"Novedaaaades, souvenirs, coñas marineras...". ¡Muchos le conocieron en la divertidísima Top Secret!
(1984), como agente secreto disfrazado de vendedor ambulante al que se le caen los zurullos de broma (o
no) y le explotan los puros trucados en la cara. Una reinvención cómica para una de las estrellas más
atípicas de la historia de Hollywood
. Llegó contra pronóstico, ¿qué hacía un árabe encabezando repartos
en la meca del cine? Y se consolidó, nominación al Oscar incluida, con dos superproducciones
memorables, convirtiendo su éxito en la mejor forma de disfrutar de la buena vida, y de sus dos grandes
pasiones: el juego y las mujeres. Bienvenidos a la historia de Omar Sharif (1932-2015), la estrella que se lo jugó todo en eternas partidas de bridge y en arriesgadas apuestas en las carreras de caballos, se arruinó y recuperó la pasta en infinitas ocasiones, y fue uno de los rompecorazones oficiales del planeta celebrities. Un 10 de julio de ahora hace una década, el actor egipcio moría tras sufrir, en los últimos años de vida, un alzhéimer que fue apagando poco a poco los ojos brillantes de un icono del cine que también fue un mucho más que digno representante del hedonismo más extremo.

Es irónico que la gente envidiara una singular manera de vivir que solo escondía una profunda soledad y la autoconciencia de un fracaso familiar y vital

Es irónico que la gente envidiara una singular manera de vivir que únicamente escondía una profunda soledad y la autoconciencia de un fracaso familiar y vital: sin residencia fija, nómada millonario, fue huésped durante décadas de hoteles de lujo en distintas grandes ciudades europeas. Cuando, en 1994, sufrió un infarto en su habitación del George V de París, no sabía a quién pedir ayuda: a raíz de ese episodio dejó el tabaco, todo un reto para un fumador que llegaba al centenar de cigarrillos diarios. En sus últimos años en la capital francesa, había confesado que dormía hasta el mediodía y que daba largos paseos solitarios por las calles de la ciudad: “No tengo amigos en París, sólo quisiera que alguien me llevara a pasear por las noches”, declararía alguien que, entre otros episodios biográficos, se divorció de la única mujer con la que contrajo matrimonio y a quien amó de verdad, la actriz Faten Hamama, la más popular de Egipto. Alguien que, además, nunca quiso reconocer a su hijo ilegítimo.

El espermatozoide incontrolado

Hijo de familia pudiente, el padre era un rico comerciante de madera, Michel Demitri Chalhoub (ese era su nombre real) vivió marcado por el referente de Claire, su madre, jugadora compulsiva conocida por ser la única mujer capaz de igualar las altísimas apuestas del rey Faruk de Egipto. Empeñada, como había explicado el propio actor, “a que yo llegara a ser el hombre más guapo y exitoso del mundo”, le envió a un internado inglés, el Victoria College de El Cairo, cuando solamente tenía 10 años: “Me estaba engordando muchísimo, y mi madre pensó dónde estaba la peor cocina del mundo. Un año más tarde me había adelgazado y hablaba un inglés perfecto, sin el que no hubiera tenido la carrera que tuve”. Tras descubrir la pasión por el teatro en la escuela y decidir, pese a la oposición paterna, que quería ser actor, Sharif tuvo el primer golpe de suerte cuando la famosa Faten Hamama decidió que ese atractivo egipcio de ojos negros debía ser el primero en besarla ante una cámara. Sucedió en Siraa Fil-Wadi (1954), primera de la veintena de películas que nuestro hombre rodó en Egipto, muchas con una Hamama que se convertiría en su esposa y con la que tendría un hijo. Todo cambió cuando el director británico David Lean se fijó en esa estrella del cine egipcio y lo incorporó al reparto de Lawrence de Arabia (1964). No solamente fue nominado al Oscar, sino que se convirtió en una figura internacional cuando, de nuevo a las órdenes de Lean, fue el héroe romántico de toda una generación en Doctor Zhivago (1965). Sharif abandonó a su mujer, obnubilado por las posibilidades que Occidente le ofrecía a alguien guapo y famoso como él. “Me marchaba a Sodoma y Gomorra”, diría, dejando clara la imposibilidad de mantenerse fiel.Y mientras películas como La caída del Imperio Romano (1964), El Rolls-Royce amarillo (1964), Gengis Khan (1965), La noche de los generales (1967), Mayerling (1968) o El oro de MacKenna (1968) engordaban su popularidad y su cuenta corriente, Sharif se jugaba auténticas fortunas en los casinos, y no dejaba de liarse con compañeras de reparto. En algunos casos se trataba de rumores, y en ocasiones eran hechos bien contrastados. Resulta curioso que él siempre negara ser ningún playboy, pero, entre unos y otros, las crónicas afirmaban que por la cama de Omar Shariff pasaron Ingrid Bergman, Tuesday Weld, Anouk Aimée, Diane McBain, Sophia Loren, Karen Black, Catherine Deneuve o Barbara Bouchet. También la periodista italiana Paola de Luca, con la que tuvo un hijo al que nunca quiso reconocer: "Su madre y yo tuvimos una historia muy breve. Y hablo de minutos. No le considero hijo mío aunque es idéntico a mí y admito que probablemente fue engendrado por un espermatozoide mío. Pero su madre me utilizó como donante de esperma, nada más", soltaría sin pizca de empatía ni sensibilidad.

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Omar Sharif i Barbra Streisand... los dos perdimos la cabeza durante un tiempo

A veces se cometen errores, pero nunca me arrepiento porque eso se me haría infeliz. Y tengo bastante claro que, en las mismas circunstancias, volvería a hacer exactamente lo mismo que hice

Quizás la relación más relevante de aquellos años la vivió con Barbra Streisand, su coprotagonista en el musical Funny Girl (1968). "Al inicio no me parecía demasiado atractiva, pero poco a poco me cautivó. Y me enamoré perdidamente de su talento". Los cuatro meses que duró el rodaje vivieron una desatada historia de amor. “La realidad y el amor se mezclaron y creo que ambos perdimos la cabeza durante un tiempo”, confesaría la actriz y cantante. La relación despertó una violenta reacción contra el actor en su Egipto natal, en plena guerra contra Israel, dado que Streisand era una figura judía. E incluso hubo una campaña mediática para revocarle la ciudadanía. Ambos se reencontrarían después cuando rodaron la segunda parte, Funny Lady (1975). Durante muchos años, Sharif se dedicó a rodar infinidad de películas sin tener en cuenta su calidad porque era la forma de ganar dinero y pagar sus deudas de juego. Y es que el actor era capaz de perder 750.000 libras esterlinas jugando a la ruleta en una sola noche. Un puñado de títulos destacables de entre el centenar de filmes y series en las que participó: El furor de la codicia (1971), La semilla del tamarindo (1974), Hielo verde (1981), Viaggio d'amore (1990), El guerrero nº 13 (1993) o aquella El señor Ibrahim y las flores del Corán (2003) que le dio el premio César a Mejor Actor y un galardón en el Festival de Venecia. El mismo año que, tras perder una suma considerable en un casino de París, le dio un cabezazo a un policía, y pasó varios días en un calabozo. “Me convertí en un héroe: dar un cabezazo a un policía es el sueño de todo francés”, afirmaría. En una de sus últimas entrevistas, cuando le preguntaban si se arrepentía de sus decisiones en la vida, afirmó: "A veces se cometen errores, pero nunca me arrepiento de nada porque eso me haría infeliz. Y tengo bastante claro que, en las mismas circunstancias, volvería a hacer exactamente lo mismo que hice". Actor, jugador y playboy, Omar Shariff moría de un ataque al corazón el 10 de julio de 2015.