Barcelona, 26 de octubre de 1520. Hace 504 años. Carlos de Gante, rey de la monarquía hispánica (un conglomerado de arquitectura confederal formado por los dominios Habsburgo y Trastámara), se encontraba en la capital catalana y recibía la noticia de que los príncipes electores del Sacro Imperio Romano Germánico lo habían elegido nuevo emperador. La corona imperial se otorgaba por elección, pero Carlos de Gante se convertía en el tercer Habsburgo que, consecutivamente, ganaba el cargo. En aquel proceso, los príncipes-electores (los arzobispos de Maguncia, Tréveris y Colonia, los duques independientes de Sajonia y de Prusia, y el rey de Bohemia) priorizaban aspectos como la fuerza política, militar y económica de los candidatos. Y los Habsburgo habían demostrado tener una especial habilidad para obtener estos recursos.

Mapa del Sacro Impere en 1512. Font Karte der Reichskreise desde Heiligen Römischen Reiches
Mapa del Sacro Imperio en 1512 / Fuente: Karte der Reichskreise des Heiligen Römischen Reiches

Un inicio de desencuentros

La llegada de Carlos de Gante a la Península (1518) no había estado acompañada de la épica que se esperaba. Carlos había desembarcado con una corte de funcionarios flamencos —designados por Maximiliano— que, ipso facto, suplantarían a la nobleza latifundista castellano-andaluza en los cargos más estratégicos y golosos de la administración hispánica. Aquella desconfianza se haría mutua en las primeras cortes castellanoleonesas que presidía Carlos. En Valladolid (9 de febrero de 1518), aquellas oligarquías resentidas facilitarían su coronación a regañadientes. Pero negociando unas contrapartidas que revelaban el estado de perplejidad y de debilidad en que habían quedado suspendidas en el aire: le pidieron aprender castellano (no sabía ni una pizca) y mejorar las condiciones de reclusión de su madre Juana (hacía doce años que estaba encerrada y olvidada por todo el mundo).

El "servicio"

Pero la cuestión prioritaria del joven Habsburgo y de su cancillería era la elección en la corona imperial. El viejo Maximiliano, emperador desde 1493, maniobraba para pasar el relevo a su nieto Carlos y consagrarlo como el nuevo César o el nuevo Carlomagno. Este detalle es muy significativo, porque ponía al descubierto la política Habsburgo: convertir la Corona castellanoleonesa (el dominio que administraba las rentas de las colonias americanas y, por lo tanto, el más rico potencialmente) en la matriz de aquel nuevo conglomerado. En contrapartida, tendría que soportar la presión mayoritaria de la financiación Habsburgo. La primera y más urgente, la concesión del "servicio" para la compra de las voluntades de los príncipes-electores del Sacro Imperio.

Vista de Amberes (siglo XVII). Fuente Museum Aaan de Stroom. Amberes
Vista de Amberes (siglo XVII) / Fuente: Museum Aaan de Stroom, Amberes

La "mafia Habsburgo"

Fernando el Católico nunca había sido santo de la devoción de las oligarquías castellanoleonesas. En las puertas de Santa María la Blanca, en Toledo, todavía resonaba la proclama "viejo catalanote, vuélvete a tu nación" que le habían espetado a la muerte de Isabel a la Católica (1504). Después vendría una reconciliación que nunca fue sincera por ninguna de las partes (1506). Pero lo que pasaba con Carlos de Gante y sus flamencos era un verdadero divorcio que inspiraba cierta nostalgia por la época fernandina. Después de Valladolid, vendrían las cortes de Santiago y de Coruña (1520), donde los flamencos de Carlos coaccionarían los estamentos —como lo habrían hecho unos vulgares mafiosos— para obtener el "servicio". La respuesta sería el estallido de la revolución social y nacional de los Comuneros (1520-1521), que pondría el régimen hispánico Habsburgo al borde del colapso.

El cortejo con Catalunya

El régimen Habsburgo se desengañó con las oligarquías castellanoleonesas. Contaban con que serían la pared maestra del nuevo régimen, y comprobaban, decepcionados, que no habían sido capaces de leer el mensaje. En aquel contexto de divorcio, Carlos se desplazó a Barcelona, para valorar la posibilidad de negociar unas bodas entre el régimen Habsburgo y Catalunya (octubre, 1520). De hecho, Carlos estaba en Barcelona por este motivo, cuando conoce que había sido elegido emperador. Pero el régimen Habsburgo, que tenía que gobernar un conglomerado de estados independientes extendidos por toda Europa, era, paradójicamente, de ideología preabsolutista, y la arquitectura política foral catalana y la cultura política estamental y pactista de las clases dirigentes catalanas fueron vistas como un impedimento que lo haría desestimar aquella opción.

Vista de Valladolid (siglo XVI). Fuente Biblioteca de la Universidad de Heidelberg
Vista de Valladolid (siglo XVI) / Fuente: Biblioteca de la Universidad de Heidelberg

¿Qué pasó para que aquel "rey intruso y extranjero" y las oligarquías que se le habían opuesto hicieran las paces?

La crisis castellanoleonesa se resolvería de la manera más impensada. Las oligarquías se aterraron al constatar el carácter revolucionario del movimiento comunero, liderado por la pequeña burguesía urbana. Además, tuvieron información que el rey Carlos estaba en Barcelona, valorando varias posibilidades. Y en aquel momento se produjo un vuelco radical de los acontecimientos. Aquellas clases oligárquicas resentidas se acercarían mansamente al régimen y el régimen las parasitaría. A inicios de 1521 se materializaría una inesperada y sorprendente alianza que decidiría el resultado de la Revolución Comunera y el futuro de la monarquía hispánica. Las oligarquías masacrarían a los comuneros y se convertirían en la pared maestra, la clase beneficiada y el palique del régimen: las cuatrocientas familias que hace más de cuatro siglos que gobiernan las Españas.

Los Habsburgo y el País Valencià

El régimen Habsburgo llevó a la práctica el mismo plan con la revolución de las Germanías valencianas (1520-1521), el otro gran conflicto que marcó los inicios de la monarquía hispánica. Pero con una rebaja importante: la aristocracia latifundista valenciana no obtendría la recompensa de sus colegas castellano-andaluces (se tendrían que conformar con el escenario que les fabricó el régimen Habsburgo: una sociedad vencida y un país en silencio). El futuro de Castilla, de Andalucía y del País Valencià (los vertiginosos descalabros de sus gremios y de sus ciudades fabriles, la destrucción irreparable de sus aparatos productivos, la repentina desaparición de sus clases mercantiles y la pérdida de la oportunidad de jugar un papel puntero en Europa) era obra del régimen Habsburgo, y de su ideología mesiánica y extractiva.

Vista de Barcelona (siglo XVI). Fuente Cartoteca de Catalunya
Vista de Barcelona (siglo XVI) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Pero de dónde habían salido estos Habsburgo?

El solar originario de los Habsburgo no es Austria ni Tirol, su dominio feudal desde el siglo XIII. Los primeros Habsburgo los encontramos en el siglo X, como condes de Alsacia, un condado dependiente de Lotaríngia (una de las tres fracciones que los tres nietos de Carlomagno habían creado al repartirse el imperio, 843). Poco después, Alsacia pasaría al Sacro Imperio (otra de las fracciones). Y en aquel punto, los Habsburgo se convertirían en unos sólidos aliados de los Hohenzollern y los Hohenstaufen, poderosas familias que ostentarían la corona imperial durante siglos. Los Habsburgo harían buena aquella cita castellana que dice "quien a buen árbol se arrima...", y en el siglo XV harían caer el árbol y se convertirían en el relevo de sus antiguos patrones, los primeros Habsburgo emperadores: Federico (abuelo de Carlos), Maximiliano (el consuegro del Católico), Carlos de Gante... y los que vendrían.

Los representantes de las villas y ciudades en las Corts valencianas, personificación del regimos foral contrario a la ideología Habsburgo. Fuente Corts valencianas
Los representantes de las villas y ciudades en las Corts Valencianes, personificación del régimen foral contrario a la ideología Habsburgo / Fuente: Corts Valencianes