Se queda corto o se pasa de largo pero es difícil decir que el Papa Francisco no se mueve. Este viernes lo ha vuelto a demostrar en la presentación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia ("La alegría del amor"), de cerca de 250 páginas. El documento recoge las conclusiones de los dos sínodos dedicados a la familia, que tanto revuelo armaron a propósito, entre otros casos, del trato a los divorciados vueltos a casar por lo civil —si pueden recibir los sacramentos o impartir catequesis, por ejemplo.

Tres son los puntos donde el Papa renueva a fondo la pastoral excluyente seguida hasta ahora:

  • La posibilidad general de admitirlos a los sacramentos "evitando el escándalo". Es un punto clave que no se mencionaba en el documento final de los sínodos. Es el mismo Bergoglio quien lo introduce.
  • La posibilidad de aplicar pastorales diferenciadas según las circunstancias.
  • Pide a los obispos que estudien de qué tareas de servicio eclesial pueden encargarse estas personas, ahora excluidas de esos servicios.

La misma doctrina

El texto "está muy matizado y es muy prudente, pero se abre a estas tres novedades, explica Luigi Accatoli, veterano vaticanista del diario italiano Corriere della Sera. Antes de abordar implícitamente estas nuevas posibilidades, el Papa recuerda en el párrafo 299 de quién se habla: "los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente tienen que ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo".

Francisco no cambia la doctrina, sino que vincula su aplicación a cada persona y circunstancia. "Nunca un Papa había hablado en este tono en un documento de este nivel", dice Accatoli.

De hecho, en las primeras 200 páginas de la exhortación desarrolla la doctrina católica de siempre sobre familia y matrimonio. Lo hace con su propio abordaje, más atento a la persona concreta ahora y aquí que del principio doctrinal.

Ya de entrada, en el punto 3 de la exhortación, el Papa explicita —casi es una queja o un ruego— que "no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales tienen que ser resueltas con intervenciones magisteriales".

Más adelante, en el párrafo 300, insiste: "no se tenía que esperar del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos". Es el principio interpretativo del documento.

Naturalmente, añade, "en la Iglesia es necesaria unidad de doctrina y de praxis, pero eso no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que de ella se derivan".

Así, hace falta que los obispos estén atentos "a las tradiciones y a los desafíos locales, porque las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general [...] necesita ser inculturado (adaptado en el entorno) si quiere ser observado y aplicado". El Papa exige más cuidado para hacerse cargo de estas situaciones caso por caso.

En este sentido pide "un nuevo aliento para un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que tendría que reconocer que, si el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente tienen que ser siempre las mismas". En definitiva, el magisterio católico no pretende responderlo todo de manera única y definitiva para todo el mundo y en todas partes. 

Leyes y pecado

"Por eso, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a los que viven en situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas", explica al párrafo 305. Sigue: "a causa de los condicionantes o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de manera plena— se pueda vivir en gracia de Dios (sin pecado)".

Es decir, un bautizado divorciado y vuelto a casar por lo civil no es igual en otro en la misma situación y cada uno tiene que tratarse individualmente para saber si su situación le permite acceder a los sacramentos.

"Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desanimamos caminos de santificación que hacen gracia a Dios. (...) La pastoral concreta de los ministros y de las comunidades no puede dejar de incorporar esta realidad", remacha la exhortación.

Con respecto a las tareas esclesiales de estas personas, el Papa no dice de qué servicios se trata pero nombra los campos de los que hasta ahora se les excluía: "Litúrgico, pastoral, educativo e institucional". Se refiere a la catequesis, las clases de religión, servicios sociales dependientes de parroquias, cofradías... En este punto hace un encargo a los obispos para que lo estudien en cada diócesis, de forma que no se excluya a los Irregulares, ni se escandalice a otros católicos o se degrade el criterio moral.

De hecho, esa es la práctica en muchos lugares. El sentido de este enfoque pastoral es evitar que se vea a personas en situación irregular como excomulgados, porque no lo están, cosa que parece si se los excluye de esas tareas.