Angle Editorial ha publicado en catalán un viejo libro del escritor francés Romain Gary, en una nueva traducción catalana de Jordi Martín Lloret, Gos blanc (en castellano sólo se dispone de una vieja traducción de Juventud). Se trata de una obra de carácter autobiográfico, basado en un episodio de la vida de Gary: cuando estaba en Estados Unidos se encontró un perro abandonado que él, muy amante de los animales domésticos, adoptó. Al cabo de algún tiempo Gary se dio cuenta de que aquel perro, que tan manso era con él, reaccionaba de forma terriblemente agresiva con cualquier negro. Algunos amigos del Sur de Estados Unidos le explicaron que había gente que entrenaba especialmente a algunos perros para atacar a los negros; eran los llamados "perros blancos". Recomendaron a Gary que lo sacrificara, pues ya era un perro mayor e imposible de reeducar. Pero Gary se resistió, no sólo porque no creía justo matar a un animal por la educación que había recibido, sino también porque creía que todo el mundo, incluso un perro, puede cambiar. A lo largo de este libro se relata la lucha de Romain Gary por reeducar su perro y curarlo del racismo.

El protagonista no era el perro

Gos blanc es una magnífica obra sobre la relación entre un hombre y un perro, y seguro que gustará a los aficionados a los animales domésticos. Pero va mucho más allá de eso. A través de esta historia, con la que arranca el libro, Gary, firme luchador contra el racismo, explica la situación de los negros de Estados Unidos en 1968, el año que mataron a Martin Luther King, pero también el año en que muchos radicales negros se decantaron por la violencia y se lanzaron a la lucha armada contra el gobierno blanco (y también contra otros grupos nacionalistas negros). Gary tiene una gran habilidad para presentarnos a personajes bien diferentes: negros que odian a Estados Unidos y negros que adoran a Estados Unidos (que los odia a ellos); negros que quieren incendiar los ghettos y negros que intentan parar a los incendiarios... Gary, francés de origen ruso que ha viajado por todo al mundo, explica enGos blanc que uno de los dramas de Estados Unidos es que la persona queda completamente condicionada por el color de su piel. Su trabajo, sus relaciones sociales, sus expectativas, todo depende de si se es blanco o negro. Gary se muestra muy preocupado por cómo la barrera racial acaba enturbiando incluso las relaciones de pareja: las parejas mixtas se veían profundamente afectadas por el racismo ambiental...

racismo pixabay

Lucha intransferible

Pero realmente el eje de la obra no es tanto la denuncia del racismo, o la fe en la reeducación, como la imposibilidad de la solidaridad completa. Gary en aquel tiempo estaba casado con la popular actriz Jean Seberg, muy comprometida con el movimiento en contra del racismo, pero también con otras causas solidarias. Y la casa de Gary y Seberg se convirtió en un punto de encuentro entre militantes de la causa negra y artistas e intelectuales antiracistas. Y a partir de su conocimiento del mundo solidario, Gary se formulaba muchas preguntas. ¿Hasta qué punto esta solidaridad era positiva? ¿Era usada por los artistas blancos para blanquear sus conciencias? ¿Creaba una relación viciada entre donantes y los receptores? ¿Iba a manos de quién más lo necesitaba?

Radicales negros y excéntricos blancos

El mundo del cine a menudo es extravagante, y no faltan las estrellas cargadas de egolatría que viven fuera del mundo. Eso, combinado con las rupturas de tabúes de los años sesenta llevó a un ambiente de auténtica locura. Gary, en Perro blanco, explica una escena hilarante en que un artista, compañero de reparto de Jean Seberg, le exigía que aconsejara a su mujer que se fuera a la cama con él. La solidaridad con las causas de izquierdas se convirtió, en los sesenta, en una competición feroz entre los artistas e intelectuales. Gary describe una reunión de un movimiento solidario en que, tras exigir donativos exorbitantes a los ricos asistentes, Marlon Brando decidió que se expulsara a los que hacían donativos menores, al considerar que no querían comprometerse "suficientemente" con los negros. La moda, la egolatría e incluso la publicidad a veces eran tan importantes, en estos momentos, como la solidaridad. Y Gary, en Gos blanc reflexiona sobre hasta qué punto son desiguales las relaciones entre las víctimas y los grandes personajes que se solidarizan con ellas. Gary cree que, además de los farsantes, hay ricos que tienen sinceramente la voluntad de ayudar a los otros. Pero no es fácil. No siempre es fácil encontrar la vía para resolver una injusticia. Y la barrera entre explotadores y explotados es muy difícil de saltar. Gary deja claro que, pese a la solidaridad, el dolor, la humillación y la vergüenza de las víctimas son intransferibles.1968 Performance del Living Theatre en el Politecnico Francesco Radino Wikimedia

Performance en el Living Teatre del Politecnico. Foto: Francesco Radino.

Más allá de los negros

Aunque esta novela de Gary se mueve entre los Estados Unidos del movimiento negro y el París del movimiento estudiantil, en diferentes puntos se refiere al momento de revuelta globalizada a nivel mundial que se vivía en 1968 (este libro fue escrito inmediatamente después de los hechos). Fue un tiempo en que las revueltas se sucedieron por el mundo: por México, con la matanza de estudiantes de Tlatelolco, por Checoslovaquia con la invasión de los tanques rusos, por América Latina con el endurecimiento del terrorismo y el contraterrorismo... No es casualidad que el mito del Che se difundiera en este momento, ni que Los condenados de la tierra, de Franz Fanon, se convirtiera en una lectura muy popular. Y Gary capta perfectamente que la revuelta negra de los Estados Unidos es mucho más que un movimiento de negros y que se corresponde a un momento de inconformismo a nivel planetario, que le produce al mismo tiempo fascinación, escepticismo y rechazo.

Gary, entre la reacción y la revolución

Gary era un personaje peculiar. Sin duda era un elitista, pero siempre sintió una gran fascinación por el lumpemproletariado y por el mundo underground. En realidad se llamaba Roman Kacew. Nació, en Vilnius en 1914, en una familia de judíos rusos, y nunca fue reconocido por su padre. Pasó parte de la infancia en Polonia y a los 13 años se instaló en Niza. Luchó con las Fuerzas Francesas Libres (en el ejército de tierra, en los submarinos y en la aviación), y en la posguerra se incorporó a la diplomacia francesa, pero no progresó mucho en la carrera diplomática por su vida bohemia. Como muchos críticos franceses descalificaban su literatura, se inventó el seudónimo de Émile Ajar, un supuesto escritor joven que consiguió grandes elogios de la crítica e incluso alcanzó el Premio Goncourt. A pesar de dar apoyo a la derecha gaullista, Gary rechazaba firmemente cualquier tipo de racismo y sentía una difusa simpatía por todos los movimientos revolucionarios. En un fragmento de Gos blanc explica, muy comprensivo, el caso de un "joven de su época, es decir, un insumiso, un chico que ya no podía aceptar cargar en los hombros el peso muerto de las tradiciones enrarecidas". Cuando estalló la revolución de mayo de 1968 Gary se apresuró a dejar Estados Unidos y a irse a París. Tenía una gran simpatía por la juventud inconformista, pero decidió irse a desfilar con los gaullistas, contra los estudiantes. Esperaba formar parte de un pequeño grupo de ex combatientes silbado y amenazado por los revolucionarios. Cuando llegó a la manifestación y vio que había muchísima gente, decidió volver a casa. En Gos blanc afirma que siempre ha querido ser parte de las minorías.

Desde Andratx

Gos blanc es la peculiar terapia de Romain Gary frente al racismo, un texto escrito en Andratx, donde escapó para librarse del conflicto negro norteamericano y de la amenaza revolucionaria francesa. Con un punto de cinismo, lo argumentaba en su novela: "Mi conciencia también tiene derecho a unas vacaciones". Escribir, para él, no era una forma de cargarse pesadas mochilas de compromisos en la espalda, sino más bien todo lo contrario, una forma de librarse de ellos. "Escribo durante una hora o dos: aquella manera de olvidar... Cuando escribes un libro sobre el horror de la guerra, por ejemplo, no denuncias el horror, sino que te deshaces de él", explicaba. La forma de enterrar el racismo era escribir una obra como Gos blanc, donde hay mucho odio, blanco y negro, y mucho deseo de revancha, pero donde también hay una nota de optimismo final, de confianza en la humanidad, una confianza que domina el libro. Quizás Gary la perdió en su madurez. En 1980, a los 66 años, un año después del suicidio de Jean Seberg, él se quitó la vida. Dicen que tenía pánico a envejecer, como los jóvenes de 1968.