Hay un poema del Ángel González que dice "Ayer fue miércoles toda la mañana./ Por la tarde cambió:/ se puso casi lunes". Me gusta porque me hace pensar en la sensación en encontrarme medio mal los domingos por la tarde y en la mezcla de estados de ánimo de los festivos que caen entre semana. Lo he buscado y la explicación de por qué la semana tiene siete días no es tan clara como la vuelta a la tierra sobre ella misma, que es un día, la vuelta entera al sol, que es un año, o la relación de los meses con las lunas. El siete, sin embargo, ya era un número místico antes de la explicación bíblica de los seis días para crear la tierra y el séptimo para descansar. A la antigüedad veían en el cielo lo que creían que eran siete planetas: la luna y el sol y después Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno (Urano y Neptuno todavía no se conocían).

El siete ya era un número místico antes de la explicación bíblica de los seis días para crear la tierra y el séptimo para descansar

Empiezo a escribir este artículo y es domingo. Por la ventana que da en la calle (una calle tranquila de Sants) hay la calma de los domingos. Casi no pasa ningún coche, rompe el silencio el llanto exageradísimo de un niño pequeño que grita como si le arrancaran las uñas y que he oído alejarse hasta que ha girado la esquina. Los fines de semana pasan más niños que lloran (o yo los siento más porque estoy más horas en casa). El sábado por la mañana la luz es diferente. Es el sol del vermú del sábado, de la cola en la carnicería. El de la farmacia que dice que en la discoteca por la noche han hecho ruido y han dejado latas medio llenas en la acera. El aire del lunes, en cambio, pesa como una migraña en los ojos. Las calles son más sucias. Hay una cola terrible para pedir un café, la gente va lenta porque tiene el cerebro lleno de la niebla de los lunes, de cansancio mezclado de pereza. No sé si somos nosotros que cogemos el mundo y diferente y hacemos que los martes puedan llegar a ser tan grises como su predecesor y encima en la cafetería no les funcione el datáfono.

Una universidad de Nueva York hizo una encuesta a 340.000 personas y llegó a la conclusión que la manía que parece que se tenga a los lunes es prácticamente igual a los martes, miércoles y jueves

Leo que hay un estudio que desmiente esta opinión generalizada que el lunes son el peor día de la semana. Una universidad de Nueva York hizo una encuesta a 340.000 personas y llegó a la conclusión que la manía que parece que se tenga a los lunes es prácticamente igual a los martes, miércoles y jueves. Eso sí, los niveles de angustia bajan significativamente los viernes y los fines de semana. Tengo que decir que son unos datos que desmienten completamente las percepciones que tengo: que en mi calle los miércoles dejamos de mirarnos a los pies y a las mañanas empezamos a saludarnos (también leía hace pocos días la noticia de la ciudad sueca donde han empezado una campaña por evitar la soledad y el aislamiento). Si a mí me hubieran hecho esta encuesta les habría dicho que los jueves siempre es buen día, que pasa gente con chaquetas de colores y que los del primero por la tarde ponen jazz que llega a través de las ventanas.

Para mí el día perfecto de abrir las discotecas sería el lunes, que ya tengo cogido el horario del fin de semana y no tendría aquella compasión de sueño en las doce pintiparadas

Quizás si la escuela abriera el viernes por la noche podríamos descansar del niño pequeño del piso de arriba que corre como si lo quisieran matar y nos molesta para mirar la película. De hecho, para mí el día perfecto de abrir las discotecas sería los lunes, que ya tengo cogido el horario del fin de semana y no tendría aquella compasión de sueño a las doce en punto. Yo haría bien las clases a partir de las ocho de la noche. Soy nocturna y es el momento que estoy enérgica, que tengo mejores ideas, que me puedo enfrentar a un aula de treinta adolescentes que tienen siempre una réplica inesperada. A las ocho de la mañana tengo la cabeza al treinta por ciento como mucho (y ellos incluso menos). Pero resulta que si diera clase por las noches no tendría ningún bar abierto donde pedir un café, el mundo está apagado de noche y entre semana. ¿Por qué tengo que ceder a una organización universal que me hace ir a contrapié hasta el viernes por la tarde? Yo querría el fin de semana lunes y martes y así no tener que luchar contra aquella pesadez. A veces voy toda la semana pensando que es el día siguiente del día que es. Y me equivoco de aula y de horario como si fuera todo el mundo que va al revés de lo que toca. Hay un orden interno del mundo que incluso hace que en algunas casas haya platos concretos para días concretos. Macarrones sábado, en mi casa, lo único que perdura desde tiempos inmemoriales. Y no concibo cocinar ningún otro día sin oír que cometo una especie de sacrilegio familiar. El orden nos regula, la certeza nos calma. Pero para mí el tempo va más acelerado de lo que necesitaría. Hoy que se publica el artículo para vosotros es viernes. El buen humor ya se os debe extender por dentro. Quizás habéis terminado del trabajo o todavía ni os habéis duchado porque habéis trabajado desde casa. Qué suerte que tenéis. Para mí, todavía es el miércoles.