Pocos grupos encontraremos a la historia del rock que encajen tan bien en la definición de absurdo (contraria a la razón, al sentido común) como Guns N' Roses. Es absurdo que una banda que solo ha grabado tres discos como Dios manda —obviaremos el de versiones The Spaghetti Incident? (1993) y Chinese Democracy (2008), a todos los efectos un disco en solitario de Axl Rose- siga llenando estadios por todo el mundo.
Pocos grupos encontraremos a la historia del rock que encajen tan bien en la definición de absurdo (contraria a la razón, al sentido común) como Guns N' Roses
También es absurdo que los californianos hayan vetado la presencia de los medios en su actual gira porque "están hartos de que se les critique", como si lo que pudiéramos decir tuviera ninguna influencia en su estatus legendario. Como también lo es que insistan en tocar casi tres horas cuando la voz de Axl Rose muestra una fragilidad que, a ratos, hace sufrir.
Unos kamikazes de 60 años
Pero aquí estamos. Ocho años después de su última visita al Estadi Olímpic Lluís Companys, cerca de 40.000 personas acudieron, expectantes por ver qué podían ofrecer en esta gira bautizada como Because What You Want & What You Get Are Two Completely Different Things (Porque lo que quieres y lo que obtienes son dos cosas completamente distintas). Dado que en los nueve años transcurridos desde que el guitarrista Slash y el bajista Duff McKagan volvieron al grupo aún no han sido capaces de grabar un nuevo álbum —de nuevo, absurdo—, la principal novedad radica en la presencia del batería Isaac Carpenter que, todo hay que decirlo, mejora notablemente las prestaciones del anterior mercenario Frank Ferrer, quien ocupaba el puesto desde 2006. El resto es prácticamente un calco del espectáculo que vienen regurgitando desde su reunión en 2016, con un repertorio sin pies ni cabeza donde cabe tanto una versión de Slither —el único hit de Velvet Revolver, el grupo que formaron Slash y Duff tras salir de Guns— como del clásico Wichita Lineman de Jimmy Webb, o una de sus peores canciones que, oh casualidad, se titula Absurd. Pero, a pesar de estas incongruencias, Guns N’ Roses siguen teniendo en las canciones de Appetite For Destruction y los Use Your Illusion unos pilares indestructibles. Pocos conciertos de estadio tienen un arranque tan demoledor como Welcome to the Jungle y un final tan apoteósico como Paradise City. Temas como Mr. Brownstone, You Could Be Mine, Rocket Queen, It’s So Easy o Sweet Child O’ Mine conservan la energía para levantar a todo el mundo de sus asientos, y cuando muestran su faceta más épica —Civil War, November Rain o Estranged— siguen siendo imbatibles.
A pesar de estas incongruencias, Guns N’ Roses siguen teniendo en las canciones de Appetite For Destruction y los Use Your Illusion unos pilares indestructibles. Pocos conciertos de estadio tienen un arranque tan demoledor como Welcome to the Jungle y un final tan apoteósico como Paradise City
Aunque el sonido no les acabó de acompañar —de repente, el volumen bajaba inexplicablemente a la mitad—, los músicos se mostraron solventes en todo momento, con un Slash pletórico que se reivindicó como uno de los mejores creadores de solos de su generación. Pero, naturalmente, como siempre, el éxito o el fracaso de sus directos recae en los hombros de Axl Rose. Si antes la incógnita era saber con cuántas horas de retraso saldría al escenario (si es que llegaba a salir), ahora que la puntualidad ya no es un problema, la principal preocupación es ver en qué estado están sus cuerdas vocales. Todo hay que decirlo: el frontman luce mejor aspecto que hace unos años, sin aquella barriga de turista jubilado, y a menudo se muestra sonriente y, a su manera, cercano. Pero el tiempo pasa, y aquella fuerza torrencial con la que cantaba y gritaba sin aparente esfuerzo en sus días de gloria, ahora es un constante paseo por la cuerda floja. A veces aún se defiende bien (Out Ta Get Me, Knockin’ on Heaven’s Door, Nightrain), pero otras apenas le sale un hilo de voz, llevando al límite su falsete (destrozó el final de la exigente Coma). Es evidente que esperar que cante igual a los 63 años que cuando tenía 30 sería ilógico, pero debería ser lo bastante inteligente como para protegerse un poco más y adaptar el repertorio a sus condiciones actuales. Aun así, seguramente esta actitud kamikaze es lo que explica, en gran parte, la grandeza de Guns N’ Roses.