La mentida més bonica es la primera novela que aborda el procés independentista desde la perspectiva de la mayoría de las víctimas: la gente de la calle que se comprometió un año tras otro y se dejó vida y afanes. El autor es Francesc Serés (Zaidín, Bajo Cinca, 1972). Él bromea que el libro es Made in Germany, porque allí que reside hace unos meses por cosas de trabajo. Son 286 páginas que ha editado Proa. Los protagonistas son Marina y Carles, una pareja de profesores de secundaria, vivos y abnegados, que se jubilan y hacen examen. La novela, que transcurre en un solo día en Vilafranca del Penedès, retrata el desencanto, el fastidio y la desconfianza de quienes dieron el salto de fe de creer en las promesas y el compromiso de los dirigentes del procés, una clase que no estuvo a la altura del ideal ni de la militancia. La entrevista es un parloteo intenso y desgarbado, una rúa que corre y se detiene, se entretiene y divaga. Por suerte para los lectores de entrevistas, Serés encaja en aquella recomendación de ser astutos como las serpientes e inocentes como las palomas.

A finales de 2021, en una entrevista en esta santa casa, Ferran Torrent se extrañaba de que no hubiera ninguna novela del procés independentista. ¿La mentida més bonica viene a ponerle remedio?
Una novela no remedia nada. Crea un relato y abre la discusión, genera preguntas, da profundidad de campo a algunos aspectos de la vida y permite que se piensen de otra manera. Pero eso no nos ahorra la no ficción ni el periodismo. La novela es el punto de llegada, una alegoría, una metáfora de todo aquello que ha pasado. Al mismo tiempo, tiene que ser verosímil, pero no demasiado, y tener un formato recordable. Un formato mítico. Aquí, los protagonistas —los dos profesores que se jubilan— son, de entrada, arquetípicos. Todos hemos tenido estos profes: entregados, columnas, se desviven por los alumnos, siempre toman más responsabilidades de las que les tocaría... Tres son profes de historia y saben de qué va la cosa. Todos explican lo que han vivido. No pueden evitarlo. ¿Cómo podrían, si el elefante está en la habitación? El país tiene un agujero negro y cuesta mucho mirar dentro de ese pozo porque están todas las preguntas para las que aun no tenemos respuesta. ¿Por qué nos confiamos? ¿Por qué dimos el salto de fe?

Entrevista a Francesc Serés mirada / Foto: Toni Piqué
Francesc Serés, autor de La mentida més bonica

La novela tiene como dos niveles. Uno muestra la interacción de los personajes en la cotidianidad, en unos diálogos marca de la casa. El otro nivel presenta su vida interior, reflexiones y valoraciones sobre el procés independentista. Ambos se fusionan en la conversación final de los protagonistas, Marina y Carles, el matrimonio de profesores que se jubila, y su gran amigo de siempre, Nicolau, colega de claustro en el instituto, del que se ha distanciado en los años del procés "por cosas que ni uno ni otro podían solucionar".
Todo está bien trabado. Es política que entra en la vida y la política que sale de la vida. Hay momentos que la novela sólo es vida y momentos en que sólo es política. Intento encontrar la membrana que separa la una y la otra entre el momento en que la gente vivía la política como una cosa ajena —o próxima pero controlada— y el momento en que la hace suya. Eso es la novela. La vivencia de política y la política de la vivencia.

Es una novela peculiar.
Absolutamente.

El final es un poco feelgood ¿verdad?
No hay final. La situación real tampoco tiene final. La novela tiene dos desventajas. El primero es que no hay épica. Mejor dicho, cuando hay épica se contrarresta con momentos anti-épicos, porque la realidad es la que es y mucha épica no sería creíble.

Épica hay cuando explican los tejemanejes para montar el 1-O o las protestas tras el fiasco de 2017. El mismo trabajo de los protagonistas también tiene momentos épicos.
Esos momentos están porque no se puede decir que no estuvieran y en una novela tienes que ser verosímil. Pero no hay un contenido épico como el que hemos visto en Ucrania, donde al presidente del país le pusieron un avión para que se marchara y él se ha quedado a defender a su pueblo. Eso, aquí, no ha pasado.

En la novela no hay un contenido épico como el que hemos visto en Ucrania, donde al presidente del país le pusieron un avión para que se marchara y él se ha quedado a defender a su pueblo

No. Ese tipo de épica, no.
Aquí incluso vimos un juicio donde todo el mundo decía al juez que lo que hicieron no era lo que parecía.

Sí.
Entonces no puedes ponerle mucha épica a una novela sobre el procés. Es una primera desventaja. El segundo es que esta novela no tiene un happy end, un final feliz, porque no puedes darle una solución mágica, fantástica, donde todo acaba bien.

Pero en la manifestación del final se les ve contentos.
Sí pero no saben dónde van. ¿Qué quieres? ¿Que pasen llorando todo el día? Están fastidiados, frustrados, decepcionados consigo mismos. Fíjate que ellos no se aíslan nunca de la ecuación. Siempre están. No dicen: A nosotros nos engañaron. Dicen: Nosotros también nos autoengañamos, les tuvimos mucha confianza.

¿Por qué se confió? ¿Por qué se dio el salto de fe?
Una parte de la respuesta es porque queríamos llegar, para todo el mundo, a un estatus mucho mejor de lo que teníamos y superar una situación cultural, social y económica de sumisión. Eso es legítimo absolutamente. Este punto de partida continúa vivo.

El país tiene un agujero negro y cuesta mucho mirar dentro porque están todas las preguntas para las que aun no tenemos respuesta. ¿Por qué confiamos? ¿Por qué dimos el salto de fe?

La novela va más allá, sin embargo. ¿Dirías que es un repertorio de los frustrados del independentismo?
Hay de todo. Es una historia explicada desde este lado. Si yo pudiera escoger tendría un estado independiente. El lado unionista no es mi mundo. Yo creo que tienes que tener derecho a la autodeterrminación y ejercerlo de una manera pacífica, noble, acordada. Esto no es posible. Ahora, tampoco quiero que se utilice este ideal en beneficio partidista. Si lo haces me estás diciendo que eres igual a los otros de los que queremos marcharnos.

El juicio a los políticos independentistas en la novela es durísimo. No olvidas ni una: "estafa piramidal","se han apostado el país en el casino", "mandan los mismos que han hecho recular al país", "los políticos ya no consumen la droga con la que trafican", "ningún empresario le habría hecho a su empresa lo que los políticos le han hecho al país"…
Eso es lo que dice la gente, no yo.

Tú se lo haces decir a los personajes.
Pero tú hablas con la gente y es lo que todos te dicen en privado.

Entrevista Francesc Serés / Foto: Toni Piqué
Francesc Serés, en el jardín de la librería Laie

También este juicio sobre los catalanes: "No queremos guerra, sólo sobrevivir".
Es que si hablamos de violencia asumimos que el Estado no funciona, que ni siquiera es capaz de dar salida democrática a la expresión independentista. No olvidemos nunca el terreno en que nos movemos: un Estado incapaz de acomodar sus naciones.

Claro.
Es importante recordarlo. Es una historia ya nos la hemos explicado durante muchos años. Es el punto de partida en que todos estamos de acuerdo, con algunos matices, si quieres. Este ritos de paso que ha sido el procés no te deja igual que estabas. Hoy, tu mirada sobre el país es mucho más ancha. Tienes una cantidad de ideas... Todo el mundo sabe qué es el déficit fiscal, que los trenes no funcionan, que se quiere subordinar la lengua... Otra cosa es que no puedas hacer nada para resolverlo, que las condiciones para cambiarlo no se den. El problema es cuando alguien lo utiliza para una carrera entre los partidos y no prepara nada. El tema de la novela es la confianza depositada en este alguien.

Confianza sin respuesta.
Lo hemos intentado, no ha ido bien, ha salido mal o fatal. Vale. ¿Qué explicaciones dan, sin embargo? Explicaciones sinceras, ninguna. Todo son diagnósticos y todos lo quieren dejar pasar, que este mal no quiere ruido. En fin. En allá donde puedes hablar libremente, como en Twitter, todo eso ha explotado y los relatos oficiales ya no se aguantan.

Tú no llenas Barcelona de gente cuatro, cinco o seis veces para decirles después que no hay nada. ¿Cómo llamaríamos a eso? ¿Mentira es muy fuerte?

"La palabra mentira es la que más cuesta pronunciar", piensa un personaje. "De la prisión se sale, de la mentira no", dice otro.
Todos teníamos la sensación que dábamos un salto de fe y lo hicimos con un convencimiento sin solución de continuidad. Ahora, la distancia entre aquellas manifestaciones, aquellas arengas, la excitación de la gente... y lo que había detrás... Hay un decalaje enorme. ¿Qué adjetivo podemos ponerle, a eso? ¿Qué sustantivo? ¿Cómo lo describes? Si no había nada preparado ¿por qué sacas a un millón de personas a la calle y las excitas? ¿Cómo te diriges a la gente si sabes que detrás no hay nada? ¿Qué esperabas?

Mentira es un término muy fuerte.
¿Qué palabra utilizarías?

No lo sé.
La mentira es una parte de todo eso, no todo. Antes hemos hablado de los motivos por los cuales todo eso sale adelante. Una situación de sumisión, muchas ganas de participar de la gente, como se vio en la huelga del 3 de octubre. Pero todo eso... ¿cuánto dura? ¿Dos semanas? ¿Por qué se acaba? Porque hay una gente concreta que no hace su parte. ¿Cómo se puede explicar? ¿Cómo vive la gente esta frustración? Yo sitúo a los personajes en este discurso. La novela expresa qué dicen.

Quizás no era un plan maléfico para decepcionar sino una mentira que lleva a otra un poco mayor y la repetición acaba en una bola enorme de engaños.
Me parece que lo describes bien. La conversación final con Nicolau es eso. ¿Qué ha pasado? ¿Qué había preparado para el día siguiente, que es el que cuenta? Nada. Nadie echa tierra sobre el procés, pero debían saber como seguir. La gracia de la novela es que se lo preguntan tres profesores de historia, que no pueden aducir ignorancia porque son gente bregada en su campo. Hay una parte del procés que es eso, este desengaño, este desencanto. Cuanto más te los has creído mayor es la decepción, según la mayoría de edad de cada uno. A mí me pidieron que les tuviera confianza. Me lo pidieron muchas veces. Tú no llenas Barcelona de gente cuatro, cinco o seis veces para decirles después que no hay nada.

Así pasó.
¿Entonces a eso cómo le llamamos? ¿Mentira es muy fuerte?


Los peores caricaturistas del procés lo han descrito con una explicación que es muy válida, la del chicken run [carrera hacia el precipicio donde pierde el primero que frena]. Mientras no nos den otra, esta es una explicación razonable.

No olvidemos nunca el terreno en que nos movemos: un Estado incapaz de acomodar a sus naciones

Pero no sólo pasó eso.
Ahora entraré en un terreno que no te gusta. El periodismo de parte. Los independentistas también teníamos un autoconvencimiento. Leíamos lo que queríamos leer. Pero en 2014 ya había gente como Nicolau, que decía que la independencia no iba a ningún sitio. Su estupefacción es el referéndum del 1-O, que él pensaba que no se celebraría. Es el reconocimiento de hasta dónde llegó el procés y también del punto de partida: que España seguirá empujando, es el mar del otro lado que va haciendo llegar olas y se come la tierra por Poniente, cada día un poco. Nicolau no es un señor perfecto que dice que ya lo sabía todo. Dice que también lo quería, pero que no esperaba que hubiera urnas y que se votaría, y lo acepta. Es la gente horrorizada con la violencia policial. En la novela sale gente que se pregunta por ella misma. Tú preguntas mucho sobre los políticos, pero la novela va del efecto del procés sobre la gente, sobre cómo se sienten Marina y Carles. Ellos se preguntan: ¿Qué hacemos con esto? ¿Cómo lo miraremos? ¿Cómo lo superaremos? ¿Cómo nos las compondremos, nosotros que siempre hemos trabajado por el país, que hemos levantado el Instituto, etcétera, y ahora nos encontramos con la mentira y la decepción? La gente dio un salto de fe definitivo por una cosa en que no debían confiar.

Ya. Pero la novela presenta un problema y no aparecen los responsables, que son los políticos.
Es que no hace falta. Un leit-motiv de la novela es ver cómo gente que tenía una vida más o menos tranquila se politiza y hace entrar la vida en la política y a la política en la vida. Lo hacen por una causa que vale la pena y pensando que dejarán un legado. Una vez se ha acabado, su pregunta es justamente esta: ¿Qué tipo de legado dejamos, positivo o negativo? ¿A qué precio? Porque se han trinchado muchas cosas. Piensan: Nosotros que hemos trabajado toda la vida para construir un legado, dejar trabajo hecho... ¿podemos pensar que estos últimos años hemos dejado un legado o no? Me estás pidiendo todo el rato la lectura política de una novela —y me parece bien— pero le pedimos a la novela respuestas que los políticos no nos dan. Esta no es una novela sobre políticos sino sobre la gente.

Sobre la decepción de la gente.
Claro. Los protagonistas conocen los motivos por los que actúan. Pero esperaban otra respuesta, no un "marchaos a casa", ocho segundos de proclamo y suspendo o un juicio donde no hicieron nada. Cada uno de esos momentos niega el paso anterior. Es una negación permanente de todo los que se decía. Los personajes lo viven de otra manera. ¿Si habían construido un legado entre todos, si lo que querían era para bien —porque construir para mal, deliberadamente, no lo hace nadie— ahora qué queda de todo eso, cómo nos mediremos con la historia? ¿Dónde puede volver el independentismo? ¿En qué punto puede volver? Los protagonistas dejan el legado de su trabajo, sí, pero no en la política. Eso es lo que los frustra. Porque más que horas han dejado su vida. Su hijo tiene un juicio. Su ex nuera, también. La gente que ha salido escaldada también es una realidad. ¿Qué explicación les das? ¿Hay alguna explicación plausible? ¿Era por nada?

Le pedimos a la novela respuestas que los políticos no nos dan. Esta no es una novela sobre políticos sino sobre el efecto del procés en la gente

Volvemos al inicio. ¿Por qué no ha habido más ficción sobre el procés y sí este raudal de crónicas y documentales?
Porque pienso que la ficción necesita verdad.

¿Cómo?
Fíjate en que no tenemos canciones nuevas surgidas del procés. Cantábamos el Virolai, la Estaca... El procés no generó canciones, himnos nuevos. Y estaba todo a rebosar. ¿Por qué? No se creó un grosor cultural, una revolución cultural. ¿Si era una revolución de las sonrisas, la cultura qué puede decir? La cultura no quiere una revolución de las sonrisas. ¿Cómo vas a hacer una canción sobre eso o una ficción propia? No hay películas, hay alguna obra de teatro... Quizá en el movimiento no había verdad de fondo, no iba de verdad... Cuando iba de verdad salió la Estaca.

Las canciones, las películas, las series, las novelas... te retratan.
Los de esta novela son personajes complejos. Cuesta mucho encontrar las razones de esta complejidad y escribirlo. Un libro así no es fácil. Es un libro en que haces una introspección y aceptas que te lo creíste. Yo me lo creí. He trabajado por eso. Escribí. He ido a cortar carreteras. ¿Qué queda del esfuerzo de todos estos años? Porque si no queda nada, me siento idiota. Yo puedo explicarlo de una manera personal, la que sé, con esta novela. Pero eso es un gramo en la catarsis que hace falta. Un gramo. Necesitamos explicaciones, no que se tiren los platos por la cabeza. Que expliquen por qué.

No tenemos canciones nuevas surgidas del procés. Cantábamos el Virolai,  la Estaca... El procés no generó canciones, himnos nuevos. Y estaba todo a rebosar

¿Tienes afán de ajustar cuentas?
En la novela no encontrarás ni un gramo de eso. La literatura no te deja. O a mí no me deja. O no sé hacerlo. En la novela no hay nada para hacer daño. Es imposible. Aunque quisiera. Canta tanto cuando lo quieres hacer que tendría que borrarlo. Es una novela. No te dejará hacer según qué. Tiene raíces y límites. Si la cargas mucho no será creíble.

Preguntaba por qué no había ninguna novela y tantos documentales, libros de crónicas, testimoniales...
Eso es no ficción, donde tú controlas muy bien qué explicas y qué no. En una novela, como hay un afán interpretativo y una reelaboración, los personajes van solos. Por eso la novela asusta.

Esta es un buen puñetazo.
Los documentales que se han hecho hasta ahora, en muchos casos, no se hacen la pregunta de qué ha pasado con este salto de confianza, cómo se ha dado este salto de fe y cómo es el batacazo que nos hemos dado al ver que no había nada. Fíjate que, en la novela, los personajes no tienen herramientas políticas para explicarse qué les ha pasado, y tienen que utilizar escenas de películas, elementos biográficos... Saben historia y es gente con formación pero no tienen un pensamiento político elaborado. La hija de una se lo explica con Poltergeist, para hacerle ver que el país no está limpio y que no avanzará hasta que no se explique bien, hasta que no se limpie todo, como en la película el cementerio que hay bajo la casa. Está también la escena de los autos de choque o el panadero que recuerda a aquella chica tan guapa que él sabía que nunca sería para él. Así se explican qué les ha pasado. Esta gente no son politólogos. Ya han leído a muchos politólogos y mira de qué les ha servido.

¿No tienes afán de ajustar cuentas?
¡Es la segunda vez que me lo preguntas! No, de ninguna manera. Yo amo a este país mío. Eso no quiere decir que no pueda tener una mirada desde fuera, retrospectiva, y decir qué pasó. Yo escribo, intento hacer un relato aproximado, moral. Es extraño. Es el hecho más importante que nos ha pasado a tanta gente durante tantos años... no entiendo cómo no hay más novelas. Porque la mía es una visión particular. Pueden llegar otras. Quizás se necesita tiempo para aposentarse y tomar perspectiva. Yo no soy quién para juzgar.