Barcelona, 19 de agosto de 1404. Hace 619 años. Federico Rizzari, hijo natural de Martín el Joven, heredero al trono de Barcelona, y de su amante siciliana Tàrsia Rizzari, llegaba desde Catania reclamado por su abuelo biológico, el rey Martín I. El joven Martín (Perpinyà, 1376), padre biológico de Federico, era el único hijo del rey que había alcanzado la edad adulta. Pero el retoño que había engendrado con María de Sicilia (Catania, 1363), su primera esposa, había muerto prematuramente. Y el que había engendrado con Blanca de Navarra (Pamplona, 1387), la segunda esposa, era una criatura pequeña y débil. La cuestión sucesoria se había convertido en un asunto prioritario; y en aquel escenario de incertidumbre, el rey Martín I habría ordenado el traslado del pequeño Federico, que en aquel momento solo tenía tres años, a la Corte de Barcelona, para tener a mano todas las opciones posibles.

Atlas Catalán de Abrahán Crezcas (1375). Fuente Bibiliotheque Nationale de France
Atlas Catalán de Abrahán Cresques (1375) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

¿Quién era y de dónde venía el pequeño Federico?

El 1 de febrero de 1392, Martín el Joven, entonces un chico de catorce años, era casado con su tía María, reina titular de Sicilia, soltera y que ya rozaba los 30. El matrimonio de Martín y María tenía el propósito de reunir las dos ramas de la familia real catalana —la de Barcelona y la de Catania— y de incorporar, definitivamente, Sicilia al edificio político catalanoaragonés. Pero aquel matrimonio tuvo una duración y una descendencia efímeras. Pedro, el hijo, nacido en 1400 en Catania, moría al cumplir el primer año. Y María, la esposa y madre, moría acto seguido a causa de la peste. El joven Martín forzaría el paso de rey consorte —y viudo— a rey titular de Sicilia, y sus enemigos políticos airearían las relaciones extramatrimoniales que había mantenido con Agatuccia Pesce, madre de Violante (1400), y con Tàrsia Rizzari, madre de Federico (1401).

El rechazo del Joven a la vida cortesana

Todos los historiadores que han estudiado la figura de Martín el Joven, coinciden en que el heredero tenía un perfil aventurero, muy alejado de la tarea política de las cancillerías y muy próximo a la actividad militar de sus ejércitos. Y eso dificultaba negociar un matrimonio y engendrar una descendencia legítima, necesaria para garantizar la continuidad de la casa real catalana. Sin embargo, un año justo después de la muerte de María (mayo de 1402), le impusieron la boda con Blanca de Navarra, cuarta hija de los reyes navarros Carlos III y Leonor y, en aquel momento, quinta en la línea sucesoria; pero que, después de unas curiosas casualidades, acabaría sentada en el trono de Pamplona (1425). Martín y Blanca estuvieron casados durante siete años (1402-1409), pero solo tuvieron un hijo, que recibió el nombre del padre y del abuelo (Catania, 1403).

Maria de Sicilia y Blanca de Navarra, las esposas de Martí el Jove. Fuente Wikimedia Commons
María de Sicilia y Blanca de Navarra, las esposas de Martín el Joven / Fuente: Wikimedia Commons

El pequeño Federico en Barcelona

La causa que explica por qué el rey Martín no inició los trámites de legitimación del pequeño Federico —y de su hermanastra Violante— hasta más allá de la muerte del padre biológico de las criaturas (1409), sería la existencia del retoño que habían engendrado el Joven y Blanca de Navarra, y que se criaba en la corte de Catania. Durante aquella primera década del siglo XV, la cancillería de Barcelona trabajaría permanentemente pendiente de lo que pasaba en el Castillo Ursino de Catania, residencia de los reyes catalanosicilianos. Vigilando el crecimiento y la educación del nieto legítimo del rey Martín. Y mientras tanto, los pequeños Violante y Federico se criaban en el Palacio Real de Barcelona, no sin dificultades. Porque las fuentes nos revelan que, en varias ocasiones, fueron víctimas de agresiones perpetradas por sirvientes como Arnau lo Boteller o Martí lo Panisser.

La muerte del Joven y la desesperada carrera de la legitimación

Martín, el hijo del Joven y de Blanca, murió prematuramente en 1407. En aquel punto, la cuestión sucesoria pasó de la categoría de asunto prioritario a la de motivo de preocupación. Y las alarmas se dispararon en el momento en que el aguerrido Martín el Joven murió al final de la campaña militar de pacificación de Cerdeña (1409). Martín había muerto sin engendrar a un nuevo heredero y su descendencia quedaba limitada a los pequeños sicilianos que se criaban en el Palacio Real de Barcelona; que algunas fuentes de la época —de la misma cancillería— identifican como "los bastardos". Muertos Pedro (1401), Martín (el nieto del rey) (1407) y Martín (el hijo del rey) (1409), al viejo monarca no le quedaba ninguna alternativa más que legitimar a Violante y Federico. En aquel momento, empezaba una desbocada carrera para evitar el fin de los Bellónida.

Fernando I y el Papa Luna. Font MNAC y Basílica de Santa Maria de Morella
Fernando I y el papa Luna / Fuente: MNAC y Basílica de Santa María de Morella

"Los bastardos"

Algunos historiadores han explicado que los maltratos que Arnau lo Boteller o Martí lo Panisser infringieron a los pequeños Violante y Federico serían a causa de la condición de ilegítimos de los pequeños. Pero la realidad es muy diferente. Un simple vistazo a los movimientos que, en aquella época, se produjeron en torno al Palacio Real revelan que las potentes clases mercantiles de la Corona (de Barcelona, de València, de Palma) habían perdido totalmente la confianza en la casa Bellónida, los monarcas que dirigían los destinos del país desde Wifredo el Velloso (897). Los pequeños Violante y Federico no eran más que un obstáculo en una operación de gran envergadura que consistía en sustituir a la vieja (y agotada, a criterio de las clases mercantiles) estirpe catalana. La cita "sangre nueva" se convirtió en la divisa del potente partido que abogaba por el cambio.

Martín I y Jaime de Urgell

La Catalunya de principios del siglo XV —y por extensión, todos los territorios de la Corona todavía vivían la resaca de la Peste Negra (1348-1351). Y Jaime de Urgell, cuñado del rey y el hombre más rico de los estados catalanoaragoneses, proponía involucionar el país para salir de la crisis. Volver al amanecer del régimen feudal, que quería decir retroceder el calendario al año 1000. Las tesis de Jaime alarmaban a las clases mercantiles, que veían amenazadas las cuotas de poder político y económico que, de manera tan trabajada, habían ganado durante aquellos cuatro siglos (XI a XV). Cuando el rey Martín se dio cuenta de que las clases mercantiles, aliadas incondicionales del poder real desde la época carolingia, se ponían de culo; cesó a Jaime como lugarteniente, cargo tradicionalmente reservado al heredero al trono, y que ejercía desde la muerte del Joven (1409).

Representación de Frederic Rizzari. Fuente Wikimedia Commons
Representación de Federico Rizzari / Fuente: Wikimedia Commons

Martín y el papa Luna

El rey Martín aprovechó unos graves incidentes en Zaragoza, protagonizados por Jaime, que se conducía, únicamente, por sus excesos de testosterona, y dejó la cuestión sucesoria aparentemente abierta. Pero, simultáneamente, aceleró los trámites de legitimación de sus nietos. Ahora bien, Violante y, especialmente, Federico tenían demasiados enemigos. Las clases mercantiles ya habían iniciado conversaciones con Fernando de Trastámara, casado con la mujer más rica de la Corona castellanoleonesa, que había prometido poner toda aquella fortuna al servicio de la restauración del dominio comercial y militar catalán del Mediterráneo. Y todo el estamento aristocrático, radicalmente urgellista, maniobró para reponer a Jaime en su posición de heredero. El pequeño Federico solo tenía el apoyo de su abuelo Martín y del pontífice cismático Luna, pariente de la esposa del rey.

La elección de Caspe

Martín I murió el 31 de mayo de 1410, la víspera de la ceremonia de legitimación de Violante y de Federico. Algunos historiadores apuntan que el rey fue envenenado. Otros hablan de una inoportuna muerte. Sea como sea, Martín desapareció con toda la colada en el lavadero. Y el papa Luna, que tenía que culminar aquel proceso, se retiró y pasadas las exequias reales, por oportunismo o por miedo, se proclamó partidario del Trastámara, el sobrino castellano del difunto rey Martín, y el candidato preferido de las potentes clases mercantiles catalanas. El fin de la estirpe real catalana se confirmaría en Caspe (1412), con la elección de Fernando. En aquella asamblea, Federico no obtuvo ningún apoyo claro y su figura y sus derechos se diluyeron en la nebulosa de la historia. Murió en una mazmorra castellana y en extrañas circunstancias el año 1438.