El Palau Robert acoge la exposición "El Celler de Can Roca: de la Tierra a la Luna", un homenaje a un local que se ha convertido en un referente a nivel internacional, hasta el punto de ser considerado el primer restaurante del mundo por The Restaurant Magazine los años 2013 y 2015. Con la exposición dedicada a este restaurante, también se quiere rendir un homenaje a la gastronomía catalana, que en las últimas décadas ha experimentado un crecimiento espectacular. El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, después de visitar la exposición, ha declarado que esta iniciativa debe servir para mostrar "un agradecimiento a la gastronomía catalana en general y en todo lo que ha hecho, hace y hará por el país". Y ha querido agradecer muy especialmente a los propietarios del Celler, destacando que "no habéis tenido nunca un no para Girona ni para Catalunya".

Inauguración de la exposición. Fotografía: Generalitat de Catalunya.

La Bodega de Can Roca

Los tres hermanos Roca se criaron en el restaurante de sus padres, en Girona, y en 1986 dos de ellos, Joan y Josep, decidieron emprender su propia aventura gastronómica y abrir un nuevo local junto al de sus padres (más tarde se incorporaría a él, también, el hermano pequeño, Jordi, como pastelero). Los Roca destinaron muchos esfuerzos a la innovación y, además de las técnicas culinarias tradicionales, desarrollaron nuevas, como el ahumado mediante un aparato especial. La inventiva juega un papel clave en el restaurante, que incluso hace asociaciones entre comidas y músicas y entre comidas y colores. En 1995 recibió la primera estrella Michelin, en 2002 la segunda y en 2009 la tercera. Además de la gestión del restaurante, los hermanos Roca son muy prolíficos en proyectos: han publicado varios libros y se han involucrado en proyectos bien diversos.

Difícil transferencia

La gente visita los restaurantes, básicamente, para comer. Y es difícil transmitir las sensaciones que se obtienen a través del gusto mediante la vista o el oído. La exposición del Palau Robert intenta transmitir la filosofía del restaurante a través de una explosión de diseño: paneles en las posiciones más inverosímiles, elementos que flotan sobre extrañas bandejas, baños de música y de color, fantásticos diagramas... Y una auténtica demostración de nuevas tecnologías: cámaras que retransmiten en directo la tarea de la cocina, uso de la realidad virtual... Todo en sintonía con la filosofía del Celler: experimentación extrema, uso de todo tipo de recursos, enraizamiento en la tradición... Pero la exposición no siempre consigue transmitir lo que pretende. Alguno de los vídeos no se oyen correctamente, y es imposible seguir la proyección. Muchos de los elementos más vistosos de la muestra explican muy poco. Los diagramas informan poco o nada... Parece una exposición más destinada a impresionar que a explicar alguna cosa.

Popularizar lo impopularizable

El Celler de Can Roca es, sin duda, uno de los mejores restaurantes del mundo. Y como tal, es muy selecto. Los precios no son populares y las listas de espera son larguísimas y abarcan muchos meses. Mucha gente no lo pisará nunca. No formará parte de los selectos 45 comensales que, cada comida, se sientan en el local de Girona. Nunca probará ninguna de las 40.000 botellas de máxima calidad que se guardan en su bodega. La exposición del Palau Robert parece que les está destinada: constituiría un sustitutivo de una degustación real de los platos de los grandes chefs. Una visita para mostrarles aquello que está más allá de su alcance, sin ni siquiera la posibilidad de probar unas migajas. Una oportunidad de pegar una ojeada a un cielo que les está vetado. En definitiva, un ejercicio de exhibición bastante gratuito.