Tiene que llover (Anagrama, traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo) es el quinto y penúltimo volumen de "Mi lucha", la monumental obra del noruego Karl Ove Knausgård; en catalán lo ha publicado L'Altra Editorial en traducción de Alexandra Pujol (Dies de pluja). Si el cuarto volumen de la serie, Bailando en la oscuridad nos presentaba la historia del autor durante el tiempo en que vivió en el Norte de Noruega, este libro presenta el episodio siguiente, cuando vuelve al sur del país y se instala en Bergen, donde combina sus estudios de literatura, muy poco exitosos, con la vida de pareja, con trabajos esporádicos frustrantes y con grandes borracheras.

La vida del escritor fracasado

Si Bailando en la oscuridad explicaba una historia de juventud, y el viaje al norte se convertía casi en un episodio iniciático, Tiene que llover representa un episodio mucho menos épico. No es una novela de experimentación, sino de frustración. El protagonista no alcanza sus sueños juveniles y se ve recluído una vida rutinaria que lo frustra profundamente: estudios en la academia, salidas con amigos, trabajo, pareja... Todo con grandes dosis de insatisfacción, ya que Knausgård se considera destinado a grandes obras. Y justamente al explicar esta vida tan anodina es donde se revela el gran talento literario de Knausgård. El autor noruego puede escribir un capítulo magnífico sobre una mañana en que se quedó a la cama, sobre la suciedad y el desorden de su habitación, o sobre el tedio que le invade en una noche de guardia en una residencia de gente con problemas mentales... Knausgård consigue dotar de sentido y de relevancia literaria a cualquiera de sus acciones, por nimias que sean. Y eso es, sobre todo, lo que hace especial su narrativa.

El autor y los otros

Como en el resto de volúmenes de "Mi lucha", aquí Knausgård combina realidad y ficción (la llamada autoficción). Asegura que los seis volúmenes de esta obra no son estrictamente unas memorias. Pero es obvio que tienen una parte importante de autobiografía. Buena parte de los personajes que explica son reales, y la mayoría de las escenas que retrata son vividas. Ahora bien, Knausgård se reserva la posibilidad de usar licencias literarias, de deformar aquello que vivió para hacerlo más interesante para el lector. Los límites entre la ficción y la realidad siempre bailan, pero no hay duda que Knausgård saca a la luz muchas de sus intimidades. Esconde y disfraza episodios, pero muestra mucho más de lo que la mayoría de gente está dispuesta a mostrar.

¿Falta de pudor o falta de empatía?

Muchos de los personajes citados en la obra de Knausgård se han mostrado disgustados o indignados por las revelaciones que ha hecho el autor noruego sobre su relación. También lo han acusado de haber falseado su actuación y haberlos presentado con tonos muy negativos. Knausgård confiesa que "Mi lucha" le ha hecho perder muchos amigos y la relación con muchos parientes. La clave de esta falta de sensibilidad para la gente próxima se encuentra oculta en un determinado punto del libro, cuando Knausgårdexplica su relación con los otros humanos: "La antigua idea de abandonarlo todo me volvió a venir durante un breve instante. Lo peor de todo era que lo podría hacer. Siempre había sabido que podría volver la espalda a todo y huir, sin remordimientos. También podría dejar a Tonje [su mujer]. No la añoraba cuando no estaba. No echaba de menos a nadie, y no lo había hecho nunca. No añoraba nunca a mi madre, no añoraba nunca a Yngve. No añoraba nunca a Espen, no añoraba nunca a Tore. No había añorado a Gunvor cuando salíamos juntos, y tampoco añoraba a Tonje ahora [...] Era uno de mis defectos, una deficiencia, una frialdad en el corazón [...] Aquella frialdad de mi corazón era horrible, a veces pensaba que yo no era humano, que era un Drácula que vivía de las emociones de la otra gente sin tener propias". Knausgård es un universo en sí mismo: todo lo que sucede a su entorno lo analiza únicamente en función de cómo le afecta a él. Y es posiblemente esta insensibilidad con respecto a los otros la que le permite hacer una literatura en que las intimidades salen a relucir..

El deber como eje central

Knausgård, pese a esta frialdad, hace grandes esfuerzos por ser buena persona. No lo hace tanto por empatía hacia aquellos a quienes puede hacer daño, sino por un riguroso sentido del deber, muy protestante. Así, el protagonista continuamente tiene deseos de ser infiel a su chica, pero resiste las tentaciones. Y cuando finalmente es infiel, tiene unos remordimientos increíbles, no tanto por empatía con su compañera, sino porque ha fallado a su estricto sistema de vida. Quizás eso va vinculado a los excesos alcohólicos continuos de Knausgård, quien bebe muchísimo. Cuando bebe, el autocontrol del protagonista se pierde: acaba peleándose, se gasta todo el dinero, deja sus estudios... Knausgård se mueve entre la seriedad más estricta y el descontrol más absoluto.

Avalancha literaria

La prosa desbordante de Knausgård arrastra al lector: los centenares de páginas de sus volúmenes no son obstáculo para que quien empieza uno de sus libros lo acabe y espere el siguiente. Es curioso que un autor con tanto poca empatía acabe generando tanta. Tiene que llover es un libro magnífico, aunque quizás no llega al nivel del volumen precedente, Bailando en la oscuridad. Una fascinante exploración por la vertiente más introspectiva del autor, una radiografía de las debilidades e inquietudes del ser humano, una muestra de otras vías de hacer literatura... Knausgård es, sin duda, un escritor que hay que conocer.