Joaquim Dorca es uno de los máximos especialistas en juegos de Catalunya. Es el alma visible en Catalunya de DEVIR, una empresa dedicada a los juegos de mesa, a los juegos de cartas coleccionables, a la edición de cómics y de novelas de género... Devir tiene oficinas en Italia, Portugal, España, Brasil, Estados Unidos, México y Chile, y muy pronto abrirá sucursal en Colombia. En el sector de los juegos de mesa es una de las mayores empresas del Estado, y es la única que elabora materiales en catalán. Empezaron sólo como distribuidores de materiales extranjeros, pero ahora combinan la distribución y traducción de productos extranjeros con la edición de materiales propios. Este cambio entusiasma a Dorca, un hombre realmente apasionado por los juegos.

 

Usted asegura que tiene "el mejor trabajo del mundo". ¿Cómo consigue alguien dedicarse profesionalmente a los juegos?

Llegué adonde estoy jugando. Se necesita mucha tozudez para dedicarse a eso, pero sobre todo, se necesita querer a los juegos y estar convencido de qué lo que haces es bueno.

¿Cuál es su trabajo dentro del mundo de los juegos?

Mi trabajo es equiparable al del productor de cine. Yo no me dedico a inventar juegos, sino a crear su diseño: escojo la temática, busco el autor, escojo el ilustrador, reviso su funcionamiento... Para sacar a la venta un juego podemos tardar tres años, y tenemos que hacer una inversión importante, porque hay que movilizar a mucha gente. En la elaboración de un juego fácilmente se involucra a 20 personas: el autor, el director de arte, el ilustrador, los responsables de probarlo...

Y, a pesar de las dificultades, han empezado a exportar juegos de mesa al exterior.

Sí, hemos empezado a traducir juegos nuestros y a exportarlos. Un juego de mesa es mucho más económico que un videojuego, y yo creo que sería bueno que se apostara más por esta industria, que es más accesible a nuestras posibilidades que la del videojuego, donde los presupuestos se disparan.

El juego es una forma de transmisión cultural"

Usted afirma que el juego es mucho más que ocio, que es cultura. ¿Cómo lo argumenta?

Si cultura son todas las cosas que el género humano usa para explicarse a sí mismo y para transmitir conocimientos, no hay ninguna duda de que el juego es una forma de transmisión cultural. Es más, es una forma de transmisión cultural activa, que requiere la participación de todos, a diferencia del cine, la novela o la música, donde el consumidor es un simple receptor. En el juego el usuario tiene que acabar la obra. El juego es como la gastronomía: se disfruta tres veces. Se disfruta cuando lo preparas, se disfruta cuando lo juegas y se disfruta después, cuando lo explicas. Para disfrutarlo, hay que compartirlo. Un cocinero puede ser un artista, pero sólo llega a culminar su tarea cuando alguien come su plato.

¿Con los juegos la gente aprende, además de divertirse?

El juego es una metáfora de la vida real, en la que los jugadores utilizan todos los recursos que usan a la vida real: ponen a prueba sus emociones y sus capacidades intelectuales. En el juego experimentamos el saber ganar, el saber perder, la solidaridad... En el juego aprendemos las relaciones causa efecto... En el juego utilizamos las cosas que utilizamos a la vida real, pero las utilizamos sin arriesgar nada. Es un marco perfecto para aprender. Es mejor aprender a gestionar recursos mediante war games que dirigiendo una compañía real... Con el juego aprendes actitudes y comportamientos: no aprobarás las matemáticas jugando a ajedrez, pero el ajedrez te ayudará a ordenar tu mente.

Pero aquí la gente juega mucho menos a los juegos de mesa que en los países nórdicos.

Esto se debe a dos cuestiones. Por una parte aquí tenemos un problema grave de conciliación entre vida laboral y vida familiar. Tenemos un mal modelo productivo. La gente tendría que estar en casa a las cinco de la tarde. En las sociedades donde la gente llega a casa a las cinco, se juega más, pero también la gente se forma más e incluso milita más, a todos niveles: político, sindical, humanitario... La gente que llega a las nueve de la noche a casa no tiene energía para jugar. De hecho, no tiene energía para nada. Pero, además, en las sociedades del sur del Mediterráneo, de tradición católica, se suele ver el juego como una pérdida de tiempo. En Gran Bretaña jugar al whist es una cosa elegante; aquí jugar a la butifarra se considera cosa de vagos.

Antes el juego era el refugio del que jugaba mal al fútbol y no ligaba"

Hay quien piensa que la gente que se aficiona a los juegos es muy obsesiva, que se pasa el día pegada al tablero. ¿Es cierto que hay este tipo de personajes? ¿Es el perfil habitual de los compradores de juegos?

En los años setenta y ochenta había, especialmente en el mundo de los juegos de rol, un consumidor muy compulsivo. Pero este paradigma se rompió de forma absoluta ya en los años noventa. Antes el juego era el refugio de lo que jugaba mal al fútbol y no ligaba. Ahora la actividad de jugar se ha convertido en una excusa para tener relación presencial con la gente. Y aquí la gran novedad, que ha cambiado radicalmente la perspectiva de los juegos, es la incorporación de la mujer. Antes las mujeres no figuraban en los círculos de jugadores. Ahora, las mujeres dan al juego un cariz más social y menos competitivo y por eso el mercado se ha ampliado mucho.

¿Los juegos han cambiado mucho en los últimos treinta años, en qué sentido?

Hay una diferencia radical entre los juegos que se crean ahora y el parchís, el Monopoly u otros juegos que se jugaban hace años. En primer lugar, en los juegos actuales se reduce la intervención del azar. Antes era fácil perder por culpa de la mala suerte; ahora interviene mucho más la toma de decisiones. Por otra parte, se intenta que los juegos sean muy simétricos, que todos los participantes participen en pie de igualdad, sea cuál sea su edad y su bagaje de conocimientos. El Trivial es un juego muy conseguido, pero hay gente que nunca ganará al Trivial, porque en este juego la memoria y unos ciertos conocimientos son esenciales. Si el juego es más igualitario, es más fácil que todo el mundo se divierta más. Además, los juegos de ahora acostumbran a tener un reglamento muy claro, para que sea más fácil a todo el mundo apuntarse.

¿Hay una diferencia de filosofía entre los nuevos juegos y los antiguos?

Es obvio. Si comparamos un viejo juego como el Monopoly con un juego de éxito moderno, como el Catan, quedan claras las diferencias. El objetivo del Monopoly era que alguien expulsara al resto de jugadores mediante la acumulación de capital. En cambio, en el Catan gana quien mejor gestiona su papel en la economía de una isla, comerciando e intercambiando con los otros. En el Catan impera la filosofía del win-win. En el Monopoly cuando alguien ganaba, el otro perdía.

Reivindicar la figura del autor de un juego es una cuestión de mercado, pero también de justicia.

Ustedes ponen mucho énfasis en la promoción de los juegos como obra de un autor. ¿Por qué?

Eso empezó en los años noventa en Alemania, cuando se empezó a tomar como modelo el mercado del libro, donde nadie discute que la autoría de una obra es importante. El público sabe qué puede esperar de un juego en función de quien es su autor. Eso facilita el proceso de compra: el jugador prioriza los juegos de los autores que le han gustado anteriormente. Reivindicar la figura del autor de un juego es una cuestión de mercado, pero también de justicia.

Usted está involucrado en una iniciativa peculiar, el Dau Barcelona, Festival de Jocs. ¿Qué es este acontecimiento?

Es una feria de juegos única en el mundo. Es, básicamente, un espacio de juego, donde los diferentes editores enseñamos a la gente a jugar, con unos monitores que enseñan los diferentes juegos. La gente puede entrar gratuitamente y, después de probar los diferentes juegos, quién quiere, tiene la posibilidad de comprarlos. El Dau Barcelona se hará en la Fabra i Coats, el 17 y 18 de diciembre. Será ya la cuarta edición: a la primera vinieron 3.000 personas, a la segunda 6.000 y  a la tercera 12.000. Esperamos que este año vuelva a ser un éxito, por eso deseamos que aquel día no haya elecciones.

Si alguien que hace muchos años que no juega a un juego de mesa quiere animarse. ¿Cómo le recomendaría que escogiera un juego?

Yo le recomendaría que fuera a una tienda especializada en juegos, y que allí le mostraran las diferentes posibilidades y le ayudaran a escoger. Nosotros hacemos un esfuerzo para que la gente pueda conozca nuestros juegos colgando vídeos muy claros en DevirTV. Lo más importante de todo es escoger el juego que te puede ir bien y empezar a jugar con el que es más accesible. No puedes empezar a leer con Proust, ni con Joyce, por muy buenos que sean estos autores. Nosotros normalmente recomendamos empezar con Catan o con Carcassone, dos clásicos. Para los que quieran jugar con niños, les sugeriría un juego con mucha gracia, cargado de magia: El laberinto mágico.

¿Como ve las perspectivas de futuro del mundo de los juegos?

El mundo de los juegos no está tan desarrollado aquí como en los mercados del norte de Europa y por eso tenemos un inmenso potencial de expansión. En América Latina cada vez hay más clase media, y esta clase media es la consumidora idónea para nuestro tipo de juego. Como nuestro público objetivo tiende a crecer, nuestras expectativas son muy buenas. Yo creo que podemos multiplicar por cinco nuestro negocio en los países donde ya estamos. Y además, queremos abrirnos a nuevos mercados, editando directamente en inglés los juegos de producción propia.

El juego y el sexo no desaparecerán nunca, porque juntan a la gente, y la gente tiene miedo de estar sola"

¿Tan optimista es?

Evidentemente: soy optimista. El juego es como el sexo: son dos cosas que no desaparecerán nunca. Porque el juego y el sexo juntan a la gente, y la gente tiene miedo de estar sola. Todo el mundo quiere pasárselo bien con la gente: con los hijos, con los amigos, con la pareja... Y el juego sirve para eso.