Barcelona, 1 de agosto de 1708. Hace 314 años. En plena Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715). Carlos de Habsburgo (Viena, 1685) y Isabel Cristina de Brunswick (Brunswick, 1691) se casaban en la basílica de Santa Maria del Mar. En aquel momento, Carlos ya era la primera figura política y militar de Catalunya desde que las Cortes del país lo habían proclamado conde independiente de Barcelona (9 de noviembre de 1705). Con aquella unión matrimonial, Isabel Cristina se convertía, automáticamente, en condesa consorte de Barcelona, y desde un primer momento adquiriría un papel muy destacado en la cancillería de Barcelona. Sin embargo, el destino no evitaría que fuera la última condesa de Barcelona proclamada por las instituciones representativas de la sociedad catalana. Nunca ninguna otra que la ha sucedido ha sido proclamada por el país.

Fragmento de un mapa del conglomerado germánico (1701). Fuente Cartoteca de Catalunya
Fragmento de un mapa del conglomerado germánico (1701) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Quién era y de dónde venía Isabel Cristina?

Isabel de Brunswick-Wolfenbüttel había nacido el año 1691 en el pequeño principado independiente de Brunswick, situado al noroeste del conglomerado alemán; y era la primogénita de Luis Rodolfo y Cristina Luisa, miembros de la familia ducal local que tenía un dominio territorial relativamente pequeño (el equivalente a la superficie de Catalunya), pero que tenían una sombra muy larga (habían conseguido introducir a sus princesas en todas las cortes europeas). Y esta es una de las causas que explicaría el matrimonio, desigual a primera vista, entre Isabel (la heredera de una rama menor de una pequeña casa ducal) y Carlos (conde-rey del conglomerado catalano-aragonés y firme candidato al trono de las Españas). Detrás de esta sorprendente maniobra encontramos a Guillermina Amalia de Brunswick, prima de Isabel y esposa del archiduque José I, hermano mayor de Carlos de Habsburgo.

¿Por qué casaron a Isabel y Carlos?

Como decíamos antes, a finales de 1705 las Cortes catalanas habían proclamado a Carlos conde independiente de Barcelona y rey de Aragón, paso previo para que fuera coronado rey de las Españas. Carlos había dado pasos de gran trascendencia, y en aquel contexto, era imprescindible asegurar la continuidad de aquel proyecto con la fabricación de un heredero. Por este motivo, las cancillerías de Barcelona (la propia) y la de Viena (la del hermano mayor) se pusieron manos a la obra, y los elementos más influyentes de estos cenáculos movieron sus respectivas fichas. En aquella carrera de empujones y zancadillas, se acabaría imponiendo Isabel. Serían su prima vienesa Amalia, archiduquesa consorte, y sus parientes Hessen-Darmastadt (los del mítico príncipe Jorge de los catalanes), los que la llevarían en volandas hasta la línea de meta.

Grabado de Barcelona (principios del siglo XVIII). Fuente Cartoteca de Catalunya
Grabado de Barcelona (principios del siglo XVIII) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

De Viena a Mataró

El 23 de abril de 1708 se firmaba el matrimonio por poderes. Carlos estaba en Barcelona, dirigiendo la cancillería austriacista de las Españas, y Isabel estaba en Viena recibiendo las últimas instrucciones de la mano de su futura cuñada. Al día siguiente se puso en camino hacia Génova, y desde allí se dirigió, por mar, a Mataró. Isabel fue una semana a la vieja Iluro, hospedada en casa del poderoso comerciante local Jaume Baró, en la calle de la Riera. El porqué la futura condesa de Barcelona tardó una semana en reunirse con su futuro consorte ha sido motivo de debate. La teoría más curiosa es la del historiador Xavier Amat, que afirma que, al llegar a Mataró, Isabel fue atacada por una legión de mosquitos que le dejaron la cara como un mapa. Aquel desastre tardó una semana en desinflamar, y eso sería lo que explicaría la estancia en la capital del Maresme.

Isabel, una gobernante de altura

Durante los años que estuvo en Barcelona (1708-1713), Isabel demostró que era una gobernante perfectamente capacitada para dirigir una cancillería de la complejidad del Habsburgo en tiempo del conflicto sucesorio. Entre 1708 y 1711, Carlos pasó más tiempo fuera que dentro de Barcelona. Los diversos frentes de guerra peninsulares reclamaban, cuando menos, su atención, cuando no era su presencia. Las anotaciones en los Dietarios de la Generalitat son muy favorables a la gestión de Isabel, que, cuando Carlos abandonaba Barcelona, quedaba como regente del Principado y de las Españas austriacistas. Y a partir de 1711, después de la precipitada huida de Carlos (en busca de la corona vienesa) los Dietarios de la Generalitat, de nuevo, revelan que Isabel fue capaz de gobernar con una formidable serenidad, a pesar del fétido olor de derrota que rezumaba la cancillería.

De Barcelona a Viena

El 30 de junio de 1713, dos meses después de que los ejes internacionales borbónico y austriacista hubieran firmado la paz en Utrecht (Países Bajos), el conde Konnigsegg (el último comandante austriacista en Catalunya) ordenaba la evacuación de las tropas inglesas y neerlandesas. Isabel, condesa de Barcelona, acompañó a aquel funesto séquito. Catalunya continuó, en solitario, la guerra; y fue trinchada por los españoles y por los franceses. Y Carlos e Isabel continuaron la vida en Viena. Isabel, eclipsada por el secretario de despacho universal Ramon Vilana-Perles, por su cuñada viuda y antigua aliada Guillermina Amelia  y por su suegra viuda Leonor, quedó relegada a un plano absolutamente secundario. Y no recuperó el protagonismo que había tenido en Barcelona hasta 1740, poco después de la muerte de Carlos.

Leonor de Neuburg, Amàlia de Brunsvic (suegra y cuñada, respectivamente, de Elisabet) y Elisabet de Brunsvic. Fuente Kunsthistorisches Museum. Viena
Leonor de Neuburg, Amalia de Brunswick, suegra y cuñada, respectivamente, de Isabel, y Isabel de Brunswick / Fuente: Kunsthistorisches Museum. Viena

La raíz catalana de los Habsburgo austríacos

En 1740 se abrió la caja de los truenos en la corte de Viena. A Carlos le había pasado lo mismo que a su hermano José: había muerto sin descendencia masculina. Y mientras María Teresa, la primogénita de Carlos e Isabel, vencía todos los obstáculos que la separaban del trono, algunas potencias extranjeras mellaban Austria. En aquel incierto camino, Isabel volvió a ser la de Barcelona y jugó un papel decisivo para consolidar a María Teresa. Isabel fue, también, quien, en aquel avispero, escogió al marido de la hija. Y el elegido fue Francisco de Lorena, descendiente de los Bellónidas que gobernaron Catalunya desde Wifredo el Velloso (878) hasta Martín I (1410), y que tenía las cuatro barras catalanas en el escudo de armas. María Teresa y Francisco, hija y yerno de la última condesa de Barcelona, impulsarían Austria al liderazgo de la Europa central y oriental.

 

Fotografía: Retrato de María Teresa, la primogénita de Isabel y Carlos (1727), expuesto en el Kunsthistorisches Museum de Viena