En una hora, esta mañana, Josep Maria Espinàs ha firmado los 25 llibres que había en el puesto en el que estaba. Pero su trabajo no ha acabado aquí: cuando los ejemplares se han terminado, ha llegado gente que llevaba sus ejemplares para que este autor se los firmara.No todos eran novedades. Había, incluso, ediciones de los años setenta.

Josep Maria Espinàs es, sin duda, el autor más fiel a la fiesta de Sant Jordi. Lleva 62 años yendo a firmar sus libros. Cada año, uno nuevo. Ha publicado 90 libros y 62 los ha presentado por Sant Jordi. Y eso que, durante algunos años, eso no era nada fácil. "Durante muchos años teníamos que firmar los libros a escondidas, porque nos vigilaban los grises", explica Espinàs. Por aquel entonces Sant Jordi no era un día de multitudes como ahora. "Cuando firmé mi primer libro, Com ganivets o flames, sólo había un puesto autorizado, porque estaba especializado en libros muy minoritarios. Amparándonos en el permiso que ellos tenían, íbamos tres o cuatro escritores, que firmábamos escondidos detrás de una cortina". La gente que iba no se enteraba por los medios de comunicación: "Venían porque alguien les había dicho que estaríamos allí". No había largas colas: "Pero siempre firmábamos algún libro".

Lo más divertido...

Espinàs ha vivido todo tipo de experiencias en sus 62 sant jordis en las Rambles. Explica que un año, en la Casa del Libro, se le presentó un lector que quería que le firmara un libro. Espinàs vio que el libro no era suyo, sino de Xavier Benguerel, y le hizo notar al lector que él no era el autor de la obra. "Me es igual", respondió tranquilamente el lector, que no estaba dispuesto a marcharse de allí sin una firma. Espinàs le firmó el libro "en nom de Xavier Benguerel". Espinàs asegura que aquello fue, para él, una lección de humildad.

Lo más bonito...

Un año una señora se presentó ante Josep Maria Espinàs pidiéndole que le firmara un libro "per a l'Enric". Espinàs, que no suele perder su amabilidad, le preguntó quién era Enric. "Era mi marido", le dijo a la señora. "El marido había muerto hacía unos días. Y como cada año el marido venía a que le firmara mi último libro, la mujer vino a buscarme, para que le firmara el libro y lo pudiera poner en la estantería al lado de los libros que le había firmado los años anteriores", explica Espinàs.

Y lo más sorprendente

Un año, cuando tenía mucha gente haciendo cola se presentó uno que venía con una maleta llena de libros. Llevaba 40 o 50. Le tuve que decir que, si quería, le firmaría los libros otro día, pero que no podía firmarlos todos allí.

La felicidad de Sant Jordi

Hace unos años Espinàs podía hacer diez turnos de firma durante el Día de Sant Jordi. Este año la edad sólo le permite hacer dos: uno por la mañana y el otro por la tarde. "Con eso habré cumplido mi deber". Se siente un privilegiado por haber jugado un papel continuado "en un acto cívico bastante único". Y asegura que se siente contento por la experiencia de los sant jordis acumulados: "Lo encuentro bonito, por lo que tiene de relación con las personas", "es una experiencia vital que te enseña muchas cosas sobre la sociedad, sobre la vida, sobre las maneras de la gente".