Hay una minúscula isla en el Mediterráneo que con su topónimo bautizó a uno de los poetas más singulares de la literatura catalana medieval. Ubicada en el golfo de Nápoles y siempre en la sombra de islas más conocidas como Ischia o Capri, cuando Procida fue escogida recientemente Capital Italiana de la Cultura 2022 se destacó que esta isla volcánica cinco veces más pequeña que Formentera tenía desde siempre una estrecha relación con el mundo de la cultura, habiéndose convertido en el escenario de obras literarias como Graziella d'Alphonse de Lamartine o lo Aísla di Arturo de Elsa Morante, así como de filmes como El talento de Mr.Ripley, de Anthony Minghella. Sorprendentemente, sin embargo, lo que varios medios culturales italianos destacaron es que también un misterioso poeta trovadoresco del siglo XIV nacido en Valencia debía su nombre a la isla: Gilabert de Próixita.

Una isla con catorce años de presencia catalana

Para explicar esta historia primero hay que ponernos en situación: hubo un tiempo en que esta isla volcánica de aguas cristalinas y campos de limoneros fue, como tantos otros rincones del Mediterráneo, un poco catalana. Llegar desde la península Itálica reclama poco más de tres cuartos de hora en ferri, pero en la actualidad, si cuando acabe el coronavirus alguien quiere visitarla se encontrará desembarcando en el típico puerto moderno de isla turística donde varios ferris trajinan cada año miles de visitantes entre Nápoles y Procida, nada que ver, por lo tanto, con el desembarque que el año 1282 las tropas de Pedro III efectuaron en la isla durante las 'Vísperas sicilianas'. La presencia catalana en este islote que se puede recorrer en bicicleta con menos de veinte minutos fue breve y concisa, pero sirvió para que uno de los principales consejeros del Conde de Barcelona fuera nombrado Señor de Procida: su nombre era Giovanni di Procida y se trataba de un salernitano que había conspirado contra Carlos I de Nápoles y que, por lo tanto, había resultado decisivo para levantar la posterior revuelta siciliana contra los Anjou. Lo que conecta a este señor con nosotros es que los servicios de Giovanni de Procida a la Corona de Aragón le sirvieron no sólo para convertirse en señor de la isla, sino también para recibir varios feudos y baronías en los Reinos de Valencia y Mallorca, y aquí está donde todo empieza a coger más vuelo.

Procida Palazzo Mignano_Matthias Süßen

El imponente Palazzo Mignano de Procida, situado en lo alto del puerto antiguo de la isla. (Matthias Süßen / Wikipedia)

¿Por qué? Pues porque fue en Valencia y casi un siglo más tarde donde nació uno de los descendientes de Giovanni de Procida: Gilabert. Criado en el seno de una clásica familia noble de la época, Gilabert era nieto de Olf de Procida -gobernador de Mallorca y más tarde virrey de Sardenya- e hijo de Nicolau de Procida, heredero de todas las posesiones familiares y personaje destacado, como sus antecesores, en la política exterior de la Corona. Con estos precedentes, no resulta ninguna sorpresa que Gilabert, así como sus hermanos varones, también se decantara por hacer carrera militar. Por desgracia, a pesar de la participación de Gilabert en las campañas de Sicilia al servicio del rey Joan I, primero, y Martí I, después -tanto la del año 1392 como la de 1395-, no se tiene constancia que nuestro hombre conociera de primera mano la isla de la cual era originaria su familia, ya que Procida había dejado de formar parte de los dominios de la Corona de Aragón un siglo antes, cuando el año 1299 Tomàs de Procida -el tatarabuelo de Gilabert- se pasó a la causa de los anjovines de Nápoles. Sin embargo, por suerte, el permanente contacto con la península Itálica permitió a nuestro protagonista conocer la poesía italiana y el Dolce stil nuovo.

El último trovador

Este artículo no existiría si el año 1954 el medievalista Martí de Riquer no hubiera descubierto que las veintiuna poesías encontradas en el Cancionero Vega-Aguiló correspondían a un tal Gilabert de Próixita, escrito así, que es como lo registra el códex perdido en unos manuscritos catalanes de la Biblioteca del Monasterio del Escorial que sirvieron a Riquer para dar con la pista definitiva de nuestro poeta caballero. ¿Escribió sólo veintiuna piezas en toda la vida? No lo sabremos nunca, de momento, pero lo que muestran los poemas encontrados en este compendio de antología poética catalán y occitano fechado el año 1420 es la obra de un poeta para nada menor, de tono plenamente trovadoresco y llena de provenzalismos, pero también con resonancias italianescas nada comunes en los poetas de su generación.

Gilabert Proixita poesías

Ejemplar de las Poesías de Gilabert de Próixita, libro editado por el editorial Barcino el año 1993. (Ed. Barcino)

Si otro personaje importante de aquella corte real como Bernat Metge se convirtió en el primer representante del humanismo en las letras catalanas, los poemas de Gilabert de Próixita, coetáneo del autor de Lo somni, se pueden insertar, desde una lectura actual, en el puente entre la poesía trovadoresca y la poesía que estalla durante el Siglo de Oro valenciano. Es decir, simplificándolo mucho podemos decir que cronológicamente de Próixita se encuentra a medio camino entre Guillem de Cabestany o Cerverí de Girona y nombres como Ausiàs March o Jordi de Sant Jordi. Las poesías de nuestro poeta caballero siguen el estilo y los tópicos de los trovadores, sí, pero a la vez contienen un tono mucho más subjetivo y en el cual el autor no se esconde de su propia personalidad, cosa poco común en los esquemas de la poesía trovadoresca. Todos los poemas conservados hablan de amor desde una vertiente totalmente pasional, sin teorizar, sencillamente narrando la experiencia amorosa como una catarsis sensorial, sin esconder nunca su condición de caballero -antes que poeta- y con versos que, salvando las distancias, no están tan lejos de los de poetas como Guido Cavalcanti o Gianni Alfani.

Un poeta al servicio del antipapa

Hemos empezado esta historia en la diminuta isla de Procida y la acabamos también en Italia, pero unos cuantos kilómetros más al norte. El culpable de acabar de nuevo en Italia no es ningún otro que Benedicto XIII, o sea, el Papa Luna. El año 1405, en pleno Cisma de Occidente, el papa que media Europa consideraba el antipapa decidió emprender un reto unilateral para resolver el conflicto dentro de la Iglesia católica: llegar personalmente a Roma para entrevistarse con Inocencio VII -el otro papa, el de Roma- y poner fin a la duplicidad papal por la vía conventionis. El papa de Aviñón pidió ayuda al rey Martí l'Humà con el fin de llevar a cabo la arriesgada empresa, tal como recoge con todo tipo de detalles el pergamino conservado en el Archivo de la Catedral de Barcelona: en el documento no sólo se encuentran los gastos relacionados con la galera 'Barcelona' encargada de hacer el viaje, sino que se enumera la lista de oficiales y soldados que integran la comitiva, entre los cuales encontramos "Gilaberto de Proxida, milite". Gracias a otro documento, el de las Rúbricas de Bruniquer, podemos saber que el día 11 de junio el estandarte de la ciudad que flamearía a la galera con la cual viajó nuestro querido poeta recibió la bendición oficial con la presencia del rey Martí, su mujer Maria y la reina Violant. La nave, flanqueada por la flota real, partió hacia Marsella, donde el 7 de mayo Benedicto XIII se sumó a la tripulación con el objetivo de llegar a Roma.

Martí el humano y Martí el Jove. Retablo obra de Pere Nunyes y Enric Fernandez(segle XVI). Fuente Museu Diocesano de Barcelona

Gilabert de Próixita trabajó en la corte de Martí el Humano, protector del Papa Luna. (Pedro Núnez / Enrique Fernández / Wikipedia)

La puerta de entrada a Italia era Génova, ciudad que recibió con entusiasmo toda la comitiva del Papa Luna, pero que también significó el inicio del fin: por una parte, las arcas papales se encontraban bajo mínimos; de la otra, las guerras sempiternas en la Toscana impidieron el paso hacia Roma. A esta lamentable situación se sumó un tercer factor inesperado pero letal: una epidemia mortífera asoló Génova, motivo por el cual toda la curia papal tuvo que retirarse hacia el oeste, primero a Savona y más tarde, finalmente, a Niza, en octubre de 1405. Según Martí de Riquer, sin embargo, nuestro ilustre poeta murió en Génova el 4 de diciembre de 1405, posiblemente víctima de la epidemia que lo había mantenido, enfermo, en la ciudad. Por eso la historia de este lobo de mar medieval, a pesar de haber nacido en una ciudad de mar como Valencia y haber muerto en una ciudad de mar como Génova, es en ella misma una metáfora gracias a otra ciudad de mar infinitamente más humilde y pequeña: Procida, la capital de una isla que estará atada para siempre a Gilabert de Próixita, el poeta que nunca la pisó.