Àngel Casas estaba haciendo ronda promocional de su última novela, L'agonia de Bakunin (Universo, 2022). Fue el pasado mes de febrero. Me ofrecieron entrevistarlo. ¿Soy sincero? El libro se me interesaba, pero al personaje me fascinaba. En un ejercicio de egoísmo, hice la entrevista más para descubrir el secreto de la profesión de la mano de uno de aquellos a los que llamamos maestro, de la persona que, de la prensa escrita a la radio y la televisión, revolucionó nuestros medios; que no para ayudarlo a dar a conocer el libro entre su audiencia potencial. Quizás por eso, porque sentía que de alguna manera le había engañado, nunca me decidí a publicarla. Hasta hoy.

¿Cuántas entrevistas has hecho a lo largo de tu vida?
Miles. Entre radio, prensa y televisión, miles. Nunca me he detenido a contarlas, pero muchísimas. A Fotogramas, me di un hartón, de hacer entrevistas. Y no hay que decir, en la televisión. Siempre he hecho. Es el género que más me gusta. Publiqué un libro, Memòries d'altres, que vendría a ser una recopilación de las mejores entrevistas que he hecho a lo largo de mi trayectoria, pero explicadas desde mi perspectiva, la del periodista. Es un relato de las intrahistorias de estas conversaciones. Un espejo a aquello que sentí delante de ciertos personajes.

¿Cuál es la figura que más te ha impresionado?
He conseguido una cosa que creo que es muy importante para este oficio: no ser mitómano. No tengo ídolos. Tengo gente que me ha enseñado.

He conseguido una cosa que creo que es muy importante para este oficio: no ser mitómano. No tengo ídolos. Tengo gente que me ha enseñado

¿Los tenías, pero fueron cayendo?
No. Nunca me he puesto al lado de nadie para hacerme una foto. Y si tengo, como una con el Elton John, que parecemos amigos de toda la vida, o con Richard Gere, o Alain Delon, es porque me las hicieron.

Iniciaste tu carrera como crítico musical.
Un mundo cerrado donde nos conocíamos todos. Fue una gran escuela. Como el Fotogramas. Fue el referente del nuevo periodismo en Catalunya. Allí estaban todos los grandes: Maruja Torres, Manolo Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Enrique Vila-Matas... Todos empezamos allí. Fue como entrar en el mundo que siempre había soñado.

Poco después fuiste el director de Vibraciones, una de las mejores revistas musicales que ha habido en este país.
Fue una aventura fascinante, pero que costó muchísimo tirar adelante. Era una revista de pop y de rock que se podía leer con firmas increíbles como Oriol Llopis, Claudi Montañá, Lluis Crous, José María Pallardó, Jaime Gonzalo, Ignacio Juliá, Antonio de Miguel, Jesús Ordovás, Julio Murillo, Diego A. Manrique... Y, claro está, Constantino Romero. Recuerdo muy especialmente una entrevista de Constantino con Leonard Cohen extraordinaria. Fuimos la punta de lanza cultural de este país. Tuve que dejar la dirección de la revista porque me ofrecieron un programa de televisión en Madrid y tenía que ir cada semana. Era imposible compatibilizar las dos cosas. De todo aquello añoro la música.

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Àngel Casas, referente del periodismo en nuestro país, murió el sábado 1 de octubre a los 76 años

¿La música?
He tenido la suerte de hacer una cosa que ningún otro periodista de este país ha podido hacer: sentarme al piano con Antonio Carlos Jobim, uno de los mejores compositores del siglo XX. Estábamos en su casa, y él me tocaba lo que yo le pedía.

Más historias, por favor.
He estado en casa de Mike Oldfield. Estaba en el campo, cerca de Londres. Llovía. Toda la casa estaba forrada de una moqueta rosa maravillosa. ¡La cara que puso cuando nos vio aparecer con todos los zapatos enfangados! Evidentemente, nos descalzamos e hicimos la entrevista. ¡Qué tarde! También he estado en el estudio de Vangelis. Estaba preparando la banda sonora de Carros de fuego. Fuimos a comer y, después, me dijo que le apetecía fumar un buen puro. Fumábamos los mismos cigarros: Davidoff Chateau Margaux. Fuimos a pie hasta una tienda de puros Davidoff de Trafalgar Square y nos compramos un cigarro cada uno. O la vez que estuve en la casa de Alice Cooper en Beverly Hills y me enseñó su colección de ataúdes.

Hablas de artistas internacionales, pero también fuiste esencial dando a conocer a los artistas locales.
Dirigí con el documental del Canet Rock de 1975 con Francesc Bellmunt. Era un momento de efervescencia en que pasaban muchas cosas. Algunas muy divertidas, otras muy dolorosas. Fueron los años en que Pau Riba publicó Dioptria. Los primeros años de Jaume Sisa en solitario... Todo eso puedo decir que lo he vivido. Que me quitan lo bailao'.

Canet Rock, un documental dirigido por Àngel Casas y Francesc Bellmunt

Eran años divertidos... ¿Te has drogado mucho?
Me he drogado. Pero hay dos cosas que me dan mucho asco: el canuto pasado de boca en boca. Y después, la cocaína... He visto a tanta gente genial abducida por esta droga. Sobre todo en los años 80.

Tus años en la televisión.
Eran años en que corría la cocaína que no os lo podéis imaginar. Y el realizador recuerdo que se fumaba un canuto antes de empezar el programa. Por el entorno que me rodeaba podría haber estado drogándome constantemente, pero empecé a tener problemas de corazón y los médicos me advirtieron que si no iba con cuidado...

Se puede ser periodista sin ser escritor, y escritor sin ser periodista. Pasa que el periodismo te da mucha vida

¿Toda esta experiencia vital ha acabado traduciéndose en tu actividad literaria?
¡Claro! Un periodista ve más que los otros. Secuencias que acabas trasladando, con otros nombres, otros escenarios, a tus historias. Fred als peus (2002), excepto los momentos más surrealistas, es mi vida: mis amigos, mi barrio... Allí está mi vida. Sinceramente, excepto Sidonie té més d'un amant, mis libros son la historia de mi vida.

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Angel Casas en la promoción de su último libro, L'agonia de Bakunin / Foto: Pau Cortina / ACNa

¿Cuál es la frontera entre las dos pulsiones?
Se puede ser periodista sin ser escritor, y escritor sin ser periodista. Pasa que el periodismo te da mucha vida. Pero siempre puedes ser Emilio Salgari y escribir sobre África sólo habiendo visto el continente en los mapas.

Tu estilo, como escritor, bebe del postmodernismo, como otro icono literario nuestro surgido de Sants como es Quim Monzó.
Es un estilo que me gusta mucho, porque te da las herramientas para escribir un relato hiperrealista, pero a la vez que tenga un factor mágico que lo hace elevar. Quim Monzó fue guionista mío durante un tiempo.

¿En el Àngel Casas Show?
Sí. Era un equipo que se hacían decir 'Los albóndigas', por aquella serie de películas universitarias americanas. Eran Jordi Beltran, Xavi Montanyà y Quim Monzó. Cuando salían del programa, se marchaban de borrachera. Este era mi equipo de guionistas (risas). Cuando le propuse al Monzó, pensaba que me diría que no, pero aceptó. Escribió la versión que hicimos de Els Pastorets. Ahora hace tiempo que no sé nada de él. Me habría gustado que presentara alguno de mis libros, porque sé que le han gustado. Ya lo haremos. Es un escritor fuera de serie. Tanto él como Sergi Pàmies. Aunque no son mis principales influencias.

¿Cuáles son tus referentes literarios?
Si me tuviera que quedar con un único escritor, este sería Stefan Zweig. Y después, a pesar de no ser escritor, hay un libro que me fascina: Un gran futuro a mis espaldas, la autobiografía de Vittorio Gassman. Eso es lo que me queda a mí, un gran futuro a mi espalda.

Eso es lo que me queda a mí, un gran futuro a mi espalda

¿Cuándo escribirás tu autobiografía?
Ya me lo han ofrecido muchas veces. Pero yo ya he escrito mi vida en mis libros. Todas mis novelas juntas conforman mi autobiografía. Supongo que algún día lo haré, pero no es mi proyecto más inmediato.

¿Hay algo que te preocupe?
Socialmente, ecológicamente... Hemos dejado un mundo que es una mierda. Y eso me duele muchísimo. Este no era el mundo que quería. De sopetón, me he jubilado, me he sentado, he tomado distancia y me he dado cuenta de que no era eso. No habíamos luchado para esto. Nos hemos equivocado.

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Àngel Casas, una niño de Sants con una vida extraordinaria / Foto: Instagram

¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?
He recopilado todo lo que he escrito a lo largo de los años en verso. Los he juntado y los publicaré en un libro que en un principio se llamará La poca fe. Pero no sólo la poca fe religiosa, sino la poca fe en el mundo actual, la poca fe en los políticos, la poca fe en el amor... Un libro muy duro, que, por como es de brutal, a mí mismo me da miedo publicarlo. Me lo quiero pensar muy bien antes de que vea la luz.

De una manera u otra, ya lo he dicho todo. Especialmente desde que estoy jubilado. Ahora soy completamente libre

¿Te da miedo no haber dicho todo lo que querías haber dicho en esta vida?
No. De una manera u otra, ya lo he dicho todo. Especialmente desde que estoy jubilado. Ahora soy completamente libre.

Cuando estabas en el hospital, te evadías escuchando el Serrat.
Es muy amigo mío. Serrat es otro de los mejores autores del siglo XX. Ingresé en plena pandemia. En el hospital la soledad era aterradora. Mi mujer no me podía venir a ver. Las noches eran larguísimas. No podía dormir. Pasaba las horas escuchando música, sobre todo Serrat. Él y yo somos dos críos de barrio de la misma época. Escuchándolo me invadía la melancolía, pero era una dulce melancolía. Era mi pasado porque no tengo mucho futuro. La patria son los años de la infancia, de adolescencia y la juventud. Este ha sido mi refugio. Siempre que he estado triste, volvía a mi barrio, a Sants, a pasear, y me pasaba todo. He tenido una vida extraordinaria.