Ahora que es tiempo de elecciones, dejadme que hable de la lengua (o la no lengua) de la clase política. La lengua de la clase política es una herramienta muy poderosa, ya que es la herramienta básica que utilizan para comunicarse con la ciudadanía y, así, como aquel que no quiere la cosa, persuadir al electorado. Se trata de un lenguaje formal y técnico, a menudo lleno de expresiones ininteligibles y tecnicismos enrevesados, que ni la misma clase política es capaz de saber exactamente qué demonios dice. Bien, este lenguaje solo es usado en los típicos discursitos (preelectorales o no), porque cuando se trata de un debate político o de una intervención parlamentaria, en la que la improvisación y la capacidad de cada uno también tienen un papel importante, el lenguaje político se convierte en una mezcla de tecnicismos con coloquialismos y de frases hechas mal puestas o directamente traducidas del castellano. Es para alquilar sillas, la verdad.

La lengua de la clase política es una herramienta muy poderosa, ya que es la herramienta básica que utilizan para comunicarse con la ciudadanía y, así, como aquel que no quiere la cosa, persuadir al electorado

El lenguaje ambiguo o evasivo también es un clásico de la clase política. Este tipo de lenguaje les puede evitar comprometerse o minimizar responsabilidades en alguna situación concreta, pero muy a menudo tiene un efecto contrario a lo que desean, ya que genera desconfianza entre los ciudadanos y da lugar a críticas y, como consecuencia, una sensación de falta de transparencia y de desconfianza considerable. Otros políticos optan por un lenguaje más sencillo y accesible para llegar a un público más amplio y también conectar con un perfil concreto de electorado. Comunicarse de manera clara puede ser efectivo y puede marcar una gran diferencia. Básicamente, porque la gente que los escuchamos, los entendemos mejor y al menos sabemos qué piden y qué proponen. Sí, sí: ¡está todo muy planificado! ¿Y pues, qué os pensabais?

Comunicarse de manera clara puede ser efectivo y puede marcar una gran diferencia

En definitiva, la lengua de los políticos tiene mucho poder y es clave en la comunicación política. Tiene poder de influencia en la percepción pública de los líderes y de los representantes políticos y también hace que nosotros, el populacho, nos hagamos una idea de su capacidad (o no) para liderar y gobernar de manera efectiva una ciudad, un país o lo que sea.

Antes todo era mejor

Ya lo sabemos, "antes todo era mejor". Pero es que antes los políticos sí que sabían hablar bien y la oratoria era un "don". Y este don se tenía o no se tenía. Y si no se tenía, se trabajaba, pero, en todo caso, antes, los políticos, antes de ser políticos, eran oradores. Buenos oradores que, con el objetivo de convencer, tenían y desarrollaban argumentos de peso cuando debatían, estructuraban los discursos y estos estaban bien planificados, redactados y cohesionados. Y, si improvisaban, lo hacían con estilo y, sobre todo, con el respeto que merecía al interlocutor, aunque este fuera un adversario político directo. Rebatir era un baile y parlamentar una obligación. También se decían de todo, pero con elegancia y discrepante con fundamento.

Quizás habría que preguntarse si este nivel se ha adaptado al nivel de la sociedad o bien si somos la sociedad la que nos hemos adaptado a este nivel tan bajo y tan mediocre

La clase política de hoy habla sin decir nada, cita autores que ni conoce, utiliza referentes como Matrix y se enreda con frases que no tienen ningún tipo de sentido "es el vecino el que...", pero lo peor de todo es que ha normalizado que un rival político la descalifique constantemente con insultos de una bajeza ética lamentable y vergonzosa. Y quizás habría que preguntarse si este nivel se ha adaptado al nivel de la sociedad o bien si somos la sociedad la nos hemos adaptado a este nivel tan bajo y tan mediocre.