Sant Jordi anormal, diferente, triste, virtual... Son muchos los adjetivos que podrían definir el Día del Libro y la Rosa que este año no se ha podido celebrar con normalidad por culpa de la pandemia del coronavirus. Desde el confinamiento, hablamos con cuatro mujeres estrechamente vinculadas al mundo del libro –una editoria, una responsable de prensa, una librera y una escritora– sobre como habría sido su Sant Jordi y como ha sido.

Hasta tarde en pijama

En un Sant Jordi normal, y ha vivido 12 como directora de angle Editorial, Rosa Rey habría madrugado para ser a cuartos de 8 montando el puesto de la editorial en Rambla Catalunya/Córcega. Hoy, en este Sant Jordi confinado la editora admite que se ha levantado tarde y no se ha duchado hasta las 10 de la mañana. "Estos días me cuesta dormir", nos confiesa, pero en un 23 de abril normal se habría levantado con resaca de las fiestas previas al Día del Libro de la noche anterior y habría llegado al final del día agotada. Confinada con su hija de 21 años y el novio de la chica –atrapado provisionalmente por el estado de alarma entre el traslado de un piso de estudiantes en otro–, ha dedicado el día a comprar libros a través de las webs de dos librerías, además de participar en el vermú con los autores y editores de Angle, Eumo y Cossetània. Además, de eso, enganchada estos días en las pantallas y habituada al teletrabajo –con el cual asegura trabaja más que nunca–, Rey ha aprovechado, a pesar de todo, para recibir y enviar felicitaciones por la festividad y seguir algunos de los actos que los autores de Ángulo han hecho online.

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Un día triste

Ester Romeu, responsable de prensa del Grupo 62, nos explica sin ambages que para ella hoy es un día triste. Después de estar trabajando durante meses muy intensamente, su Sant Jordi habría empezado a las 9 de la mañana con el tradicional desayuno de autores de la casa, y la habría pasado arriba y abajo acompañándolos a las firmas, a las entrevistas con televisión y radio, todo el día en la calle hasta bien entrado la noche. "Es un día donde todo el mundo está feliz, todo el mundo se saluda, y todos los nervios que has pasado organizándolo valen la pena. Es el día más bonito de todo el año para mí", afirma. En cambio, hoy la sensación de pena la ha acompañado desde que se ha levantado con las crónicas de la Rambla vacía. Dedicada en cuerpo y alma a la organización de actividades online para esta festividad, comenta que el desconcierto inicial ha hecho que todo se tuviera que preparar con pocos días de anticipación. Unos actos virtuales por los cuales ha encontrado a los autores muy predispuestos, pero que a su parecer a pesar de mantener la esencia de Sant Jordi, no lo pueden sustituir. "Puede ser que se celebre en julio, pero el Sant Jordi de 2020 lo hemos perdido", sentencia. El coronavirus paró la llegada a las librerías de algunas de las grandes apuestas que el Grupo 62 tenía en cartera por Sant Jordi, como las novedades de Care Santos, Enric Calpena o Pilar Rahola. Unos autores que, de momento, no tendrán el calor de las firmas, los selfies y Ester detrás recordándolos que es hora de cambiar de puesto.

Todo el día atendiendo pedidos

Desde Sant Andreu, Dalia Rajmil Bonet, socia de la joven librería La Tribu, se ha pasado todo el día atendiendo pedidos de libros que los clientes recogerán cuando la persiana de la calle Pons y Gallarza se pueda volver a levantar. Para este Sant Jordi tenían movilizados de hace meses amigos y voluntarios para atender las dos puestos –uno en el barrio y la otra en el centro de Barcelona– y la librería, llena a tope de novedades. Además, durante las semanas previas habían previsto la presentación de Guillem, de Núria Cadenes con Antonio Baños, o de Boulder, con Eva Baltasar y Anna Guitart, y que el confinamiento obligó a suspender. "Llevábamos semanas trabajando para coger empuje hasta el día de Sant Jordi", nos explica. Con servicio de venta por mail y recogida posterior y presentes en Librerías Abiertas, con pocas actividades online organizadas, los socios de La Tribu han aprovechado para encontrar momentos para debatir, con otras librerías cooperativas como la suya, alternativas para hacer más sostenible el modelo cultural, y "evitar que todo se acabe focalizando en un sol día como pasa con Sant Jordi". Rajmil duda de la viabilidad de la propuesta del 23 de julio, y tiene el convencimiento de que, pase lo que pase, la crisis lo cambiará todo: "No sabemos cómo será el comportamiento de la gente cuando podamos volver a abrir y, además, en una librería muy enfocada a las actividades, una limitación de aforo repercutirá necesariamente en las abanicas".

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Paradojas de una festividad simulada

El de Anna Ballbona tenía que ser un Sant Jordi de promoción y citas en varios puestos del centro de Barcelona como corresponde a la ganadora del Premio Libros Anagrama, pero todo quedó al aire con la extensión de la Covid-19 y las medidas de confinamiento. De hecho, No sóc aquí, que tenía que salir el día 25 de marzo, quedó en el limbo, y Ballbona ya se hizo la idea de que este sería un día extraño, que define como "ciclotímico". Aunque el libro no llegó nunca a las librerías, ella sí que recibió a los que le correspondían como autora, que ha podido distribuir entre algunos amigos, "lectores secretos" del libro con quien ha constituit una especie de club de lectura. Un grupo "clandestino" del cual también forma parte una agente inmobiliaria de Capellades, que se llama prácticamente igual que la escritora, y con quien entró en contacto a raíz del error de una trabajadora de Correus. "Un gesto simpático en medio de la oscuridad", tal como lo define la autora de Joyce i les gallines, que ha sido entrevistada por Mònica Terribas por la Mañana de Catalunya Radio y ha dedicado buena parte del día a seguir la actividad de Sant Jordi en las redes sociales –ha participado en un club de lectura de la nueva Ona Llibres, una librería que no ha abierto, sobre un libro, el suyo, que no ha salido–, en una festividad que le genera sentimientos ambivalentes. "Creo que ha habido una necesidad de hacer ver que vivíamos un Sant Jordi normal, pero que hayamos tenido este elemento simbólico o simulado, no quiere decir que hayamos podido celebrar Sant Jordi", advierte sobre el autoengaño que supondría dar por bueno esta festividad "espectral", tal como lo define.