La vida, por desgracia, es un carrusel de renuncias. Entramos en la edad adulta con un saco lleno de sueños por cumplir. Pero la realidad, siempre caprichosa, nos vacía la bolsa, y muchos de esos anhelos y deseos vitales, poco a poco, van quedando en el camino. La vida también consiste en aceptar estas pérdidas, porque si no, podemos acabar siendo víctimas de la nostalgia más tóxica. Ser capaces de entender que, tras cada puerta que se cierra, hay una ventana que probablemente se abre, y a través de ella contemplar un paisaje que, aunque al principio no teníamos previsto mirar, seguramente es tan hermoso como el que deseábamos disfrutar. El arte y la cultura, como elementos que nos ayudan a descifrar qué demonios hacemos aquí, están llenos de obras que se adentran en estos territorios. Es el caso de Forever, el espectáculo de la multipremiada compañía vasca Kulunka Teatro: Premios Max 2024 a la Mejor Dirección y Mejor Autoría, Premios Talia 2024 a Mejor Espectáculo y Mejor Dirección, Premios Godot a la Mejor Caracterización y Mejor Espacio Escénico, entre otros... que se presenta desde el miércoles y hasta el domingo en el Teatre Condal de Barcelona dentro de la programación de la actual edición del festival Grec. Hacía casi una década que Kulunka no pisaba un escenario barcelonés. Si podéis, no os lo perdáis: Forever es un espectáculo bellamente conmovedor.

La rueda de la vida
Forever es la historia de cómo una familia se va alejando de lo que soñó que sería. Reflejando con humor e ironía las contradicciones del amor, pone el foco en temas como la maternidad, la educación, la discapacidad y la incomunicación. Sobre una plataforma giratoria y con un lenguaje muy cinematográfico, Forever es un carrusel; la rueda de la vida. Pero también una espiral que, a medida que gira, profundiza en el dolor de los protagonistas. ¿Hasta dónde puede arrastrar la incomunicación a una familia? Quizá lo perturbador, lo emocionante, es que la historia de esta familia podría ser la nuestra. “Preguntarnos cómo es posible llegar a una situación tan extrema (que no puedo desvelar para no hacer spoiler) en una familia tan normal. A partir de ese hecho empezamos a plantear situaciones y buscamos la manera de explicarlas para que el público las entienda sin hacer un sobreesfuerzo intelectual y estando siempre al servicio de la historia”, explicaba días atrás José Dault, productor, coautor y actor de la compañía, durante la presentación de Forever en Barcelona. “Esta es una historia muy emotiva, pero en la que también cabe la comedia”.
Una máscara es, aparentemente, inexpresiva, pero a través del lenguaje corporal y los silencios, los miembros de esta familia que, supuestamente, no han conseguido hacer realidad sus sueños, lo dicen absolutamente todo. Una maravilla
A veces no necesitamos palabras para expresar todo lo que queremos decir. En realidad, en la gran mayoría de ocasiones, una mirada, un gesto, un silencio se transforma en la expresión más sincera de un discurso que, con una frase mal dicha, con un tono más alto de lo necesario, acaba empobreciéndose o pervirtiéndose. Y es aquí donde reside la gran virtud de Forever: sus intérpretes se esconden tras máscaras y silencios, pero lejos de ser un subterfugio para facilitarlo todo, este recurso escénico amplifica el discurso. Una máscara es, aparentemente, inexpresiva, pero a través del lenguaje corporal y los silencios, los miembros de esta familia que, supuestamente, no han conseguido hacer realidad sus sueños, lo dicen absolutamente todo. Una maravilla. “Nosotros tenemos que generar la convención y el espacio para que el público pueda aportar su parte poniendo voz a los personajes, que empatice con ellos. Para nosotros la gran sorpresa es cuando los espectadores nos dicen: ‘¿Cómo es posible explicar tantas cosas sin palabras? ¿Cómo hemos podido ver reír y llorar a las máscaras si son objetos inertes?’. Creo que ese es nuestro gran mérito”. Nada es para siempre, salvo el recuerdo de haber disfrutado de un gran espectáculo.