El 6 de enero de 2012 murió, en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barcelona Idrissa Diallo, un joven guineano de 21 años. Llevaba en el centro quince días, después de que lo detuvieran en Melilla por haber entrado sin papeles en territorio español. Las autoridades consideraron que su muerte era debida a causas naturales, pero la Policía Nacional nunca entregó las cámaras de vigilancia del CIE y la justicia archivó el caso. Idrissa Diallo fue enterrado en un nicho anónimo del cementerio de Montjuïc, alegando que no se había encontrado a ningún familiar suyo en España. Su muerte fue el detonante de la campana "Cerremos los CIEs". Ahora Xavier Artigas y Xapo Ortega presentan un documental sobre el caso, y sobre los esfuerzos por repatriar el cadáver y enterrarlo a su pueblo; Idrissa (cooperativa Metromuster). Este documental ha sido seleccionado para los premios Gaudí. Se puede consultar en qué cines se proyecta en la página web del filme.

La muerte de un inmigrante

Idrissa no había cometido ningún delito. Sencillamente fue detenido en la playa de Melilla después de llegar allí con una zodiac. Ante la saturación de los centros de Melilla, fue trasladado al CIE de Barcelona, donde murió, custodiado por la policía. A pesar de encontrarse mal hay sospechas que recibió tratamiento médico de forma tardía y que eso contribuyó a su muerte. Los directores del documental denuncian que el sumario judicial del caso está lleno de irregularidades. El oficial de policía jefe de turno ni siquiera declaró en el juzgado. Y la declaración de los compañeros de celda es poco fiable. La jueza no permitió que SOS Racismo se personara al caso como acusación popular. Por tanto, quedan muchos interrogantes que probablemente jamás se puedan aclarar.

Reconstruir una vida

El documental intenta reconstruir la vida de Idrissa a través de entrevistas con sus parientes y amigos. También explica cómo salió de su pueblo y cruzó el Sáhara para después pasar con una Zodiac de Argelia a Melilla. Un viaje que tendría muy poco recorrido, porque inmediatamente fue detenido, conducido al CIE de Melilla, y de allí a Barcelona, donde moriría.

Idrissa pantalan Africa

Recuperar el cadáver

Las asociaciones que se interesaron por el caso reclamaron que el Estado se hiciera cargo del retorno del cadáver a su familia, que se enteró de la muerte a través de las asociaciones contra el racismo, y no por vías oficiales. Los defensores del cierre de los CIE consideraban que la repatriación era una responsabilidad del Estado, ya que Idrissa Diallo había muerto bajo custodia policial. Pero el Estado no se hizo cargo de ello y no sólo hizo que las costas de envío del cuerpo fueran a cargo de los que pedían el retorno. El documental incluye, también, la historia de cómo se intentó devolver el cuerpo del difunto a su familia, en Guinea, pese a las dificultades impuestas por las autoridades españolas.

'Idrissa'

El último viaje de Diallo

Artigas y Ortega documentan tanto los problemas burocráticos para llevar el cadáver como el mismo procés de exhumación y retorno del cuerpo. Pero, sobre todo, se centra en la restitución del cuerpo a su familia, en un pueblo de la República de Guinea. Un retorno que es muy importante para su familia, que había pasado siete años sin poder hacer los ritos de despedida del muerto. Un ritual en que no pudo participar el padre de Diallo, que enfermó gravemente después de la muerte de su hijo. Pero el funeral se convierte, también, en una ocasión para que la familia denunciara la injusticia que habían sufrido.

'Idrissa' entierro pueblo

Donde cualquiera se convierte en nadie

Este documental muestra este agujero negro de las democracias que son los CIEs, unos centros en que los reclusos tienen menos derechos que los que están encerrados en prisión, tal como han denunciado el Síndic de Greuges, el Defensor del Pueblo, SOS Racismo y numerosas organizaciones humanitarias. En los Centros de Internamiento de Extranjeros hay muchas personas que no han cometido ningún delito y que ni siquiera pueden recurrir al juez de vigilancia penitenciaria. No están vigilados por funcionarios de prisiones, sino por policías nacionales. No tienen garantizado el derecho a visita. Muy a menudo se ha negado al Síndic de Greuges, a los diputados o a los miembros del Gobierno el acceso al CIE de la Zona Franca... Idrissa tiene el acierto de poner rostro a una de tantas víctimas de este sistema abusivo. Y al fin no deja de recordar que los CIE son una pieza más de un engranaje terriblemente pernicioso, el que divide el mundo entre los privilegiados y los marginados a través de las políticas de extranjería.