El budots es para todos”, comentaba recientemente DJ Love en un artículo que le dedicaron en el diario The Washington Post. “Pero la gente rica no puede bailar así.” DJ Love es el nombre artístico tras el cual se esconde Sherwin Tuna, un productor musical originario de la ciudad de Davao, en Filipinas. Hace décadas que se dedica a crear música electrónica desde el minúsculo mostrador del cibercafé que regenta en la calle Camus de esta ciudad de la isla de Mindanao, la más grande en extensión del país (tiene una superficie de 24.443,61 km²) y la más poblada del archipiélago (1.632.991 habitantes), solo por detrás de la capital, Manila.

En las calles de Davao, y en realidad en todos los barrios pobres de Filipinas, todo el mundo baila el budots ("la gente rica no puede bailar así", insistía Tuna en el histórico diario norteamericano), género que se ha erigido en el ritmo tradicional oficioso del país surasiático y que ahora, como ya antes lo había hecho el reguetón y, antes de este, el afrobeat —sonidos también surgidos de entornos marginales—, está conquistando el mundo, en buena parte gracias a internet y a la viralización de los vídeos de TikTok. Hasta hace poco, Love no había salido nunca de su ciudad. Hoy lo reclaman en las cabinas más selectas de todo el mundo. Él toma el avión, pincha y vuelve a casa. No tiene ninguna intención de dejar su ciudad. Su cibercafé. “Aquí es donde está el budots... Este es mi lugar para siempre.”

La autenticidad de la música que nace en la calle

Budots es la palabra que en el argot bisaya se usaba para describir a alguien extremadamente perezoso (tagalo: tambay). Las tesis académicas —porque en las universidades filipinas ya se empieza a estudiar el fenómeno del budots— indican que seguramente deriva de la palabra bisaya burot, que significa “inflar”, y esta se usaba como eufemismo para los delincuentes juveniles que inhalaban pegamento en las calles. Fueron ellos, inflados, en una nube, quienes pusieron de moda una manera de bailar música electrónica y hip-hop, que con el tiempo se etiquetó como budots. Al principio eran éxitos internacionales; más adelante, fueron las producciones que Tuna iba creando desde su pequeño laboratorio sonoro de la calle Camus de Davao.

El budots es un género musical, pero también, y así nació, un género de danza con unos pasos de baile que imitan los movimientos que hacen los jóvenes que huelen pegamento o cuando disparan con pistola durante un robo. Love, sin embargo, siempre ha predicado que el objetivo último de sus canciones es alejar a los jóvenes de la delincuencia y que esos pasos de baile solo son un recordatorio de lo que deben evitar. "Son movimientos (muy parecidos al perreo del reggaeton) de frotamiento y contorsión. Provocativos pero no vulgares. Son un abrazo rebelde de las clases populares, de hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Todo el mundo está invitado a probarlo, siempre que puedan agacharse."

El principal atractivo de la música budots es que transpira esa autenticidad de lo que ha nacido en la calle sin otra intención que reunir a la gente para hacerla bailar

De hecho, y paradójicamente, uno de los principales culpables de la viralización del budots es Rodrigo Duterte, que antes de ser presidente de Filipinas había sido alcalde de Davao. Drásticamente conocido por sus matanzas indiscriminadas contra todos aquellos que considerase que tenían algún vínculo con la droga o la delincuencia —crímenes que cometía impunemente y que retrató perfectamente la periodista Patricia Evangelista en su libro Algú els ha de matar (Comanegra, 2025)—, en su carrera por la presidencia grabó dos vídeos bailando budots con jóvenes de Davao. Aquellas grabaciones se hicieron enormemente virales en Filipinas, ayudándole a suavizar su imagen y, finalmente, a ganar las elecciones. Actualmente, Duterte se enfrenta a procesos judiciales por crímenes contra la humanidad en el Tribunal Penal Internacional de La Haya.

El principal atractivo de la música budots es que transpira esa autenticidad de lo que ha nacido en la calle sin otra intención que reunir a la gente para hacerla bailar. Olvidar durante un rato sus vidas. Técnicamente, son producciones pobres, a veces incluso un poco kitsch, con líneas de bajo que resuenan como apisonadoras y sintetizadores vibrantes. Es música house mezclada con ritmos tradicionales filipinos, con un telón de fondo donde aparecen samples reales del ruido de coches y motos, de los mercados, de los puestos de comida ambulante, de las casas sobrehabitada, que Love graba mientras camina por las calles de Davao. De alguna manera es primitivo y destartaladamente moderno. Pero es excitante. El nuevo reguetón se llama budots y ha nacido en los barrios más marginales de Filipinas.