Batalla de Muret (condado de Tolosa), 12 de septiembre de 1213. Hace 811 años. La formidable derrota catalanoaragonesa en Muret no tan solo puso punto final al viejo proyecto catalán que ambicionaba reunir y poner la antigua marca de Gotia carolingia bajo el dominio del casal de Barcelona, sino que, también, se saldó con la muerte del rey Pedro y de los mejores hombres de los estamentos militares catalanes y aragoneses. La corona catalanoaragonesa quedó decapitada y secuestrada. El rey Pedro había muerto en Muret. La reina María había muerto unos meses antes en Roma. Y el heredero Jaime (el futuro Jaime I) en aquel momento un niño de cuatro años, había quedado en manos de Simón de Montfort, el general del ejército francés que había derrotado las huestes catalanoaragonesas.

Representación coetánea de la Batalla de Murete (siglo XIII). Fuente Bibliothèque Nationale de France
Representación coetánea de la Batalla de Muret (siglo XIII) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

El pequeño Jaime, secuestrado

Simón de Montfort siempre había codiciado la posibilidad de casar a su hija —también una niña pequeña— con el heredero al trono de Barcelona. Y en plena ofensiva contra los aliados occitanos de la cancillería barcelonesa (condados de Tolosa, de Roerga y de Gavaldà, y vizcondados de Carcasona, de Narbona, de Besiers y de Nimes, que se querían separar de la corona francesa) había pactado esta unión a futuro. Como prenda, se había quedado al pequeño Jaime en custodia. Eso explicaría por qué la muerte sorprendió a la reina María en Roma (intentaba que el pontífice deshiciera el acuerdo entre Montfort y el rey Pedro) y explicaría el porqué después de la derrota de Muret (1213), el pequeño Jaime estaba en poder del principal enemigo de la corona catalanoaragonesa.

Representación del campamento de Jaime I durante la conquista catalana de Mallorca (1229). Font MNAC
Representación del campamento de Jaime I durante la conquista catalana de Mallorca (1229) / Fuente: MNAC

La oscura ambición de Simón de Montfort

Después de Muret, Simón de Montfort hizo unos movimientos muy discretos pero que apuntaban, claramente, a su verdadera intención. Insinuó que, después de lo que había pasado en aquel campo de batalla, se sentía legitimado para conducir al pequeño Jaime y a su pequeña hija hasta el trono de Barcelona. Pero mientras Jaime no alcanzara la mayoría de edad, él ejercería la regencia. Y eso implicaba la desaparición de las noblezas militares catalana y aragonesas supervivientes de la masacre de Muret. Simón de Montfort era el líder de un extenso grupo de mercenarios ingleses y normandos que luchaban a cambio del botín de guerra y de la usurpación de los honores de los vencidos (los títulos y los patrimonios nobiliarios).

Representación de las masacres ordenadas para|por Simó de Montfort en la Occitania pro catalana. Fuente British Library
Representación de las masacres ordenadas por Simón de Montfort en la Occitania procatalana / Fuente: British Library

Los templarios catalanes

En este punto crítico, aparecen los caballeros templarios catalanes, que solicitan al pontífice Inocencio III (el mismo que había instigado la campaña militar francesa contra los aliados de Barcelona y la había elevado a la categoría de cruzada) que obligue a Montfort a liberar al pequeño Jaime. Y el papa Segni (este era su apellido), que se había investido como el gran árbitro de la política europea, estimó que era más beneficioso para el equilibrio continental una corona catalanoaragonesa debilitada pero con el timón virando hacia el sur (el avance conquistador peninsular de Barcelona y de Aragón había sido, hasta entonces, muy lento), que un dominio Frankenstein en manos de un mercenario con importantes intereses personales y patrimoniales en Francia y en Inglaterra.

Pocos meses después de la derrota de Muret (finales de 1213), el oscuro plan de Montfort se desintegraba. No tan solo era obligado a entregar al pequeño Jaime a los caballeros templarios catalanes y aragoneses, sino que el pacto matrimonial que había suscrito con el difunto del rey Pedro (el matrimonio del pequeño Jaime con su hija) quedaba reducido a cenizas. El pequeño Jaime fue entregado en custodia a los caballeros templarios catalanes. Pero el pontífice Inocencio III designó a una persona concreta para ejercer la labor de tutela y educación: Espárago de la Barca, un clérigo de Montpellier, tío de la difunta reina María (por lo tanto, tío abuelo de Jaime), que en aquel momento ostentaba la mitra de Pamplona, es decir, que era la máxima autoridad eclesiástica en el reino de Navarra.

Mapa de la Corona catalanoaragonesa y de sus aliados occitanos antes de la batalla de Muret (1213). Fuente Enciclopedia Catalana
Mapa de la corona catalanoaragonesa y de sus aliados occitanos antes de la batalla de Muret (1213) / Fuente: Enciclopèdia Catalana

La reconstrucción del dañado edificio político

La primera y principal preocupación de Espárago sería coronar a Jaime. Y hacerlo lo más rápido posible. Este paso era imprescindible, porque era una manera de recuperar la piedra angular del régimen (la corona, en su papel de estamento central que le asignaba el régimen feudal). Garantizar la continuidad del dominio catalanoaragonés a través del legítimo heredero del difunto rey. Espárago confiaba que coronando a Jaime cohesionaría todos los estamentos del poder en torno a una misma idea y provocaría una exhibición de músculo militar que disiparía la imagen de debilidad de Muret. Y que disuadiría tanto oscuras ambiciones internas (los vizcondes de Cardona y de Foix se sentían legitimados para ocupar el vacío dejado por el rey Pedro), como posibles agresiones externas.

La proclamación conjunta de Lleida

El 15 de agosto de 1214 Espárago reunía en Lleida a los representantes de los estamentos nobiliarios del condado independiente de Barcelona y del reino de Aragón. Por primera y única vez en la historia de la corona catalanoaragonesa, un soberano sería proclamado en una ceremonia conjunta. Antes y después, siempre había sido y sería por separado. La arquitectura de aquel edificio político imponía esta fórmula. Sin embargo, en aquel momento crítico, las circunstancias lo exigían. Y Espárago entró en la Seu Vella de Lleida por la puerta mayor, con los dos cuerpos nobiliarios reunidos a ambos lados del pasillo central del templo y caminó hasta el altar mayor donde había instalado un trono. A su lado, cogido de su mano, andaba un niño de cinco años.

Representación de Lleida (siglo XVI). Fuente Instituto de Estudios Ilerdenses
Representación de Lleida (siglo XVI) / Fuente: Institut d'Estudis Ilerdencs

Jaime I, Espárago y la conquista de Mallorca

Espárago se sentó en el trono y colocó sobre su regazo al pequeño Jaime. En aquel momento solemne, el estamento nobiliario catalán lo proclamó conde independiente de Barcelona y el estamento nobiliario aragonés lo proclamó rey de Aragón. Jaime se criaría y educaría bajo la atenta tutela del tío Espárago (el futuro rey siempre lo llamó "tío"). En 1218, con catorce años, Jaime sería proclamado mayor de edad y empezaría a ejercer el gobierno de sus dominios. Entonces Espárago ya era arzobispo de Tarragona (máxima jerarquía eclesiástica de la corona catalanoaragonesa). Y en 1228, el arzobispo, por encargo del rey, reuniría a todos los estamentos de poder catalanes en Tarragona y negociarían la primera empresa catalana en el Mediterráneo: la conquista de Mallorca (1229).