Laura Huerga y Ayza (Barcelona, 1978) es cofundadora de Raig Verd Editorial de ensayo y narrativa, escritora y presidenta del PEN catalán. Ante la perspectiva de un Sant Jordi más mediatizado y más comercial que nunca, bajo la sombra de un ranking de ventas que repartirá medallas de victoria, nos encontramos con ella en la sede de su editorial para hablar del mundo editorial, de los premios y la crítica literaria, de la literatura comercial y de la buena literatura.

Borja Bagunyà en La Lectora, Ponç Puigdevall en El País, el CAC y los periodistas de TV3. Parece que empieza a haber cierta conciencia en el debate público de que hay libros que, más que libros, son productos mediático-comerciales con dinero y grandes estructuras detrás.
Para mí todo esto es síntoma de un momento muy concreto en el mundo del libro que, aunque siempre ha existido, ahora se acentúa con lo que yo diría que representa un cambio de paradigma. Hace doce, trece, catorce años vimos el nacimiento de varias editoriales independientes, y ahora estamos viendo otro, donde me atrevería a decir que ese modelo está en peligro o, como mínimo, en una situación muy vulnerable. El momento actual es, por un lado, de concentración: grandes grupos comprando editoriales emblemáticas y referentes como La Campana, Arcàdia o Viena, que los lectores muchas veces todavía filtran como editoriales independientes. Cuando los grandes grupos compran estas editoriales no sólo están comprando una marca y unos fondos editoriales, están comprando una imagen y unos valores. En este momento de concentración también entraría la fusión, como lo que ha ocurrido con Ara Llibres, Navona y el Grup Enciclopèdia. Por otro lado, estos procesos de concentración y fusión contrastan con el nacimiento de más y más editoriales pequeñas y micro, sin prestar atención a si podemos consolidar los proyectos independientes que ya existen. Al mismo tiempo, las grandes editoriales tienen cadenas de librerías propias como Abacus o Casa del Libro, o distribuidoras propias que ofrecen unos márgenes más provechosos a los libreros, y no sé si podemos competir en este contexto a medio y largo plazo. Creo que estamos en medio de un proceso de cambios que aún no podemos ni imaginar, ni prever las consecuencias que puede tener sobre lo que se publica y cómo se publica.

Ahora mismo es un momento delicado en el mundo editorial, y eso se traduce en buscar productos –porque más que libros, son productos– pensados para vender, bajo la lógica del marketing y para ser vendidos

¿Esto que cuentas en qué tipo de libros se traduce?
Yo diría que ahora mismo es un momento delicado en el mundo editorial, y eso se traduce en buscar productos –porque más que libros, son productos– pensados para vender, bajo la lógica del marketing y para ser vendidos. Diría que este tipo de productos son consecuencia de un contexto en el que la lucha por los espacios en las librerías, o por los espacios mediáticos, o por los espacios en clubes de lectura o donde sea, es tan feroz que necesitas muchos argumentos comerciales para colocar un libro. Cuesta mucho hacer valer el libro en cuestión más allá de su valor económico y más allá de las ventas. Hoy por hoy, es muy difícil poner en consideración el valor literario de una obra cuando estás hablando con periodistas, por ejemplo, o incluso con libreros, o con tu distribuidora. En muchos lugares, en ciertos espacios, no vale nada que un libro sea bueno. Si hablas de las aportaciones literarias que hace, de la riqueza del contenido, de cómo experimenta o de cómo está creando nuevas formas de escribir o de explicar o de narrar, si dices que nos hace reflexionar sobre nuestro mundo, sobre ciertas formas de pensar… Te preguntarán cuántos ejemplares ha vendido hasta ahora. ¿Cuál es el valor de un libro, ahora? ¿Sólo lo que ha vendido? Yo sigo defendiendo que no debe ser así.

En toda esta estructura comercial, ¿qué papel juegan los premios literarios?
A mí me parece que los premios literarios deberían destacar lo que es excelente, aquello que se sale de la norma, que sobresale y que brilla. Para señalar aquello que añade algo al patrimonio literario, en definitiva. No sé si los premios literarios que se otorgan hoy tienen esa función, diría que los que otorgan las editoriales, mayoritariamente, no. Pero hemos llegado a este punto porque el capitalismo empuja a que todo responda a criterios económicos, también la literatura. Y no es sólo la literatura la que orbita en torno a este universo que mencionamos: toda la cultura ahora mismo tiene que responder a criterios comerciales. Cuesta mucho hacer cosas que estén dentro de unos criterios y exigencias diferentes. Si lo que buscas es buen contenido, pero no tienes argumentos comerciales, costará muchísimo llegar al público. Tendrás que ir fidelizando lectores, fidelizando libreros que confíen en tu marca, ir a las bibliotecas y hacer que se fijen en tu trabajo y que lo defiendan y recomienden, pero eso en un mercado inundado por la hiperpublicación se complica. El valor de un libro no se puede monetizar, pero sobre todo no se puede leer a través de unas cifras de ventas. ¿Qué significa que un libro haya vendido 150.000 ejemplares: que es muy bueno, o que ha tenido una gran campaña porque tal editorial tiene muchos recursos? Después el libro puede ser muy bueno o no serlo, pero si no tienes todo eso que lo acompañe, seguramente el libro en cuestión no venderá tantísimos ejemplares.

Entrevista Laura huerga / Foto: Carlos Baglietto
Entrevista a la editora Laura Huerga / Foto: Carlos Baglietto

¿Cuál es el valor de un libro, ahora? ¿Sólo lo que ha vendido? Yo sigo defendiendo que no debe ser así

¿Hay elitismo detrás del desprecio hacia los libros “de masas”?
Al contrario: precisamente quienes procuramos hacer libros exigentes pensando que son para todos luchamos contra el elitismo. Yo diría que detrás de la decisión de hacer según qué tipo de libros hay un paternalismo, un infantilismo, tal vez, que piensa que para que algo llegue a todos hay que bajar el nivel. También pasa con las lecturas recomendadas a adolescentes o niños. ¿Por qué no puedes encontrarte un Kafka o una Emily Dickinson en la ESO? No pienso que los que publicamos libros un poco más exigentes estemos siendo elitistas, sino al contrario, nos gustaría que los leyera todo el mundo y pensamos que pueden hacerlo. Es exigente, claro. A mí me parece que los que trabajan desde esta concepción comercial lo hacen pensando que el lector no llegará tan lejos, que si lo hacen más fácil llegará a más gente, y el nivel de todo va bajando dramáticamente, porque se hace pasar por libros literarios libros que son para pasar el rato, y esa es la trampa. No es que no deban existir, es que pretendemos que unos y otros son lo mismo y no lo son. En realidad, libros más exigentes son los que pueden estimularnos, activar nuestro pensamiento crítico y hacernos reflexionar en un momento en que más falta hace que nunca.

¿Qué es la buena literatura?
Cuesta mucho definir del todo la fina línea que separa la buena literatura del resto. Seguro que hay muchos libros que según quién colocaría a un lado de la línea y otros al otro. Aquí siempre hay debate, permanentemente. A mí me parece que la buena literatura debe tener un punto de reto y de desafío, por la forma, por el fondo o por la narración. Debe tener un punto provocador porque está bien hecha. Para entendernos: si es buena literatura, debería ser difícil que la inteligencia artificial hiciera algo parecido. Y hay un tipo de literatura que sí podría ser hecha por inteligencia artificial y se vende, la gente la compra porque hay una campaña comercial detrás o por lo que sea. Yo relaciono la buena literatura con el arte, con la idea de que el arte, para ser arte, debe hacer que algo suceda. El resto son productos comerciales relacionados con la cultura.

No pienso que los que publicamos libros un poco más exigentes estemos siendo elitistas, sino al contrario, nos gustaría que los leyera todo el mundo y pensamos que pueden hacerlo

¿Se puede tener esta conversación abiertamente en el mundo del libro catalán?
Me parece que la dinámica de la que hablamos está en todas las esferas culturales, grandes o pequeñas como la nuestra. ¿Quién quiere hacerse enemigos? Nadie. Tienes que aprender a moverte en las aguas de esta esfera cultural, que es la que nos ha tocado. No nos gusta el desacuerdo y hemos perdido la capacidad de dialogar desde la diferencia de opiniones, de debatir y dar argumentos a favor o en contra. Cuando hago una entrevista o una publicación con una idea poco popular siempre alguien se enfada o me preguntan por qué digo tal cosa públicamente. Hay espacios donde nunca verás un libro mío por esta causa. Evidentemente cuesta decir determinadas cosas: nuestra crítica cultural está tocada por el mismo mal que la crítica cultural de otras culturas. Me parece que no es algo sintomático sólo de la catalana: todo el mundo quiere trabajo y decir que algo no te gusta tiene un precio. De vez en cuando aparece alguna crítica como la de Borja Bagunyà al libro de Pilar Rahola premiado con el Prudenci Bertrana, o la de Ponç Puigdevall al libro de Roc Casagran, premiado con el Sant Jordi. Estemos más o menos de acuerdo, las críticas deben servir para cuestionar si lo que estamos haciendo lo estamos haciendo lo suficientemente bien o si podríamos hacerlo mejor. Y aquí no sé si somos lo suficientemente críticos y valientes, pero me parece que esa valentía depende de la certeza de que hacer esa crítica no te perjudicará profesionalmente. Quizá es eso lo que no estamos haciendo. Es relativamente fácil criticar a los críticos, si hay crítica o si la hacen suficientemente bien, pero ¿les estamos dando un espacio seguro para hacer su trabajo sin que eso tenga consecuencias laborales? ¿O lo primero que haces cuando quieres hacer crítica de un libro como el de Pilar Rahola es pensar en qué consecuencias podría tener? ¿Quién llamará a quién? ¿Qué puede pasar? Los mismos medios retiran críticas que no han gustado a sus anunciantes.

¿Qué se puede hacer para favorecer ese espacio seguro para la crítica?
Para empezar, tratar mucho mejor los espacios culturales de crítica del país. Y dejar de lado esta precariedad absoluta en la que vive el sector cultural. Que las revistas –en tanto que espacios de crítica– puedan tener suficientes recursos. En general, se opera pensando en “¿de dónde puedo sacar este dinero para pagar esta crítica?”, y no debería ser así: debería haber un sistema que asegurara que estos medios y sus críticos puedan actuar con total libertad. En este sector los medios tienen un papel bastante importante, porque al final la visibilidad que se da siempre es a los libros más vendidos, que siempre son los libros con más campaña de marketing, que muchas veces es una campaña que se hace desde los propios medios, porque tú ya haces un libro pensando dónde te iría bien que te invitaran. Por mucho que el gremio de libreros insista cada año en que la lista de los más vendidos de Sant Jordi sólo representa el 5% de las ventas, no pueden escapar de esa narrativa.

Entrevista Laura huerga / Foto: Carlos Baglietto
Entrevista a la editora Laura Huerga / Foto: Carlos Baglietto

Si es buena literatura, debería ser difícil que la inteligencia artificial hiciera algo parecido

¿Y qué pueden hacer los medios convencionales para escapar de esta dinámica?
En cuanto a medios privados, poco se puede decir. Siempre dependerá de la voluntad e intereses de quien dirija ese espacio. Me parece que es en los medios públicos donde hay que poner el acento. Ahora flota una pregunta cuya respuesta tengo muchas ganas de saber: ¿cuántas horas dedica la televisión pública a promocionar autores que están vinculados a la televisión pública? Si las grandes editoriales se han aprovechado de tener autores mediáticos es porque también los medios públicos –sobre todo los medios públicos– han aprovechado sus propios espacios para promocionar los libros de sus periodistas. Que hasta ahora nadie se haya hecho esa pregunta me parece un punto doloroso. Hay autores que tienen un espacio promocional asegurado antes de que salga su libro, sin que nadie lo haya podido leer. Todo esto destila cierta perversión.

¿Que el sistema literario tal como está montado beneficie a un tipo concreto de libro qué efecto puede tener sobre el hábito lector de los catalanes?
A mí me parece que rebajar la exigencia o el nivel nunca es una buena noticia. Y si eres consciente de lo que la literatura puede hacer y la rebajas y la disuelves… Qué quieres que te diga. A mí no me interesan los libros así. No juzgo lo que lee la gente: cada uno lee lo que quiere y me parece fantástico. La cuestión es cómo nosotros como sociedad destacamos unos libros u otros, dónde los colocamos y qué premios les damos, porque entonces condicionamos la elección del lector. Por eso tienes superhéroes que están trabajando desde lugares muy pequeños, y aquí también incluyo a editores, libreros, traductores que trabajan para promocionar libros que han traducido y en los que creen. O periodistas que desde sus espacios hacen lo que pueden para ofrecer rendijas alternativas. Hay ese trabajo que muchas veces no se valora y que hay medios que sí hacen de seleccionar contenidos de una manera que no responda a valores puramente comerciales. El hecho de que yo como editora escoja obras que respondan a criterios estrictamente literarios tiene un precio muy alto. Yo también podría hacer libros que respondieran sólo a criterios comerciales y podría irme bien o mal, pero yo también podría jugar a eso. Aun así, decido jugar a otra cosa porque quiero proponer un ensayo de pensamiento, quiero proponer una narrativa que despierte cosas, que inquiete y remueva.

¿Por qué?
Porque creo en el valor transformador de la literatura. Si no creo en lo que hago, se nota en los libros que publico.

Si quieres buena literatura, tienes que comprar buena literatura. Si quieres que haya editoriales independientes, tienes que comprar a las editoriales independientes

En todo este sistema mediático y económico que acompaña el sistema literario que has descrito, ¿qué papel juega la festividad de Sant Jordi?
Sant Jordi es el día grande, pero igual que creo en ciertos periodistas, libreros, traductores y escritores, también creo en los lectores. Y creo que los lectores también pueden encontrar otros libros. Igual que si la gente quiere encontrar libros en catalán tiene que comprar libros en catalán, si quieres que haya más bibliodiversidad en catalán tienes que comprar libros más variados en catalán. Te diría que en el momento en el que estamos es todavía más de riesgo porque la situación es delicada. Al principio hablaba de cambio de paradigma y quizá no he insistido lo suficiente, pero realmente creo que muchas editoriales independientes caerán, y eso quiere decir que o bien tendrán que cerrar, o hacerse más pequeñas para adaptarse, o bien serán absorbidas por editoriales más grandes. Cuando eso ocurra nos llevaremos las manos a la cabeza y diremos: ¿cómo puede ser? Es como cuando te quejas de que cierra un bar de toda la vida al que nunca has ido. Si quieres buena literatura, tienes que comprar buena literatura. Si quieres que haya editoriales independientes, tienes que comprar en las editoriales independientes. A mí me encanta la gente que comparte libros por las redes, pero también deben ser conscientes de qué comparten y a quién beneficia. También hay influencers pagados, ahora, para ganar más espacios para según qué libros. Si no queremos que todo esto siga igual, cada uno tiene que solucionar lo que pueda solucionar hoy mismo.