El jueves pasado, sin ningún tipo de aviso previo, Manel publicó un inesperado single con el título de L'amant malalta y desde aquel momento un rumor persistente que da vergüenza confesar, casi como quién sufre almorranas en silencio, atormenta dolorosamente a los fans del grupo barcelonés: ¿Y si realmente la nueva canción de Manel es un artefacto terriblemente cojo? Esta es la dolorosa pregunta que Catalunya entera hace cuatro días que se repite delante del espejo, nos guste o no confesarlo. Como ante las desgracias vale más asumir la pena que revolcarse en el dolor, sin embargo, estas son las cinco fases del luto basadas en el Modelo Kübler-Ross con el fin de aceptar lo que tú y yo sabemos: si no fuera porque la ha publicado Manel, a L' amant malalta no le hubiéramos dado una segunda oportunidad y ya criaría malvas en el cementerio de canciones olvidadas, allí donde habita el olvido, al lado de los millares de canciones de tantos grupos catalanes de los cuales ni siquiera recuerdas el nombre.

Fase 1, negación: "A mí me mola, es un temazo"

La tarde del 11 de marzo de 2021 Manel consiguió lo que sólo un grupo como ellos, el más importante del panorama musical actual en Catalunya, puede conseguir: crear impacto de forma inmediata. Nadie llegó a casa preguntando "¿Qué haremos hoy para cenar?" o "¿Cómo te ha ido el día?", pero el problema es que la pregunta tampoco fue "¿Has escuchado lo nuevo de Manel"?, sino "¿Qué piensas de lo nuevo de Manel"?. El matiz es importante. La primera reacción, con el efecto de la novedad todavía latente, fue eufórica: escuchar la voz de Guillem Gisbert en canciones que nunca hemos escuchado antes es siempre gratificante, incluso cuando la letra es líricamente simplísima, y oír una nueva tonada de Manel que parece eludir los ritmos más electrónicos de los últimos trabajos para abrazar el estilo íntimo o tranquilo de las baladas pop de los primeros álbumes es motivo de alegría, pero al acabar la canción nueve de cada diez catalanes necesitaron -que no quiere decir desearon- hacer una segunda audición, quizás porque mientras por dentro nos decíamos en voz baja "es un temazo, te gusta, es un temazo, te gusta", sabíamos a ciencia cierta que nos estábamos autoengañando y nos movíamos por la fe desesperada de quien después de una primera cita de Tinder nefasta dice "Nos llamamos para volver a vernos!" a pesar de saber que, si tiene que escoger, prefiere la soledad al aburrimiento supremo de una noche para olvidar.

Fase 2, ira: "No puede ser, se nos escapa algo"

Si te fijas, hace días que las calles del país están llenas de gente con auriculares en la oreja intentando descifrar el ya característico hermetismo lírico de las canciones de Manel: en este nuevo tema, alguien que tiene una cita se lamenta por tener que deshacer los planes, ya que la persona con quien ha quedado, su amante, está enferma. He aquí la gran sorpresa positiva de la canción, que de tan sorprendente causa incluso temor: en esta ocasión, después de años haciendo discos con letras que parecían tener más interpretaciones que un poema de JV Foix en On he deixat les claus?, en L'amant malalta todo se entiende aparentemente a la primera y de una forma inusualmente simple. Tan simple que la letra sólo empieza a elevarse como una gran metáfora del año del coronavirus cuando se mira con detenimiento el videoclip, dirigido por Víctor Carrey, por eso esta es la sorpresa negativa de L'amant malalta: hay que hacer antes el visionado del vídeo que la audición del tema musical, ya que las dos cosas forman un binomio audiovisual indisoluble donde el término visual tiene más peso que el audio. Sin el videoclip, por mucho que nos duela decirlo, la canción tiene la misma poca gracia que una calçotada sin salsa de romesco.

nuevo sigle manel la amante enferma - Manel

Imagen promocional del single La amante enferma. (Manel)

Fase 3, negociación: "La canción, meh; el vídeo, sublime"

Vale, si ya hemos asumido que escuchar la canción sin ver el vídeo es más triste que hacer un polvo sin amor, consolémonos mirando una vez tras otro el vídeo. En él, los integrantes del grupo, repartidos en dos burbujas de convivencia, transitan con coches diferentes por escenarios suburbanos del Prat de Llobregat mientras fuera de sus vehículos el mundo parece hundirse: un globo sin ningún niño que lo haga volar, como los sueños que ya no existirán; una chica a quién le cae una pizza al suelo, como las ilusiones restañadas; un hombre anónimo haciendo tristemente vida de bar y que, después de ir al lavabo, vuelve a la barra y se choca con la certeza de que ya nadie juega a dardos, ya nadie comparte cervezas y ya nadie baila la música que suena. A partir de aquí, calles llenas de gente con vestuario sanitario de limpieza, coches aparcados criando polvo, peatones atendiendo a un ciclista herido pero guardando la distancia de seguridad de dos metros y las calles decadentes, vacías y desérticas de un pueblo de costa como Cambrils sin ni sol un turista. Y vecinos en los balcones mirando hacia la nada, y carros de la compra quemando después de que el capitalismo haya sido, una vez más, más poderoso que una pandemia vírica mundial, y niños haciendo el salvaje y corriendo por la calle después de haber perdido medio año de sus vidas cerrados en casa, y un meteorito idéntico al de la portada de Por la bona gent cayéndo del cielo pero simbolizando el impacto apocalíptico que la Covid-19 ha supuesto para nuestras vidas. Y sobre todo, personas solitarias separadas entre sí pero conectadas con el mundo a través de un teléfono móvil unipersonal, el mismo teléfono móvil con el cual tú, seguramente, estás leyendo este artículo o con el cual has escuchado decenas a veces L'amant malalta.

La escena final de este trabajo cinematográfico sublime, con los cuatro músicos mirando atentamente un agujero negro en medio de la carretera, nos remite precisamente a la oscuridad que ha impedido al protagonista lírico de la canción verse con la amante, que sufre "fiebres altas", a quien quería llevar a bailar al Antilla. La oscuridad del amor de amantes en tiempo de coronavirus.

Fase 4, depresión: "Benvolgut es insuperable, ya nada será igual"

No tener un amor a primera vista -ni a segunda, ni a decimotercera, ni a cincuentena- con L'amant malalta es más doloroso cuando recuerdas que hoy hace diez años Manel publicó Deu milles per a una bona armadura. Lo más difícil para un grupo revelación no es petarlo con su primer disco, sino hacer un segundo disco y petarlo todavía más, por eso en aquella Catalunya que tenía en Artur Mas de President y al Barça de Guardiola como ejército desarmado que domingo tras domingo convertía el fútbol en arte en todos los campos de España, el segundo trabajo de Manel se convirtió rápidamente en una banda sonora generacional que ya no nos ha abandonado nunca más: aquellos que de pequeños se habían criado cantando Anys i anyss del Club Super3 en las fiestas de cumpleaños, por ejemplo, ahora, de mayores, cantarían para siempre Aniversari cada vez que soplaran las velas. Hoy hace diez años, pues, que Manel nos puso la carne de gallina y nos proyectó con ternura el amor que algún día viviremos, de viejos, con Criticarem les noves formes de pentinats. Hoy hace diez años recordamos que "tant bo és insistir com saber-se retirar" gracias a un Boomerang, también. Y hoy hace diez años, sobre todo, que una historia de amantes muy diferente a la de L'amant malalta arraigó tanto en tu vida que todavía hoy, una década más tarde, cada vez que vas de escapada a algún rincón de Catalunya y ves el ábside románico de una catedral, piensas en las personas a quien has amado pero con quien ya no compartes la vida. Es decir, piensas en que tú también podrías ser el Benvolgut de alguien que, a su tiempo, también debe ser el Benvolgut de alguien.

Fase 5, aceptación: "Me gusta más Manel que la canción de Manel"

Por fin, después de haberla escuchado cuarenta y siete veces, haber discutido con tres amigos, haber leído comentarios de todo tipo en Youtube e incluso de haber sufrido delirios inhumanos que te han hecho plantear si el personaje vestido con bombillas de colores del videoclip es un epidemiólogo como Oriol Mitjà, aceptas que L'amant malalta es una buena canción sobre el coronavirus y sobre este año donde los investigadores científicos han sido los únicos que han aportado un poco luz en las migajas de verdad que han poblado la actualidad, más caótica que nunca, pero asumes, también, que L'amant malalta es una mala canción de Manel. En un año sin conciertos en directo, sin bares llenos de gente y sin bailes en los cuales ninguna Dolors pueda bailar arrimada con nadie al ritmo de uno-dos-tres, chá-chá-chá, Manel nos ha regalado una canción que de haberla sacado Stay HomasBuhos la hubiéramos puesto a parir enTwitter, pero que, como la ha hecho Manel, pasa a ser automáticamente la gran canción metafórica del confinamiento. Ni que sea justIta. Ni que sea criticable. Ni que sea tan imperfecta como este último año perfectamente imperfecto.