No sé por qué quizás aún no me ha llegado el momento, pero a cierta edad y con según qué estatus, lo que apetece es estar en lugares en los que prima la belleza y la comodidad. Y para esta gira, Elvis Costello se ha ocupado de elegir los sitios en los que quiere tocar. Con todo el respeto para las salas de toda la vida, a él ahora le preocupa más el entorno. A estas alturas, el músico británico entiende que se ha ganado caprichos como ese. Costello nunca fue un derrochador, el dinero que ganó lo invirtió en su propia carrera; cuidar y darle a cada disco el tratamiento que merece sin reparar en gastos. Por tanto, en esta gira junto a su inseparable pianista Steve Nieve se ha permitido tocar en lugares singulares que son patrimonio de la humanidad como La Alhambra de Granada (aunque tuviese que interrumpir el concierto por culpa del temporal), plaza reservada para mitos como él o Bob Dylan.

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Elvis Costello ha actuado este martes 5 de septiembre en el Palau de la Música de Barcelona / Foto: Carlos Baglietto 

Una noche a trompicones

En Barcelona el espacio por el que ha optado es un templo como el Palau de la Música. Un escenario desde el cual, a los músicos les brillan los ojos. En el caso de esta gira, ha ido confeccionando los repertorios en función de lo que le inspira cada recinto. Y ahí él tiene dónde elegir, con material para dar y para tomar, llevando el concierto por un cauce o por otro. Al contrario de, por ejemplo, un caso reciente que hemos visto por aquí, el de Chris Isaak, muy ceñido a un patrón determinado, el londinense puede hacer parada en muchos moteles y en cada uno de ellos muestra una cara. Luego están sus colaboraciones con otros músicos, un ejercicio más de aprendizaje que el de demostrar con quien se codea. Con Burt Barcharach hizo un curso acelerado con los arreglos, con Allen Toussiant aprendió a valorar qué cosas se cuecen en el sur y, como consejero y escribiente, a Diana Krall la moldeó para que no se quedase anclada en un papel concreto como intérprete de estándares de jazz. En cualquier caso, tiene innata esa capacidad para mutar, reciclarse o viajar cautelosamente hasta el pasado.

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Elvis Costello ha estado acompañado de su inseparable pianista Steve Nieve / Foto: Carlos Baglietto

En su nueva cita con Barcelona, Costello ha salido con ganas de hablar. De primeras, una sorpresa, unos sonidos pregrabados en plan quebrantahuesos que le compraría el mismísimo Tom Waits. Una fórmula que funciona en When I Was Cruel nº 2, pero no en el resto de intentonas. Tras el experimento, Elvis Costello ha dejado el sombrero sobre el piano recordando como en 1977 creó una gran revolución con The Attractions. Lo hace con poca voz (la va recuperando durante el concierto), mientras hace parada con anécdota en su concierto de la noche anterior en Madrid. Con Accidents Will Happen recupera su vertiente eléctrica y se disculpa por no poder hablar catalán o castellano. Momento que aprovecha para explicar que su padre sí hablaba un castellano fluido y que hubo un día que un amigo de Almería le preguntó: "¿Dónde aprendiste a hablar tan bien español?". Y él contestó: "En la cama". Es la antesala a la ejecución de la espléndida Tart.

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Elvis Costello, clásicos new wave en el Palau de la Música / Foto: Carlos Baglietto

Con el formato que usa en esta gira, las canciones que mejor funcionan son las que lo conectan con Burt Bacharach, pero es con She (esta sí la clava), con un final en clave crooner o cantante de ópera, cuando Elvis Costello abre los brazos rogando cariño y comprensión. Justo tras ese pase, hay parte del público que desfila; al parecer algunos solo han ido a escuchar ese clásico. O puede que lo que ven no les satisfaga. Es un concierto irregular y confuso que va muy a trompicones, incluso al acometer I Want You (la alarga demasiado) no sabes con qué intención la toca: si como premio o como justificación al aparente desaguisado. En este instante, ya hay más de uno que ha tirado la toalla. La noche se ha hecho larga. Y en principio, ese no era el propósito. Para muchos era la vuelta al cole.