El periodista Vicenç Lozano Alemany (Vic, 1956) ha sido "nuestro hombre" en Roma y el Vaticano durante tres décadas. Aunque la TV3 no ha tenido una delegación estable en la capital italiana –que acoge la Santa Sede–,  la voz de Lozano nos ha explicado los papados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, con la muerte del primero, la renuncia del segundo y la elección del tercero como platos fuertes. Ahora, ya jubilado, acaba de publicar Intrigas y poder en el Vaticano (Pórtico), un libro didáctico y ameno que define como "un reportaje sobre el Vaticano que conozco y que he tenido el privilegio de vivir con intensidad y emociones". Un reportaje que, al mismo tiempo, también se puede leer como un libro de recuerdos de un periodista especializado en un territorio donde no gustan demasiado los periodistas y donde lo que no es secreto, es sagrado.

"Aquí tenemos el Papa, los cardenales, obispos, funcionarios, jardineros y guardias suizos. Eso es el Vaticano. Después hay periodistas, sí, pero estos se tienen que quedar siempre fuera. Aquí no queremos gente revolviendo bajo las alfombras" le dijo un día un purpurado. Cuando le pidió una aclaración, el cardenal, sin cambiar la expresión y ofreciéndole un licor le aconsejó que no pidiese nunca precisar una frase de un cardenal. "La respuesta la encontrará donde no hay palabras" Otro cardenal, el norteamericano John Patrick Folley, le dio otro buen consejo para nadar en un mar de murmuraciones, filtraciones, conjuras e imbroglios, "como periodista puedes hablar del que quieras, insinuar lo que quieras... pero no te pienses nunca que estarás escribiendo la verdad". Un mundo, el de los informadores vaticanos, que Lozano compara con los antiguos especialistas en la nomenklatura soviética, especialistas en descifrar movimientos al Kremlin, o con los astrólogos, especialmente cuando se celebra un Cónclave. Por suerte, el periodista catalán tuvo la suerte de ser apadrinado y acogido por la desaparecida Paloma Gómez Borrero, que presentó a todo el mundo, dio contactos y compartió secretos con el joven periodista que era cuando empezó hace 37 años y a quien dedica algunas páginas llenas de afecto.

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Entre el procés y los casos de pederastia

Al cabo de los años, Lozano ha podido contar con una red de fuentes dentro de los muros del Vaticano. De jardineros a cardenales, de guardia suizos a funcionarios de la Curia. Todo, para poder hacer informar como enviado especial en Roma de "una televisión pública y nacional a la altura de las mejores. Así, entre la crónica de los tres últimos pontificados marcados por las luchas de poder y la tensión entre conservadurismo y renovación –y escenas que convierten The Young Pope en crónicas realistas de la vida intramuros– surgen dos cuestiones especialmente interesantes para|por el lector catalán. Una es el procés|proceso independentista, contra el cual la Santa Sede se ha manifestado con su habitual silencio diplomático. Como|Cómo confirmaba a Lozano un alto cargo de la Secretaría de Estado, las presiones "intolerables en el tono y las formas" de Madrid –y en parte, también, de Barcelona- parecían no entender que el suyo "no" forma parte de una tradición y unas costumbres largamente destiladas. El mismo pontífice le dijo con su espontanietat argentina: "¿Catalán? Uy, no me hables del 'procés'. ¡Háblame de Messi"!, en un encuentro en el comedor de la Domus Santa Marta.

La otra cuestión son los abusos y casos de pederastia llevados a cabo por sacerdotes y religiosos que, como por todo el mundo, han aflorado en Catalunya. En este caso, hace falta destacar como|cómo una aportación relevante de Intrigas y poder en el Vaticano, la entrevista que Lozano realiza a monseñor Jordi Bertomeu, un tortosino nacido el any 1968, que el periodista define como el "azote" de los pederastas en la Santa Sede, un tipo de agente 007 incardinado a la Congregación para la Doctrina de la Fe (el antiguo Sant Ofici o Inquisición) responsable de investigar por encargo del Santo Padre los casos de abusos sexuales a menores protagonizados por el clericato. Un auténtico desconocido en Catalunya, sobre todo ahora que la influencia de los catalanes en Roma parece que declina.

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Una Roma de todos los sabores y olores

Entre 1937 y 1938 Josep Pla tuvo como centro de operaciones el Caffè Greco, donde se reunía una tertulia de expatriados catalanes más o menos vinculados en torno a Francesc Cambó. Si el Greco sobrevive –hace dos años noticias alarmantes hablaban de un posible cierre y la crisis de la Covid no ayuda–, el lector que se acerque a tomarse un café de precio prohibitivo pero poso cargado de literatura, podrá buscar un homenaje al autor de El cuaderno gris. Por el contrario, Vicenç Lozano no ha podido vivir nunca más hacia allá de las innumerables estancias informativas, pero ama una ciudad de la que disfruta viendo la majestuosidad y le hace llorar la decadencia. También se la estima y la glosa en su último libro el también periodista y escritor Arturo San Agustín (Barcelona, 1949), que acaba de publicar Amanecer en el Gianicolo, dentro de la colección La joie de vivre de Catedral (Enciclopedia Catalana).

"Mi Roma personal, mi caminata Roma, está hecha de películas, adoquines, canciones populares, alcachofas, callos a la romana, miradas, espaguetis, exhibicionistas textiles, fettucini, vino y conversaciones amigas en una terraza nocturna". Aunque de unos años acá se ha especializado en cuestiones relacionas con la Santa Sede, en este libreto San Agustín se deja llevar por su vena más esteta, más hedonista, más enamorada. "En Roma caminar es una obligación. Otra se tener una amiga o amigo que viva en un ático cono terraza. Y otra es preguntarse de qué color es Roma", es una de las citas subrayadas en esta breve recopilación de experiencias llenas de belleza que remiten al universo del ya mítico Jep Gambardella –por el que el autor no parece sentir mucho aprecio. Es decir, de largas caminatas, de palacios, de comidas y gustos inoblidables y de melodías y escenas de cine por unas calles cansadas, a un paso de la decadencia.