway, y que es otro de los grandes especialistas de esta etapa histórica, relata que, si bien el castellano era la lengua de familia del rey, Alfonso siempre se dirigió en catalán a sus súbditos catalanohablantes. Incluso, la correspondencia a su esposa María y a su hermano Juan (futuro Juan II) —castellanohablantes— es en catalán. Ahora bien, el profesor Soler detecta que a caballo entre la unión dinástica de Fernando e Isabel, los napolitanos empiezan a distinguir entre "ragonesi", catalanohablantes, y "spagnoli", castellanohablantes. No parece extraño, más considerando que Fernando el Católico es el gran difusor del término, hasta entonces prácticamente desconocido, de "Corona de Aragón".

El primer retroceso

Soler nos revela que Fernando I, hijo natural y sucesor del Magnánimo en el trono de Nápoles, era catalanohablante porque había nacido y se había criado en València (1423). Fue el primero de una lista de reyes napolitanos catalanohablantes que se interrumpe cuando Fernando el Católico depone a su primo Federico III (bisnieto de Alfonso el Magnánimo) y reincorpora al reino partenopeo a la corona catalanoaragonesa (1501). A partir de Carlos de Gante (nieto y sucesor del Católico, 1518) los reyes napolitanos serían ausentes y castellanohablantes. Y en el aparato de gobierno, los tradicionales cancilleres y secretarios valencianos de lengua catalana serían sustituidos por personal "mesetario" de lengua castellana. A partir de 1518, el catalán desaparecería de la corte napolitana, aunque se conservaría en la ciudad como lengua de la comunidad mercantil. Era el primer retroceso.

Fernando el Católico, Carles de Gante y Felipe V. Fuente Museo de Arte de Viena y Real Academia de la Història
Fernando el Católico, Carlos de Gante y Felipe V / Fuente: Museo de Arte de Viena y Real Academia de la Historia

1714

La derrota de 1714 fue el fin del estado foral catalán y de lo que quedaba del imperio medieval catalán del Mediterráneo. El investigador sardo Roberto Lai revela que el retroceso definitivo se produciría cuando Felipe V, el primer Borbón hispánico, regaló el antiguo imperio catalán en Austria y en Saboya a cambio del reconocimiento internacional a su régimen (Tratado de Utrecht, 1713). Lai afirma que aquella conferencia marca el principio de la total descatalanización de Cerdeña y de todo el antiguo imperio catalán del Mediterráneo. Y, en el caso de Cerdeña, si bien es cierto que los notarios de la isla siguieron redactando las escrituras en catalán hasta principios del siglo XIX; también lo es que el viaje del diplomático reusense Eduard Toda a L'Alguer (1887) y el "redescubrimiento" de aquella comunidad catalana representó una formidable sorpresa en la Catalunya del Renacimiento.