Eugènia Broggi tiene dos libros en la mesilla de noche. Los dos son ensayos. El primero de una autora americana; el otro de una escritora inglesa. "Uno es un ensayo sobre clase y sexo. El otro, el de la autora inglesa, es una ensayo sobre la renuncia al amor romántico. Es extraño en mí que esté leyendo ensayo, porque yo leo mucha novela. Son dos títulos vinculados con temáticas de filosofía y de sociología femenina. Bueno, el amor romántico también se puede aplicar a los hombres. Y clase y sexualidad, también". Los publicará con su sello, L'Altra, editorial que nació el 12 de febrero de 2014, justo ahora hace 10 años, con la llegada a las librerías de sus dos primeras referencias: Els nois, de Toni Sala, y L'última nit, de James Salter. Una década después, L'Altra, piedra angular en el estallido de editoriales independientes en nuestro país y hogar de autoras como Vivian Gornick, Maria Climent, Karl Ove Knausgård, Pep Puig, Maggie O'Farrell, Maggie Nelson, Toni Sala, Lucia Berlin o la primera Irene Solà, es uno de los catálogos más interesantes, refugio perfecto para todos aquellos que no pueden ir a dormir sin su dosis diaria de papel y tinta, de nuestra esfera literaria. Así lo ratifica el 29.º Memorial Fernando Lara, el premio de la Cámara del Libro de Catalunya que desde 1995 reconoce la tarea de jóvenes empresarios o nuevas iniciativas empresariales del sector del libro. Eugènia Broggi ha sido la editora premiada en su última edición. "Celebraremos estos 10 años con una buena fiesta, pero seguramente será pasado Sant Jordi porque tenemos un trimestre bastante agitado".

¿Hay mucha diferencia cuando lees por trabajo a cuando lo haces por placer?
La mirada es diferente. No te sabría decir muy bien cómo, pero sí. Cuando lees para publicar eres mucho más exigente. En el sentido de que por mucho que estés pasándotelo bien o te esté interesando el libro, eres mucho más crítico y lo valoras todo: el potencial literario y también el comercial, la posibilidad de vender. En cambio, cuando estoy leyendo por placer, lo hago tranquilamente echada en mi sofá, con un lápiz subrayando las frases que me gustan y ya está. Para mí los libros tienen una relación muy íntima con la lectura. Para mí es importante que haya una pasión detrás de cada libro que publico. No porque sea una romántica loca, sino porque es mi manera de trabajar, de generarme a mí misma interés y entusiasmo por el trabajo. Me cuesta mucho publicar libros que no he leído, que no he acabado o que no me convencen.

Es importante que haya una pasión detrás de cada libro que publico

¿Dejas los libros sin acabar si no te gustan?
Normalmente hago el esfuerzo, especialmente si son para publicar. Y si lo hago por placer, también lo intento. De pequeña ya me lo enseñaron, que los libros se tenían que terminar. Pero tengo que admitir que no siempre lo consigo.

¿Cuál fue el libro que te despertó el amor por la literatura?
¡Muchos! Uno de los primeros libros que recuerdo fue Los marginados de Susan E. Hinton. Y, un poco freak, en segundo de BUP me obsesioné con Hamlet. Pero no porque tenga un interés especial en el teatro, sino que simplemente aquella lectura me... Imagino que estaba agobiada por alguna cosa sentimental, y lo superé leyendo Hamlet (risas). Sí, era una friqui, leía todo el rato.

Tú no querías ser editora, querías ser escritora.
Me habría encantado. De pequeña escribía mucho. Copié Los siete secretos de Enid Blyton. Y también intenté hacer una versión de Quan un toca el dos de Anna-Greta Winberg, inspirándome en el mismo estilo, con la mejor amiga, la clase, el niño que te gusta... Pero era un desastre. De mayor sí que lo intenté un poco más seriamente, pero no me salió nunca bien. Era muy afectada. No había ningún tipo de verdad en nada de lo que escribía. No me salía.

¿Lo aceptaste? ¿Lo has aceptado?
Lo he aceptado de vez en cuando. Todavía tengo algún momento de... Podría ponerme, pero no.

Como mucha gente de nuestra generación te marchaste a vivir a Londres, y allí empieza un poco todo.
Me fui a vivir a Londres cuando todavía era muy joven, y allí nació la idea de montar una editorial.

Entrevista Eugènia Broggi, ceo otra editorial / Foto: Carlos Baglietto
Eugènia Broggi,editora de L'Altra. / Foto: Carlos Baglietto

Tenían que pasar todavía muchas cosas.
Primero hice de camarera, como todo el mundo, durante un año.

Perdona... ¿Eso fue antes o después de tu etapa musical como guitarrista de Los Fresones Rebeldes?
Después. Dejé el grupo y me fui a Inglaterra. Y el grupo continuó sin mí. Y entonces en Inglaterra hice de camarera. Al principio de trabajar de editora me daba mucha vergüenza hablar de esto, ahora me hace mucha gracia. Pero nos lo pasamos muy bien. Fue la cosa más rara y más inusual y más inesperada del mundo. Empezamos a ensayar que no sabíamos ni tocar ni nada. Ensayábamos en el mismo local de Pepito Sex, el grupo de Felipe (Spada, también exguitarrista de Los Canguros y Los Bretones). Nos pusimos a tocar un día con ellos y así fue como nacieron Los Fresones Rebeldes. Me lo pasé bomba, pero también sufría demasiado en el escenario. Y lo dejé

Y te vas a Londres.
Sí, era como una manera de cerrar aquello. Fui con mi pareja —el escritor Kiko Amat—, que entonces estaba muy poco encauzado. Fue como ir a probar suerte, a ver si allí ella se reubicaba. Durante mucho tiempo, los dos hicimos de camareros. Hasta que entré a trabajar en la librería Foyles y allí...

Empezó todo.
Allí descubrí que el mundo del libro era una cadena muy larga, de la que yo no conocía casi nada.

He leído que en aquella época escribiste una carta al editor de Anagrama, Jorge Herralde, animándolo a trauducir a Haruki Murakami.
Ahora diré una cosa que creo que no he dicho nunca a nadie... Un colega de la época me regaló un libro de Ramon de España que se llamaba Sospechosos habituales, que era como una especie de Homenots, de retratos de gente de la cultura de Barcelona. Uno de ellos era Herralde. En aquel perfil explicaba que había publicado cosas de los Angry Young Men, como Alan Sillitoe. De hecho, ya había publicado el primer Murakami, La caza del carnero salvaje, pero no sé, le escribí. Fue una carta que me curré mucho. La escribí durante semanas. Y allí le explicaba eso, que había tenido la idea de montar una editorial, pero que ahora le escribía como librera. Que trabajaba en la Foyles de Londres y que Murakami lo estaba petando.

¿Te contestó?
Sí. Supongo que también el hecho de mi apellido... De hecho, me dijo: "¿Broggi? Me suena. Me parece que algún pariente tuyo ha traducido para mí". Una de las cosas que más me gusta de Herralde es que siempre le interesa todo. Le interesa la gente de su alrededor, le interesa la gente joven, que eso, muchas personas mayores... Por eso no me sorprendió que me contestara. Me dijo que cuando corriera por Barceloan lo fuera a ver.

Y fuiste.
Estuvimos charlando un par de horas. Dice mucho que Herralde tuviera dos horas para pasar con una niñata como yo. De allí salí siendo lectora de Anagrama.

¿Cuál es el trabajo de la lectora de una editorial?
Los lectores lo que normalmente hacen es leer los manuscritos que llegan a una editorial y después redactan un informe. En estos informes explicas lo que te gusta. Y lo concluyes con una valoración literaria y una comercial, recomiendas la publicación y ciao. Pero Herralde tenía esta cosa que te hacía ir y te hacía que le explicaras todo charlando con él.

¿Tienes un great hit de aquella época?
Publicamos algunas cosas muy guais. Pero hay un libro del que no se acuerda nadie: Volver al mundo, de José Ángel González Sainz. Esta novela es espectacular. Yo hice la lectura, el informe recomendándolo y Anagrama lo publicó. Yo entonces trabajaba en la Casa del Libro y lo recomendaba a todo el mundo. No fue ningún hit, pero tuve una conexión muy fuerte con aquella novela. Y una cosa similar me pasó con Tenemos que vernos de Maria Tena, que fue semifinalista del Premio Herralde 2003. También hay libros que recomendé que no publicaron, como La casa de hojas de Mark Z. Danielewski. Era un libro para Anagrama cien por cien, pero Herralde lo descartó porque era muy largo y era muy extraño de maquetación. Consideró que sería muy caro de hacer. 10 años después lo publicó Alpha Decay.

¿Un escritor o escritora puede escribir una novela muy buena pero que no sea el momento para publicarla?
Yo creo que sí. Por ejemplo, Virginie Despentes publicó originalmente Teoría King Kong en 2006. Yo contracté los derechos en 2007, sin embargo la traducción fue mal. Estuvimos postponiendo la publicación hasta enero del 2018 en plena eclosión del movimiento #Metoo. Teoría King Kong es un libro de alguien muy enfadado. Un libro violento y agresivo muy justificadamente y conectó mucho con el espíritu del #Metoo, que era gente muy enfadada. La versión en castellano se había publicado 10 años antes y no tuvo mucho éxito. Pero cuando lo publicamos nosotros conectó de manera colectiva.

Me fue muy bien el paso por Anagrama, pero en Empúries lo aprendí todo

De lectora de Anagrama pasaste a editora de Empúries.
Cuando estás en una casa como Empúries, que es el Grup 62, que es Planeta, es una producción mucho más en cadena. Tienes un presupuesto, hay un objetivo de facturación. Entonces eso hace que si tienes que hacer 60 libros y solo tienes 40, los otros 20 te los tienes que inventar. Me fue muy bien el paso por Anagrama, pero en Empúries lo aprendí todo. Llegué que no sabía nada, aparte de tener un bagaje de lecturas. No sabía ni qué eran unas galeradas. Allí conocí a todo el mundo: los libreteros, los comerciales, los otros editores, colegas españoles... Hice toda mi red de contactos y conexiones. Iba a ferias y conocía agentes literarios extranjeros. Así, cuando empecé con L'Altra, fue como pude comprar los derechos de L'última nit de James Salter. Y a Toni Sala, que fue el otro autor con el que empezamos, también lo conocía porque lo había publicado en Empúries y nos habíamos entendido muy bien. Aquella época me sirvió mucho para aprender el oficio y para formarme una red de gente.

Empezaste L'Altra que justo nos recuperábamos de la crisis económica.
Estar en un gran grupo editorial en época de crisis también es muy duro, porque hay una estructura mucho mayor. Allí, los libros que venden menos de 2.500 ejemplares eran un poco fiascos, porque no conseguías cubrir los gastos. En una editorial independiente, la estructura es más pequeña y la puedes mantener con unas ventas más discretas. Por otra parte, la diversificación del mercado editorial catalán ha sido muy favorable para todos los implicados, incluidos los grandes grupos. De la misma manera que la aparición de muchas librerías independientes pequeñas, también ha favorecido más la visibilidad de los editores pequeños,

Ciertamente, en Catalunya, entre 2010 y 2012, nacisteis muchas editoriales independientes
Algunas ya existían, pero muchas... No somos conscientes, pero vender 800 libros en catalán es un pequeño éxito, y vender 2.500 un superéxito.

¿Un superéxito?
Cuando estaba en 62 creamos la colección La Butxaca. Para hacer todo el análisis comercial del sello, fuimos a buscar los libros más vendidos: El código Da Vinci, El chico del pijama de rayas, Los hombres que no amaban a las mujeres... Todos habían vendido no menos de 150.000 ejemplares. Eso ya no se ha igualado más con ninguno de los éxitos de los últimos años.

Entrevista Eugènia Broggi, ceo otra editorial / Foto: Carlos Baglietto
Entrevista a Eugènia Broggi. / Foto: Carlos Baglietto


Estos libros son un poco como aquellos que te regalaban en La Caixa: la gente los tiene en casa, pero quizás no los ha leído.
Pero la idea era que si se habían vendido 150.000 ejemplares de El Código Da Vinci, quería decir que hay 150.000 personas en Catalunya que pueden y quieren leer en catalán. Lo que creo que ha cambiado en estos últimos años es, justamente, esta variedad de sellos editoriales. Antes estaban los 150.000 ejemplares vendidos de El Código Da Vinci y después todo el resto. Ahora, en cambio, está más repartido.

Imagino que mantener este equilibrio entre calidad y comercialidad es una de las claves.
Sí, y quería decirlo. A veces parece que los editores seamos seres románticos que trabajamos exclusivamente por amor al arte... Cuando empezaba, iba a muchas charlas de editores independientes, y casi todos siempre hablaban desde esta vertiente romántica de la profesión, cuando yo lo que quería saber era cuánto les costaba el alquiler del local o cuántos ejemplares se tenían que vender para mantener el negocio. Los libros se tienen que vender. Pero no todo tiene que ser solo vender. Cuanta más gente lea a Vivian Gornick, mejor será el mundo. Yo me forraré más, pero es que el mundo será mejor. Por lo tanto, hay esta doble cosa.

¿Desde el principio tuviste claro que la editorial sería en catalán?
Tuve una temporada en 62 que me dieron un sello en español. Fue un periodo muy cortito. El trabajo de mesa es el mismo. Tienes que leer libros, contratar el traductor, corregir el texto, buscar la cubierta... Hacer libros es el mismo proceso en catalán y castellano, pero venderlos no tiene nada que ver. Y yo, además, me había especializado en el mundo catalán.

Uno de los grandes valores del catálogo de L'Altra es dar salida a nuevas voces de la literatura catalana, pero también las traducciones que habéis hecho de escritores y escritoras que hasta ahora no podíamos leer en nuestra lengua.
Además, las traducciones en catalán tenían una tradición complicada, todo muy recargado. Pero ahora ya hace muchos años que hay traductores buenísimos en catalán, y eso es muy bueno para nosotras, las editoriales, pero también para la lengua. De hecho, es interesante porque ahora mucha gente compra libros por el traductor. Hasta ahora la gente compraba los libros por el autor o, quizás, también por la editorial. Y ahora hay gente que se compra libros por el traductor, que es una cosa nueva, eso no pasaba en catalán. Y ahora sí, y eso está super-bien.

¿Han pasado rápido, estos diez años?
Sí. Parece como otra vida. Ha pasado rápido y al mismo tiempo parece que ha sido mucho tiempo. De la misma manera, admito que me he añorado de 62, muchas veces. He añorado el ambiente, estar allí en el despacho, lleno de gente. He añorado hacer pasilleo. En L'Altra, al principio, estaba muy sola, y a mí siempre me ha gustado mucho tener gente alrededor con quién discutir o consultar y hablar de cosas editoriales. Ahora en L'Altra ya somos cuatro y ya se nota mucha más vida. Estoy contenta de cómo ha ido, la verdad.