"Catalunya ignora hoy, y seguirá ignorando, que Manuel Reventós fue sin ningún tipo de duda el catalán más brillante de su generación", aseguraba con su habitual rotundidad Eugeni Xammar a las memorias Seixanta anys d'anar pel món, a propósito de uno de sus mejores amigos de juventud. En el mismo volumen autobiográfico, el periodista y diplomático recordaba una estancia en Barcelona donde encontró al amigo, "acurrucado en su casa haciendo vida de familia con su mujer y sus hijos en su casa de la calle de Anglí, en Sarrià. [...] Las funciones de secretario de Banca le ocupaban las mañanas y pasaba las tardes en su casa leyendo, actividad esta que siempre había sido su trabajo preferido y escribiendo, según creo saber, un diario que el día que se publique seguramente hará ruido, pero que por ahora su hijo no cree que haya llegado todavía el momento de publicarlo".

Ahora, más de 80 años después de ser escrito, L'Avenç publica el Diari de la guerra del prestigioso economista Manuel Reventós i Bordoy (Barcelona, 1888-1942), miembro de la brillante hornada del Noucentisme, formado en Alemania, funcionario de la Diputación y del Ayuntamiento, profesor de las escuelas de la Mancomunidad i de la Universidad Autónoma, directivo de banca y fundador y miembro de Acció Catalana. Un dietario de guerra de un liberal catalanista y demòcrata que la familia había conservado, resistiéndose a publicarlo, y que sus nietas, Laia Reventós Rovira y Anna Moretó Reventós, han decidido hacer público, con prólogo del historiador Borja de Riquer y edición de Josep Maria Muñoz, y acompañado de otro escrito del mismo tiempo, Barcelona viscuda, un recorrido nostàlgico por la ciudad de infancia y juventud.

Un mundo destruido por la violencia

Exdirector general de Comercio y Política Arancelaria del primer gobierno republicano, yerno del financiero y político Jaume Carner y padre del dirigente socialista Joan Reventós, empezó a escribir unas anotaciones personales el 18 de octubre de 1936, tres meses después de iniciada la guerra, y dejó de anotarlas el 3 de enero de 1939, cuando la victoria franquista es cuestión de días.

El texto está escrito a quemaropa de los acontecimientos y sin las revisiones y censura que una edición posterior habría comportando. Eso hace que el dietarista no evite juicios severos sobre un conflicto que había hecho desaparecer su mundo – "Teníamos una casa que tenía buena pinta, un auto, ciertas ilusiones de poder, ciertos gozos de cultura"!" se exclama el 4 de enero de 1938 mientras el hambre y el frío acechan la ciudad de Barcelona- y había comportado el estallido de una revolución social y una violencia que había multiplicado "las formas más viles de la envidia, la crueldad y la necedad", que un liberal como él sólo podía detestar.

El domingo 19 de julio de 1936, aquel intelectual y profesor universitario que creía ser "el tipo corriente o media de nuestra burguesía" todavía había ido con su familia a misa en Sarrià y había conversado con Carles Riba y JV Foix en la pastelería de este último. Saliendo a paseo por la tarde, ya había visto quemando la iglesia de la Bonanova, inicio de un "descalabro" que Reventós quería reflejar a su texto, no como un reflejo del ambiente barcelonés, sino también en aquella incidencia y reacción psicológica que provocaba en un hombre de cincuenta años como él.

Crítico con los dirigentes políticos republicanos y pesimista sobre el final de la guerra

Sin marcharse del país como otros ilustres republicanos fiel a Catalunya y la República, Reventós no ahorra críticas a las autoridades catalanas y es especialmente duro con Lluís Companys –a quien evoca por su sobrenombre de "Pajarito" en varios idiomas– y Josep Tarradellas, a quién reprocha la aprobación de unas disposiciones económicas que juzga un disparate y una irresponsabilidad, y ataca duramente a los anarquistas, a quien acusa de implantar "una nueva tiranía" y la ruina para el país. Los políticos republicanos españoles no salen mucho mejor parados, y sólo el presidente de la República Manuel Azaña merece algunas palabras amables. La propaganda franquista, la retórica nacional-sindicalista y la literatura fascista inspirada por Eugeni d'Ors, Giménez Caballero o José María Pemán lo sacan, literalmente, de quicio.

Desencantado por la imposibilidad de un armisticio que pusiera fin a la guerra propiciado por las potencias internacionales, a medida que el conflicto avanza su pesimismo se hace más acentuado. "Después de la FAI habremos de soportar la Falange Española. ¡Todo contra el hombre europeo y libre! La demostración de que a derecha e izquierda está el mismo espíritu está hecha y rehecha", anota el 28 de diciembre en un dietario que ya pronosticaba que "gane quien gane, a la destrucción de vidas y riqueza, habrá que sumar nueva y casi no inferior calamidad, la militarización del país; para años y años, nos tendremos que quitar el sombrero al paso de generales vencedores, ahora anarquistas, ahora monárquicos, siempre debeladores del espíritu de libertad".

Expulsado de la Universidad y depurado de su trabajo al Ayuntamiento de Barcelona, Reventoso se recluyó en su trabajo a Crédito & Docks y en la Barca Arnús. Con la salud frágil desde una tuberculosis que lo había llevado a pasar dos años en un sanatorio de Davos, como si de un personaje de La montaña mágica se tratara, murió el año 1942. Su hijo Joan recordaría que sus últimas palabras fueron un lamento por el hecho de que sus hijos no pudieran saber lo que era la libertad.

 

Foto principal: Manuel Reventós con sus hijos Joan y Maria Victòria/Arxiu Família Reventós.