Pocos diarios como La Vanguardia han refinado el arte de construir línea y enviar mensajes editoriales... fuera de los editoriales. Este domingo, la cabecera líder en Catalunya vuelve a demostrar esta capacidad magistralmente. Lo hace a través de una amable entrevista con el lehendakari (en funciones) Íñigo Urkullu, del PNV. La entrevista se puede leer en referencia a la situación de Euskadi —si no eres catalán. Para cualquier catalán, sin embargo, es una hábil y continua alusión al soberanismo en Catalunya, en el mismo tono que un padre sagaz señala al hijo díscolo el ejemplo de un amigo de clase, aplicado y buen chaval, para que tome nota y trate de emularlo.

Un buen ejercicio para comprobarlo es transformar en afirmaciones las preguntas a Urkullu. Dos ejemplos. Uno: "Qué significa avanzar de forma gradual [para conseguir más cotas de soberanía]?." Dos: "Por lo tanto, ¿excluye usted cualquier estrategia de carácter unilateral?". A ambas preguntas, el lehendakari responde adecuadamente —no le dejan espacio para mucho más—, en un tono que en el ambiente caliginoso del secesionismo catalán sería desechado por autonomista y como una "pantalla pasada".

La estrategia funciona a medida que pasa la entrevista. Las respuestas de Urkullu se van provocando con buena maña, para presentarlo como aquel amigo de clase con una personalidad parecida a la del hijo rebelde ("dos identidades nacionales, la catalana y la vasca, fuertemente singulares") pero que estudia, saca buenas notas, es respetuoso y llega a casa puntual a cenar. No como tú, que haces novillos, apruebas por los pelos, llegas siempre tarde, no te lustras los zapatos y pasas de las visitas.

En un punto, sin embargo, se rompe la magia y el lehendakari salta del plano inclinado por el que poco a poco se le lleva. Ocurre tras calificar Urkullu la actitud del nacionalismo vasco respecto a la crisis de gobernabilidad española de "proactiva". La siguiente pregunta (o inducción) es "Ser proactivo en la crisis española quiere decir negociar pactos para facilitar una investidura...". Aquí Urkullu se planta: "Que no cuenten con el PNV para garantizar fórmulas de gobierno que no sean estables y que no atiendan la agenda vasca. Miren, los partidos nacionalistas somos paganos de los vetos y líneas rojas de los cuatro grandes partidos españoles". Patapam. La entrevista mete los dedos en el enchufe.

Todo cómodo

Todo viene muy bien acomodado para enviar un mensaje preciso al independentismo, digamos, central en Catalunya. Previamente a las cuestiones donde la independencia y la unilateralidad son debeladas como una "quimera" (como también dijo el Rey Juan Carlos I) "inaceptable" para Europa, se presenta Euskadi como una sociedad "con un gran bienestar material" y se deja pista al entrevistado para que camine por una pasarela donde puede lucir todos el trajes que hacen de Euskadi un modelo de lo más aspiracional.

Urkullu tiene espacio para dar cifras que ponen los dientes largos a cualquier político catalán, especialmente si está en el gobierno. Como ésta: "Tenemos el compromiso de destinar 8.500 millones de euros a un plan de empleo...". Y todo, "sin implicar ningún tipo de renuncia", como se cuida de preguntar/afirmar la entrevista después.

Entre una cosa y otra, parece que el buen comportamiento de Euskadi y su gobierno y la ausencia de un independentismo fuerte ("da la sensación que la reclamación nacional ha perdido intensidad en Euskadi", arranca otra pregunta) sea la causa de toda esa bonanza de progreso y convivencia a la que Catalunya no tiene acceso porque no es "proactiva" ni "avanza de manera gradual". Todo eso un día después del ataque de catalanitis de Rajoy alertando a los vascos que se alejen del "camino de división y ruptura" de Catalunya.

Bien. Es una lástima que en toda la entrevista no se pregunte, comente ni mencione en momento alguno el concierto económico, simpático y útil mecanismo institucional/constitucional por el que el País Vasco recauda todos los impuestos en su territorio y dispone de casi todos recursos que genera, cosa que permite al gobierno de Euskadi tener toda la "sensibilidad social" que, ahora sí, el editorial de La Vanguardia reclama al gobierno catalán enfermo de "fiebre secesionista". El concierto es una gran ventaja. En este caso es también un gran olvido.